Hace mucho tiempo desde mi cuerpo.
Insoportable, lo dejé caer
sobre la tierra como mi viejo
lanzaba los dados. Hace mucho tiempo desde
el tiempo. Pero entonces tenía peso. Tenía substancia
y tendones, daño que era visible
si mirabas entre tus manos y escuchabas
la sangre. Se llama leer, me dijeron,
pero tarde. Demasiado tarde. Leí. Hice mi agosto
rojo con palabras y fui rodeado
de fantasmas. Usé mi arsenal
de verbos difuntos y entré
en una biblioteca de segundas oportunidades,
la sala de urgencias. Donde me vendaron
la cabeza mientras las sílabas negras
seguían filtrándose,
así. En ese entonces, no lograba
que los chicos voltearan a verme
ni en mi mejor chaqueta de mezclilla.
Era 2006 o 1865 o .327.
¡Qué momento para estar vivo!, me dijeron,
esta vez con más fuerza, más rifles de asalto.
¿Te lo dije? Vengo de un pueblo de escultores
cuya obra maestra fue el escombro. Lo
intentamos. Con corte de honguito, trabada la lengua,
indecente, diabético,
presentí algo. El piso de madera rechinaba
y yo lloré sin moverme junto a la ventana
de rehabilitación. Si las palabras, como ellos decían,
no tienen peso en nuestro mundo, ¿por qué seguíamos
hundiéndonos, doctor –digo
Señor? ¿Por qué el agua se tragó
nuestras manos casi humanas
mientras cantábamos? Así. ~
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Versión del inglés de Elisa Díaz Castelo.
(Ho Chi Minh, Vietnam, 1988) es poeta y ensayista. Este año apareció su colección de poemas Night sky with exit wounds (Copper Canyon Press)