Todo fluye, todo cambia, nada permanece. Las naciones poderosas se debilitan y las emergentes reclaman su lugar en el tablero mundial. Los fanatismos de la identidad prosiguen su terror expansivo. El autoritarismo de mercado, frente a las vacilantes democracias, va ganando terreno. Ha descubierto que entre mรกs libertades privadas les permite a sus ciudadanos, menos demandan libertades pรบblicas. Tras la Guerra Frรญa no llegรณ el fin de la historia sino un nuevo y virulento desorden mundial.