Denis Panicek es un típico alemán del Este en tiempos del Muro de Berlín. Es rubio, flaco, escucha música punk en fiestas demoledoras, tiene sexo salvaje e instaura una práctica “endemoniada” proveniente del mundo occidental: la patineta.
Pero eso no es eterno. Se acaba el Muro de Berlín, Denis entra al ejército alemán, el mundo cambia con el derrumbe de las Torres Gemelas, y en un operativo en Afganistán, en 2011, Denis muere.
Este es el motivo que lleva a los amigos de Denis a juntarse y a recordar sus historias de adolescencia en los años 1980 en la ex República Democrática Alemana. Se reúnen después del funeral de Denis en unos edificios abandonados. Y mientras cuentan algunos recuerdos, en la pantalla grande se ven imágenes viejas en Súper 8.
Esto da vida a la cinta Esto no es california (This ain’t California), del director alemán Marten Persiel, una obra que fue ampliamente celebrada por el público de la Berlinale por sus espectaculares imágenes en Súper 8, y premiada como “Mejor documental” por el festival independiente de Cannes.
Uno está de acuerdo con estos grandes reconocimientos cuando llega al final de la película y siente el corazón acelerado y los conatos de lágrimas… hasta que comienzan los créditos finales. A diferencia de muchas cintas, en Esto no es california los créditos finales pasan lento. Tan lento que hay tiempo de darse cuenta que nunca aparece un Denis, ni los amigos que cuentan las historias, Dirk o Nico. Por ahí viene también un director de elenco.
¿Director de elenco?… momento, ¿no era un documental?
Denis es en realidad un personaje actuado. Y la actuación se basa en un personaje ficticio porque no hay datos que comprueben su existencia. El Ejército alemán confirmó a medios de información que no hay persona con ese registro que haya caído en combate en Afganistán. Es más, ni siquiera sabemos cómo se escribe su nombre de verdad, a veces aparece doble “n”, a veces con el apellido “Paracek”. En los créditos el agradecimiento a las tiendas de ropa de segunda mano “Humana” levanta también la sospecha de una recreación de la vestimenta de los jóvenes ochenteros de la ex RDA. En algunas entrevistas, los realizadores han admitido que ciertas escenas fueron recreadas (era imposible tener tanto material tan bueno sobre la escena de los patinetos en Súper 8 proveniente de algún arcón de la ex RDA). “A veces uno se tiene que ayudar con esto para poder contar una historia verdadera y conmovedora”, dice el productor Roland Vietz.
El problema es que la cinta se siente como un engaño. En ningún momento queda claro que tal o cual escena fue recreada. Los intérpretes de los amigos Dirk y Nico no comparten en realidad un pasado de patinetos con el presunto Denis. Uno es músico y el otro hace doblajes de películas. Una tercera protagonista, la periodista de Alemania Occidental y patineta, affaire de Denis, es una actriz.
La cinta sigue siendo promovida en su página oficial como “documental”. Y así es como se anuncia actualmente en México en el Ciclo de Cine Alemán. Pero, si no es tal, ¿en qué puede confiar el espectador? ¿Puede creer, por ejemplo, en las declaraciones que hace el presunto ex funcionario de la Stasi (la policía secreta de la ex RDA), a quien se ve explicando seriamente cómo la institución observaba de cerca a los patinetos? “Sí, recreamos; sí, usamos actores, pero cuántos y dónde, eso no lo contestamos con detalles; nos parecería muy académico. La cinta nunca fue hecha para la cabeza, sino para la panza”, dice Vietz, haciendo referencia a las maripositas que aspira a generar.
La justificación de haber hecho una película para conquistar al espectador con base en los sentimientos podría ser válida; Leonardo di Caprio no generó controversia cuando grabó Titanic. Además la cinta de Marten Persiel toma como base el movimiento de los patinetos en los años 1980 en el viejo Berlín del Este, que sí existió. Sin embargo, las recreaciones hechas y ocultadas a propósito por sus realizadores dejan a Esto no es California al nivel de una cinta del tipo El Proyecto de la Bruja Blair o Actividad Paranormal, donde cada quién cree lo que quiere. Y cabe preguntar: ¿fue la República Democrática Alemana un país de ficción?