Tenemos que hablar de Venecia

De Brodsky a Nooteboom, de la evocación romántica a la amenaza apocalíptica, la ciudad italiana ha generado una literatura casi infinita.
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En todas las librerías venecianas hay un amplio espacio dedicado a libros cuyo tema es la propia ciudad, a menudo no solamente en italiano. En esa sección, además de guías y libros de historia del arte sobre las maravillas monumentales y pictóricas de Venecia, se repiten unos cuantos títulos de carácter más ensayístico. Algunos siguen animando a visitar Venecia a quien los lea; otros ponen el foco en lugares casi desconocidos para el gran público, al que, de este modo, se le permite acceder a través de una mirilla textual a historias y personajes de la ciudad que tenía vedados. El palazzo inacabado (Siruela), de Judith Mackrell, es uno de ellos: en él los protagonistas son el Palazzo Venier dei Leoni y las tres damas que lo adquirieron a lo largo de la historia, entre las que se encuentra la coleccionista de arte Peggy Guggenheim, de ahí que el edificio sea actualmente sede de su fundación. Por último, existe una categoría de ensayos, escritos más recientemente, que invitan a la reflexión acerca del deterioro de la ciudad debido, entre otras cosas, al turismo masivo.

Enumerar los libros que se han escrito sobre las impresiones que produce Venecia en sus visitantes es una tarea casi eterna. Aunque sea inevitable encontrar en ellos párrafos sobre los mismos rincones emblemáticos de la ciudad, son la subjetividad de los autores y sus miradas diversas los que convierten estas lecturas en complementarias. Un buen ejemplo es el poeta Joseph Brodsky, que en su memoir veneciana Marca de agua (Siruela) destaca el placer inmenso que le proporciona el olor a algas heladas que detecta nada más llegar a Venecia y los recuerdos asociados a ello.

La última novedad sobre la capital del Véneto se publica en castellano en octubre de este año y se titula Venecia. El león, la ciudad y el agua, del escritor Cees Nooteboom (Siruela), ilustrado con fotografías de Simone Sassen. Confiamos en la mirada experta de Nooteboom como viajero, pues en sus libros ha recorrido el Camino de Santiago, varios cementerios del mundo y paisajes australianos y brasileños, entre muchos otros destinos. En esta crónica veneciana, el autor holandés se considera “un participante efímero en la historia del león, la ciudad y el agua” y nos ofrece una serie de paseos narrados en primera persona llenos de impresiones personales, como la que obtuvo ante la Piazza San Marco, punto ineludible de cualquier visitante de la ciudad: “Recuerdo que me encaminé hacia aquella plaza como si estuviera haciendo algo prohibido; salí de los angostos y oscuros callejones y me adentré en aquel gran rectángulo despro­tegido, bañado por la luz del sol, con aquella cosa asomando al fon­do, aquel inverosímil encaje de piedra.” Tras contemplar la plaza más célebre de la ciudad, Nooteboom se hace una pregunta esencial: “¿Cuánto pesarán todos los ojos juntos que han visto esta plaza alguna vez?”, pues es cierto que Venecia ha sido tan observada que, a nivel visual, podríamos imaginarla tan erosionada como los pies o espaldas de las esculturas de vírgenes y santos que residen en las catedrales católicas.

Ciertos tramos de estos paseos venecianos de Nooteboom son inmateriales, pues en ellos recorre las páginas de los textos sobre la ciudad que más le han interesado, por razones de lo más diverso. Así, no ha de extrañarnos que mencione poemas de Eugenio Montale, ensayos sobre arte de Ruskin o incluso novelas policiacas de Donna Leon, cuyos libros suelen estar ambientados en la ciudad de los vaporettos.

Tiziano Scarpa escribió otro de los títulos más célebres para cualquier viajero que llega a esta ciudad tan deseada. Se titula Venecia es un pez (Minúscula) y está estructurado en capítulos que corresponden a las partes del cuerpo, en una alegoría poética de la ciudad. Scarpa, veneciano de nacimiento, da la bienvenida a los lectores y potenciales visitantes de la ciudad, cosa que no ocurre en los ensayos Contra Venecia de Régis Debray o Si Venecia muere, de Salvatore Settis, en los que ambos autores critican la conversión de la ciudad en parque temático y la pérdida de su lado humano.

Régis Debray, en tono socarrón, nos invita directamente a “liberarnos” de la consabida visita a la ciudad: “[…] vayamos a Hong Kong o a San Diego, ciudades tonificantes todavía vírgenes de metáforas por donde Musset, Byron, D’Annunzio y Henri de Régnier nos han hecho el favor de no pasar jamás”. Algo que detesta Debray de la Serenissima es la imposibilidad de improvisar que tienen los visitantes en ella. Hay que recorrerla con una actitud determinada, por eso él prefiere Nápoles, algo que nos deja claro en su pequeño y combativo libro.

El texto de Settis, arqueólogo e historiador del arte con una trayectoria vinculada a instituciones internacionales como el Getty Research Institute o el Consejo Europeo de Investigación, nos invita a reflexionar no solo acerca del pasado, presente y futuro de Venecia, sino también acerca de fenómenos urbanísticos que han tenido lugar a lo largo y ancho de todo el planeta. Lo que Settis detecta y explica a través de los ensayos que conforman su libro son algunos de los síntomas más importantes de nuestras sociedades contemporáneas, por ejemplo el gusto por el simulacro y la copia, que llevó a reproducir el campanario de San Marco en ciudades tan dispares como Seattle, Toronto, Nueva York o Brisbane poco después del derrumbe del original en 1902 y de su rápida reconstrucción, finalizada en 1912.

En el apartado de la novela gráfica destacan el clásico Fábula de Venecia (Norma Editorial) de Hugo Pratt, protagonizada por Corto Maltés, así como Venecia (Ponent Mon), un libro de ilustraciones en acuarela del japonés Jiro Taniguchi, en el que sigue los pasos de su abuelo, que vivió en Venecia en 1930. Su cuaderno de viaje incluye muy pocas líneas de texto, lo que suspende por un momento los discursos acerca de la ciudad y nos invita a contemplarla con serenidad: eso nos acerca más que nunca al epíteto característico que recibe la ciudad.

Es improbable que alguno de estos libros nos ayude a tomar una decisión definitiva sobre si debemos seguir visitando Venecia para obtener placer sensorial e intelectual o si es mejor que renunciemos a ello por el bien de la ciudad. Mientras nos decantamos por una u otra opción, leámoslos y soñemos con la posibilidad de haber vivido allí en sucesivas épocas y de haber sido testigos de los muchos acontecimientos histórico-artísticos que han tenido lugar en la ciudad flotante.~

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