Cuando escribí Los que tienen y los que no tienen (en España, en Alianza Editorial), que es un libro que cuenta historias sobre la desigualdad y está estructurado en tres ensayos (sobre desigualdad global, desigualdad entre países y desigualdad dentro de cada país), se me ocurrió la idea de representar la desigualdad en los diferentes países y épocas usando datos e historias de obras de ficción.
La idea surgió en varias conversaciones cenando con mi mujer, que es una gran admiradora de Jane Austen. Apenas conocía el nombre de Austen hasta hace veinte años. Pero mi mujer insistió y empecé a leerla y me impresionó mucho su ingenio, su uso de la ironía y su manera crítica y aguda de ver las convenciones sociales y el estatus. Primero leí Orgullo y prejuicio, luego Emma y Mansfield Park, (no he leído las otras dos).
Una noche mi mujer y yo debatíamos sobre Elizabeth y el señor Darcy. Me sorprendió que mi mujer supiera indicar la cantidad de libras que Darcy recibía anualmente en comparación con los padres de Elizabeth. Siguiendo con la conversación, se me ocurrió la idea de incluir los datos de Orgullo y prejuicio en una de las historias sobre desigualdad del libro.
Ayudaba el hecho de que unos años antes escribí con Peter Lindert y Jeffrey Williamson un artículo académico que usaba las tablas sociales inglesas, incluida la tabla social de Patrick Colquhoun de 1801 a 1803. La tabla coincide casi exactamente con los años en los que se supone que transcurre la trama de Orgullo y prejuicio. Por lo tanto pude localizar fácilmente, en la distribución de la renta inglesa de la época, a Darcy, a Elizabeth en su estatus de no casada y a Elizabeth si decide no casarse con Darcy pero depende de una herencia de menos de 50 libras al año –una perspectiva plausible tras la intervención del torpe reverendo Collins, que le pide matrimonio–.
Como muestra la tabla inferior, el rango de opciones que tiene Elizabeth va desde una posición en el 0,1% de la distribución de la renta en Inglaterra hasta una posición en la mediana. La brecha de renta entre esas dos opciones es de 100 a 1. (Cuando se casa con Darcy, su renta per cápita familiar alcanza las 5.000 libras; por lo tanto: 5.000/50=100). Como escribí, “el incentivo de enamorarse del señor Darcy parecía irresistible”. La última columna muestra cómo se ha reducido la brecha hoy en comparación con la brecha hace doscientos años: si te encuentras en las posiciones equivalentes en 2004 (son los datos más recientes que tenía en 2009, cuando estaba escribiendo el libro) la ventaja que tienes es solo de 17 a 1.
Gráfica 1. La desigualdad hace dos siglos y ahora: el dilema de Elizabeth (de Orgullo y prejuicio).
También decidí incluir la trama de Ana Karenina en la segunda historia de Los que tienen y los que no tienen. Su trayectoria social es relativamente similar a la de Elizabeth. Descubrimos, gracias a una frase de Tolstói, que su familia se encuentra en el medio de la distribución de la renta. Al casarse con Alekséi Aleksándrovich Karenin, con quien vive en un palacio, Ana asciende hasta el 1%. Pero con el conde Vronsky, igual que le pasa a Elizabeth con Darcy, Ana se mueve hacia el círculo más exclusivo de los extremadamente ricos, que forman parte del 0,1% más rico en la distribución de la renta en Rusia en 1875. Su mejora de nivel de vida es de 150 a 1, es decir, incluso más impresionante que la de Elizabeth.
Gráfica 2. La desigualdad hace 135 años y hoy: Ana Karenina multiplicó por 150 sus beneficios.
