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La editorial Impedimenta, con apenas tres años y medio en el mercado, y tras haber compartido junto a las otras seis editoriales integrantes del grupo Contexto el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural en 2008 en España, ha seguido creciendo y se ha convertido en una referencia de la edición independiente en el país. Su editor, Enrique Redel, cuenta cómo puede ser viable un proyecto enfocado en sacar a la luz obras no descubiertas u olvidadas (en ocasiones, verdaderos clásicos en sus países de origen).
Han logrado ser rentables en tiempos de gigantes, ¿cuál es la receta?
Impedimenta fue rentable casi desde el principio. Hace tres años y medio, cuando nació, la complicidad con nuestros distribuidores, una red de librerías que yo conocía bastante bien, y unos medios proclives a este tipo de editorial, posibilitaron que casi desde el primer libro pudiéramos recuperar la inversión. También estamos en un momento muy dulce para las editoriales de recuperación en España, las que nos dedicamos a recuperar tesoros escondidos de otras tradiciones, o libros de la propia literatura española que hayan pasado un poquito desapercibidos. Es un tipo de edición que cuenta con la simpatía de muchísimos lectores.
Impedimenta nació casi al mismo tiempo que la crisis financiera, ¿es un buen ejemplo del dicho: “las crisis son momentos de oportunidades”?
Sí, la crisis ha creado un fenómeno en las tendencias de lectura: cuando el lector tiene menos dinero en el bolsillo, va a apuestas más seguras, como clásicos modernos o literaturas más consensuadas por el canon o por el tiempo, que es precisamente lo que hace Impedimenta, o lo que hacen también editoriales como Libros del Asteroide, Nórdica o Periférica. Son buenos tiempos para ese tipo de lectores, porque las editoriales estamos dando lo que ellos necesitan.
¿El éxito de Impedimenta es una demostración de que el mundo editorial puede vivir de espaldas al gran público, o se plantean también seducirlo?
Para nosotros, vender entre 2.500 y 3.000 ejemplares de un libro ya es un cierto éxito, pero el reto está en saltar ese ámbito del lector literario que conocemos muy bien, e irte a por gente que compra de una manera menos sibarita, menos culturalista. Tenemos libros como La hija de Robert Poste de Stella Gibbons, que ha sido una auténtica sorpresa, y lleva vendidos 30.000 ejemplares. Se vende en sitios en los que habitualmente no se venden nuestros libros (que son muy cuidados en su presentación, muy exquisitos en su factura formal), como aeropuertos o hipermercados. Y es curioso, porque es un libro literariamente muy hecho. Con ese libro, o con Soy un gato de Natsume Soseki, o con La librería de Penelope Fitzgerald, hemos logrado dar ese salto. Ves que no es cierto el prejuicio de que la literatura que hacemos las pequeñas editoriales, que buscamos pequeños tesoros, es minoritaria. Impedimenta publica libros que en sus países de origen han vendido cientos de miles, o millones, de ejemplares. Ahora estamos viendo cómo seguir satisfaciendo a ese tipo de público más amplio.
¿Este tipo de éxitos les plantea la posibilidad, o la necesidad, de crecer como empresa?
Evidentemente. El hecho de que estos libros estén funcionando de este modo nos posibilita cosas muy importantes. El principal problema que tenemos las editoriales pequeñas es la falta de músculo. Tenemos una capacidad muy limitada de juego, con equipos de trabajo muy pequeños (en nuestro caso somos dos personas, más una becaria que nos ayuda). Todo lo hacíamos dentro de la editorial: la maquetación, el diseño, la promoción… Gracias al éxito de ciertos libros, podemos tener gente que técnicamente te pueda hacer cosas a un nivel razonable y empezar a dedicarnos a lo que se debería dedicar un editor normalmente: buscar nuevos títulos, hacer giras por librerías, contactos con periodistas… Nos permite tener una página web más importante, mejorar muchísimo la comunicación con el lector, y subir un poquito el caché de los autores que publicamos. Nos permite que el paso se alargue y poder ir a otros mercados o a otros ámbitos a donde ahora no llegamos.
En el catálogo de Impedimenta solo he visto tres títulos originalmente escritos en español. ¿Eso se debe a que es más fácil encontrar y publicar grandes obras de autores que no escriben en español y de esa manera se aseguran que no haya competencia y, por lo tanto, haya más posibilidades de rentabilizar la inversión?
Yo creo que las dos tipologías, más que extranjeros y españoles, es la de autores con dominio público y autores con derechos. La tendencia últimamente en Impedimenta es primar mucho más los autores con derechos que los autores con dominio público por esa razón: tener un autor “en propiedad” en tu catálogo, te posibilita poder explotarlo de una manera exclusiva. Nos ha ocurrido alguna vez con otra editorial, que además es amiga, El Olivo Azul, editar el mismo título a la vez, El jardín de los suplicios de Octave Mirbeau. Supimos que iban a sacarlo como quince días antes y no pudimos echar atrás nuestro lanzamiento. En cuanto a la literatura en español, tenemos un firme propósito de empezar a publicar el año que viene autores en castellano. Lo que ocurre es que casi nada de lo que cae en mis manos me llega a satisfacer del todo. Pero sí hay una búsqueda de nuevos talentos que a mí me parezcan igual de buenos que Pilar Adón [El mes más cruel] o de Andrés Ibáñez [El perfume del cardamomo], los dos escritores vivos y actuales en español que publicamos con cuyos libros nos ha ido muy bien, o de Emilio Lascano Tegui [del que recuperaron De la elegancia mientras se duerme, de 1925]. A lo mejor no funcionan igual que un Eudora Welty [Las batallas perdidas, La hija del optimista] o un Stella Gibbons, pero nos ayudará a hacer un buen catálogo.
– Feliciano Tisera
Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.