Mi anécdota favorita de todo este año de futbol americano en Estados Unidos no ocurrió en la NFL, aunque bien podría haber salido de Hollywood. Me refiero a la historia de Manti Te’o, el linebacker estrella de la Universidad de Notre Dame. La ferocidad de Te’o me recuerda a los mejores de su posición. De su mano, Notre Dame estuvo a punto de ser campeón. Pero resulta que, más allá del terreno de juego, Te’o es un romántico. Durante meses la prensa cubrió la historia del jugador y su joven novia, una chica con la que el linebacker había comenzado una relación en el 2009. Lo fascinante del caso es que Te’o jamás había visto a la mujer en cuestión. La suya era una relación apasionada, sí, pero completamente virtual. El asunto se complicó cuando el jugador divulgó que la chica había enfermado de leucemia y alcanzó el paroxismo cuando la novia murió. Abrumado por el dolor, Te’o juró ganarlo todo en memoria de la chica. El público lloró con su ídolo, lo arengó en la lucha por reponerse a la tragedia a través de la gloria deportiva. Pero había un (minúsculo) problema. A punto de concluir la temporada, algunos periodistas curiosos empezaron a investigar la historia del romance. Lo que descubrieron dejó mal parado al pobre Te’o y debería servir para una reflexión divertida pero profunda sobre el impacto de la vida virtual en la vida real. Resulta que la famosa novia nunca existió. Durante años, un viejo amigo del linebacker le había jugado una cruel broma. Usando el rostro de una mujer de Long Beach —y mucha imaginación para aprovechar la inocencia de Te’o— el bromista engañó al jugador y a medio mundo. Te’o ha repetido que no supo del engaño sino hasta hace unas semanas. Tiendo a creerle, no porque conozca al gigantesco personaje, sino porque cada vez sobran más historias como la suya. Hace un par de años, dos documentalistas narraron – en Catfish, una película excepcional – la experiencia de uno de sus hermanos al descubrir que la joven de la que se había enamorado en Facebook no era la esbelta rubia que le sonreía en la pantalla, sino una mujer casada y tremendamente tímida —y ciertamente ni esbelta ni rubia— que vivía con su marido en Michigan. El documental dio pie a un programa de televisión. Las historias son muchas y tan tragicómicas como las de Manti Te’o: gente que entrega su corazón y cree mentiras a cambio de sentirse breve y virtualmente acompañada. Señal, supongo, de nuestros tiempos.
¡Ah!: voy 49ers.
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.