En su obra clásica The Call of the Wild, Jack London plasma la aventura de un perro llamado Buck que, tras pasar por varios dueños y sobrevivir a todos ellos, termina uniéndose a una manada de lobos en Alaska. Sin embargo, el can suele regresar al que fuera su hogar, pues conserva un vínculo con su último amo.
Esta compleja relación de los humanos con las bestias en la que London ahonda, cuyo vínculo es tan ancestral como esencial, adquiere una nueva dimensión con los sucesos ocurridos recientemente en los parques España y México de la colonia Condesa de la capital, donde varios perros fueron envenenados por un vengador anónimo.
En una ciudad azotada por la violencia y la inseguridad, tal vez éste sea el menor de los problemas para muchos de sus habitantes. Para mucho otros, no. Estos últimos –me incluyo– piensan que, justamente en un momento en que el país se cae a pedazos, no se puede permitir que incluso los hechos más domésticos se vayan también al garete. No se trata simplemente de un problema con dos bandos definidos: los que aman a los perros y los que los odian –que los hay. Es un asunto de civilidad. Y ésta se encuentra en el respeto fundamental a los animales, pero igualmente en el respeto a quienes son sus vecinos. Si ambos bandos no se logran poner de acuerdo, algo importante está fallando, algo que no es tan llamativo como una decapitación del narco o el asalto a una joyería, pero que dice mucho del estado de nuestra sociedad.
La cifra oficial hasta el momento es de nueve perros envenenados; la extraoficial, de 18. Ante las denuncias de los afectados, las autoridades respondieron colocando vigilancia especial en la zona. Ahora que los reflectores están puestos en el tema, es probable que el agresor deje de actuar durante un tiempo. Pero toda noticia pasa, tarde o temprano se baja la guardia, y a nadie debería sorprender que más adelante aparezcan nuevas víctimas.
Pero ¿quién es este odia-perros que ha llevado las cosas demasiado lejos?, se pregunta la gente. Quien quiera que sea, confundió las cosas. Si algún can le causó molestia, por más grave que ésta sea, no es culpa del animal, sino de su amo. Obviamente, no es cuestión de cobrar revancha con el dueño, sino de negociar. Al parecer, hemos perdido esta capacidad, y necesitamos un árbitro. Si hay denuncias, quejas de vecinos contra perros molestos, y las autoridades no las atienden, permitiendo que la ira se acumule a tales extremos, entonces las autoridades fallan a los ciudadanos. Esto no es nuevo: ya hemos visto cómo en otros estados más conflictivos y con problemas mayores surgieron las llamadas autodefensas. ¿Representa este vengador anónimo un nuevo tipo de autodefensa doméstica? ¿Una neurosis desbordada ante tanto ladrido y excremento invadiendo las aceras? Los datos oficiales dicen que en la Ciudad de México conviven un millón de perros, lo que hace pensar que hay muchos, muchos más. Estos envenenamientos son un síntoma, una olla exprés que podría explotar con represalias semejantes u otras insospechadas.
Fue J.G. Ballard quien advirtió en sus novelas sobre los peligros de los entornos cerrados, autosuficientes, que generan las urbes. En Running Wild, los habitantes de Pangbourne Village terminan asesinados por sus propios hijos, quienes enloquecen ante el ambiente de planificación y prosperidad que los envuelve, pero que no es más que otra forma de control. Y la imagen inicial de Rascacielos es elocuente para el tema que nos ocupa: un hombre que devora los cuartos traseros de un perro, una vez que el edificio en el que vive ha sucumbido a una especie de guerra civil. La colonia Condesa se parece a los entornos descritos por Ballard, debido a su peculiar traza urbana (un círculo dentro de otro círculo), y al creciente giro comercial que ha dado en los últimos años, donde prácticamente cualquier tipo de servicio está disponible. Se puede respirar en ella ese auge y bienestar, pero también la tensión, las diferencias, la saturación…
Un reto mayúsculo: conciliar el lado doméstico con el salvaje –me refiero al lado salvaje de los humanos. Lograr que los amantes de las mascotas, y los amantes de su propia privacidad lleguen a una convivencia equilibrada, justa.
Pero el asesinato, jamás.
El asesinato nos iguala con las bestias.
Su libro más reciente es el volumen de relatos de terror Mar Negro (Almadía).