Los objetos son espejo de quienes los producen. Atendiendo a esta premisa, cientos de museos continúan albergándolos como piezas dignas de ser exhibidas sosteniendo que a partir de ellos pueden contarse historias. Una vez que cualquier objeto de uso común entra al ámbito museístico se convierte en una herramienta que activa la memoria; la idea es que a través de objetos asociados a referencias conocidas, insertos en narrativas históricas, políticas o personales, el visitante comprenda algún aspecto de su realidad.
De Porfirio Díaz a Vicente Fox. Propaganda electoral en México en el siglo XX es la muestra con la que el Museo del Objeto del Objeto (MODO) explora la participación del objeto de comunicación política a lo largo de las campañas federales realizadas en el país. Los más de dos mil elementos que integran la exposición, pretenden dar cuenta de la evolución de los elementos materiales involucrados en los procesos propagandísticos ocurridos en 100 años de historia.
A partir de un primer espacio introductorio se presenta la información que posteriormente será detallada en el resto de las salas. En la primera parte de recorrido cientos de botones de solapa dejan ver la permanencia y evolución de dicho objeto a lo largo de los procesos electorales; el botón, ya sea de metal, como lo dejan ver los primeros ejemplares, o de plástico, si pensamos en los más recientes, ha sido el portavoz constante de la imagen de los postulantes a la presidencia del país. Posiblemente es su proximidad o adherencia al cuerpo del votante lo que ha garantizado su permanencia en el tiempo.
Es también en esta primera sala donde una línea del tiempo define y materializa las veintiún campañas electorales ocurridas de 1900 al año 2000. Pequeñas vitrinas, que recuerdan a gabinetes de curiosidades, dejan ver las piezas más extrañas de la muestra. La lógica del diseño parece evolucionar sexenio tras sexenio y la sobriedad de los primeros objetos propagandísticos se diluye hasta encontrar las más extravagantes formas: los objetos van desde figuras de cerámica, postales, plumas Parker con la firma de Díaz Ordaz, hasta el disco “¿Dónde estás José?” con las rimas de la campaña de López Portillo, cajetillas de cigarros e incluso un botón que imita el logotipo de “I love New York”, en donde permanece el icónico corazón y el nombre de la ciudad cambia por las iniciales de Salinas de Gortari. Comparten espacio con estas piezas también, la bolsa del mandando priísta, una botella de refresco con la impresión del nombre de Zedillo o el kit electoral empleado durante la campaña de Fox que incluye un abanico con el rostro y distintivo bigote del candidato, la botella de tequila Fox 2000 y un costurero portátil.
Las siguientes secciones de la exposición se dedican a precisar el recorrido temporal esbozado en la sala introductoria, lo que al mismo tiempo permite que las piezas se agrupen en series que dan cuenta de una evolución del objeto relacionada directamente con la profesionalización del diseño de campañas electorales. En este trayecto, que va desde la contienda Díaz-Madero, pasando por la etapa posrevolucionaria y los años del partido hegemónico, el espectador puede encontrar ligas entre los objetos, desde carteleras en tela, primeras evocaciones a los pendones de plástico actuales, placas para automóviles que hoy en día nos recuerdan a calcomanías, llaveros, relojes y más elementos utilizados como recurso para llegar a la mayor cantidad de ciudadanos posibles.
Los objetos atestiguan los mecanismos utilizados por sus creadores para llegar a más espacios, transitando por ejemplo, del ámbito público al privado. Con el recorrido a través de conjuntos particulares de piezas se hace evidente que la misión de muchos de estos utensilios de propaganda política es encontrar un lugar en el ámbito doméstico, ya sea en forma de destapador, mandil o contendor para las tortillas, o bien como artículo de uso escolar o lúdico:cuadernos escolares, gomas, lápices y juegos de mesa.
Hay ciertos objetos que tienen la habilidad de transmitir mensajes más fácilmente, los de propaganda política en manos de futuros votantes han probado su efectividad pero, insertos en una realidad museística, modifican su potencial discursivo abriendo la posibilidad de observarlos como recuerdos, o mejor dicho, recordatorios. No deja de ser revelador que muchas de las viejas promesas electorales que estos transmiten parezcan actuales. Observar la evolución de la gráfica, el tipo de mensaje que se comunica, los mecanismos para llegar a más lugares, el desarrollo de lo que hoy conocemos como marketing político o las particularidades de las piezas son posibles abordajes de la muestra; finalmente todos ellos le asignan algún valor a los objetos, son diferentes maneras de recordar, ejercicio bastante pertinente en un año electoral.
La colección de promesas electorales presentadas en De Porfirio Díaz a Vicente Fox. Propaganda electoral en México en el siglo XX permite que el visitante comprenda pequeños fragmentos de un contexto histórico complejo, las piezas pueden dialogar entre sí al tiempo que la idea de democracia adquiere las formas materiales más singulares. Cuando un objeto se vuelve idea en la cabeza del espectador el museo ha cumplido satisfactoriamente una de sus tantas funciones.
De Porfirio Díaz a Vicente Fox. Propaganda electoral en México en el siglo XX
Marzo-agosto
MODO
Colima 145, col. Roma, Ciudad de México.
Maestra en historiografía e historiadora de la arquitectura.