Línea A: Encuadres móviles

Con mi libro recortado y la cámara del celular en su lugar recorrí la línea abordo de un vagón naranja más moderno que los del resto del sistema de Metro de la ciudad y grabé pequeños clips de video.
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Desde hace tiempo tenía la idea. Busqué en la estantería un libro de derecho. Regla. Cúter. Lápiz. Dibujé un rectángulo con las medidas del celular y recorté la misma figura en las casi doscientas páginas del libro. En la contraportada tracé un cuadrado maltrecho en el lugar de la cámara y pegué con Resistol el lomo inferior. Cuando estuvo listo metí el celular, que cabía ajustado entre los márgenes de teorías jurídicas que saqué como almidón. El obturador tenía vía libre para tomar fotos y grabar sin ser visto –en cualquier caso todo debía indicar que leía mientras apretaba el disparador del celular.

 

De tanto en tanto era objeto de curiosas miradas de gente que iba y venía a lo largo de las diez estaciones de la línea A del metro. 14 km 893 m de rieles que inician en la estación más grande de la ciudad de México, Pantitlán.

La línea A es morada y tiene la particularidad de ser la única que recorre su trayecto enteramente por la superficie. Desde los trenes se ven los paisajes propios del suroriente de la ciudad, sus fachadas y sus calles accidentadas. El aire que entra por las ventanas a medio abrir y la luz brillante de medio día acompañan el camino que de inicio a fin, en La Paz, marcan 25 minutos exactos. En La Paz todos debemos salir y el tren avanza a un andén escondido a la vista. Una vitrina detiene el paso y pone por escrito la condición prohibitiva de seguir junto al tren al final de la estación.

Con mi libro recortado y la cámara del celular en su lugar recorrí la línea abordo de un vagón naranja más moderno que los del resto del sistema de Metro de la ciudad y grabé pequeños clips de video. Las voces de vendedores de alegrías, cacahuates garapiñados y cedes de variedades musicales, el sonido metálico del metro que se desliza y los murmullos de la gente que sube y baja en Tepalcates, Acatitla o Los Reyes penetraron las tapas del libro. Esta, pues, es una crónica de imágenes y sonidos de la única línea que sufrió daños en el temblor del 20 de marzo. Un día después de mi recorrido dos estaciones de la línea –Peñón Viejo y Acatitla– se suspendieron por medio día y fueron sustituidos más de cien metros de rieles. Cualquier desliz del encuadre debe adjudicarse a ese hecho. O no.

 

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