Entonces me planteé añadir Papá Goriot de Balzac, que me gustaba mucho y era un libro que Marx admiraba (ver Karl Marx and world literature, por S. S. Prawer), precisamente por su retrato despiadado del capitalismo en Francia. Recopilé muchos datos, pero entonces decidí que añadir una tercera historia muy similar sería excesivo. Así que no lo incluí. (Unos años después, Thomas Piketty utilizó una técnica similar en El capital en el siglo XXI y una de sus principales influencias es Balzac). Ahora, Daniel Shaviro ha expandido este enfoque en su apasionante nuevo libro Literature and inequality: nine perspectives from the Napoleonic era through the First Gilded Age (Literatura y desigualdad. Nueve enfoques desde la era napoleónica hasta la Primera Edad Dorada), donde aborda tres épocas y nueve libros. En la primera parte de la obra (Inglaterra y Francia durante la Era de la Revolución), Shaviro aspira también a extraer los aspectos sociales y económicos de la desigualdad en Jane Austen (Orgullo y prejuicio), Balzac (Papá Goriot y La casa Nucingen) y Stendhal (Rojo y negro). En la segunda parte (Inglaterra desde la década de 1840 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial), Shaviro estudia obras de Charles Dickens, Anthony Trollope y E. M. Forster. Finalmente, en la tercera parte, dirige su mirada a la Era Dorada estadounidense (Mark Twain y Charles Dudley Warner, Edith Wharton y Theodore Dreiser).
Reseñaré el libro de Shaviro en el próximo artículo. Solo he de decir que, al contrario que en la primera parte, no estoy familiarizado con los autores de la segunda y tercera partes (con la excepción de E. M. Forster), y tengo mucho menos que decir sobre esos libros. Es una pena que Shaviro no incluya a Francis Scott Fitzgerald en la tercera parte. Scott Fitzgerald es, creo, un autor perfecto para la Era Dorada: quizá mejor en Suave es la noche que en El gran Gatsby. Pero ambas servirían.
Me gustaría terminar este artículo con una observación. Después de publicar Los que tienen y los que no, intenté encontrar libros en otras literaturas que fueran tan sociológicamente ricos pero también empíricamente sustanciosos (es decir, llenos de detalles y cantidades e ingresos reales) como los que usé. Investigué por mi cuenta y pregunté a estudiantes de diferentes países. Curiosamente, no encontramos casi nada. Hay, por supuesto, obras con detalles sociológicos y antropológicos, pero, vaya, sin cifras que permitan a economistas empíricos encajar sus historias y lugares en distribuciones de la renta contemporáneas (asumiendo, claro, que las distribuciones de los países más relevantes siquiera existen). Los escritores parecían menos interesados en hacer eso que por ejemplo Balzac en toda su Comedia humana.
Esto no es el resultado de una búsqueda minuciosa de varias literaturas y es posible que me equivoque. Pero es una hipótesis interesante: ¿estaba la literatura europea del siglo XIX especialmente interesada en el estatus social, la riqueza y la renta? ¿Era algo excepcionalmente bien documentado? Me da la sensación de que la literatura del siglo XX proporciona menos detalles empíricos. Por ejemplo, en En busca del tiempo perdido, Proust hace un estudio similar al de Balzac sobre el conflicto social que surge entre arribistas, burgueses y la élite aristocrática. Pero al contrario que Balzac, Proust no aporta cifras. Así que para un economista empírico (y solo para este propósito específico), Proust no es muy útil. Esta es mi impresión con los escritores que conozco, pero espero que existan obras de ficción en muchas literaturas que puedan usarse como yo uso Orgullo y prejuicio o Piketty y Shaviro usan Papá Goriot. Uno de los objetivos de este artículo es estimular a la gente a que busque autores que conocen y usen sus obras de ficción para trazar los contornos de la desigualdad en varias sociedades.
Una corrección: el Reverendo Collins estima que los ingresos de Elizabeth, si no se casa, son un 4% de 1000 libras = 40 libras en lugar de las 50 que escribí inicialmente.
Publicado originalmente en el blog del autor.
Traducción del inglés de Ricardo Dudda.
Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).