En medio de la brutal crisis económica, dos leyes centran la atención mediática: la que prohíbe fumar y la ley Sinde, contra las descargas ilegales de Internet. Ambas tienen un elemento común: buscan la mejora, moral, sanitaria e incluso espiritual, de los ciudadanos españoles, que seguimos siendo unos viciosos y que nos encontramos demasiado a gusto siendo pícaros.
Son leyes que proceden del espíritu ilustrado del XVIII: pienso en el ministro Esquilache que legisló para cambiar las capas y los sombreros que se usaban, y cuya reforma fue entendida por el pueblo, harto también de una mala situación económica, como la gota que colmaba el vaso, y que le llevó a amotinarse. Son leyes herederas del krausismo, de la Institución Libre de Enseñanza… Leyes concebidas para hacernos mejores, empeñados, como estamos, en ser los últimos de la clase.
No son las necesarias y urgentes leyes que deberían ayudar a acabar con la lamentable burocracia o para reformar una administración anquilosada o para mejorar la educación pública, sino leyes para fabricar hombres nuevos, mejorados y saludables. Buscan el ideal, y es muy difícil legislar sobre materia tan etérea. Somos humanos, no prototipos.
Sorprende que un gobierno que no hace nada para que las operadoras de Internet ofrezcan un servicio mejor a los usuarios, que hace poco para que España salga de las últimas posiciones en acceso a la Red en el hogar, que no se preocupa porque las empresas españolas sean las que menos páginas web tienen de la Unión Europea y que no parece alterarse mucho porque tengamos uno de los peores servicios de banda ancha [según un informe de diciembre de la OCDE], se movilice con tanto despliegue, incluyendo los aparatos policial y judicial, cuando los juzgados están sobresaturados, para auxiliar a la industria musical y cinematográfica, mejores, según los parámetros ideales, que la industria hostelera, muy afectada por la ley antitabaco, cuya suerte importa menos.
Sorprende menos que el gobierno, en el caso de la ley antitabaco, siembre entre la ciudadanía el ánimo delator.
Puede que el hombre nuevo se cincele con leyes, pero tengo muchas dudas, que no hacen sino aumentar cuando echo un vistazo a la historia, la reciente, la de hace 60 años.
– Félix Romeo
(Imagen tomada de aquí)
(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.