Hay muchísimos documentales extraordinarios, pero si tuviera que escoger mi favorito, probablemente escogería la serie Up.
El director Michael Apted comenzó esta legendaria serie en 1964, cuando estrenó la primera película, Seven Up. En ese primer documental, Apted entrevistó a catorcé niños británicos de siete años de edad, todos de distintas clases sociales. Las entrevistas se enfocaban en el futuro: qué esperaban de la vida, qué querían ser de grandes. Desde ese entonces, Apted ha entrevistado al mismo número de chicos cada siete años, estrenando un nuevo documental con la recopilación de dichas entrevistas. La serie ha llegado a su séptima entrega, 49 up, convirtiéndose en algo único en el cine. Al ver esta saga, el espectador es testigo del crecimiento y colapso de las esperanzas de diversos seres humanos mientras envejecen y reflexionan sobre su vida, mientras toman caminos inesperados o acaban justo donde esperábamos que acabaran.
-Tom Campana
Yo me iría por F for Fake. Más documental que cualquier cinta dirigida por Michael Moore, más mockumentary que cualquier cosa que Fellini –el creador de dicho género- haya podido imaginar, F for Fake de no sólo es un gran documental: es la mejor película de Orson Welles (lo siento, fanáticos de Rosebud).
La cinta cuenta las historias paralelas de dos impostores del arte de la magia –un artista y un biógrafo-; trata los orígenes de Welles como actor y cineasta, y aborda a Howard Hughes. Pero es la obsesión de Welles por confundir la que ata los varios cabos de este maravilloso tapiz. (Basta recordar que fue él quién leyó “La Guerra de los Mundos” por radio y propició un pánico generalizado en los habitantes de la costa este de Norteamérica que, por unas horas, creyeron que iban a ser atacados por alienígenas). En suma, se trata de un fabuloso ejercicio sobre la naturaleza del engaño.
-Chris Taormina
Me gustan ambas cintas. Sin embargo, dado que prefiero las cintas con narrativa convencional a los documentales, debo escoger The Cove como el mejor documental que he visto. The Cove pretende poner en evidencia el asesinato anual de cientos de delfines en Japón. Pero la identidad de la película no es la de un documental: The Cove es un thriller de principio a fin.
El director Louie Psihoyos, su equipo y Ric O´Barry (el viejo entrenador de Flipper) se ven amenazados por un grupo de japoneses y se les prohíbe grabar un solo segundo de lo que ocurre en aquella costa. Descartando las amenazas de las autoridades, Psihoyos y O´Barry comienzan a planear una peligrosa y elaborada misión en la que, burlando a diversos elementos de seguridad y haciendo gala de una variedad de gadgets dignos de una cinta de James Bond, se adentrarán en la costa para grabar el asesinato de los delfines. La tensión y el suspenso que resultan de este experimento no tienen paralelo. El espectador casi olvida por lo que están peleando los realizadores y termina preocupándose, más bien, por su bienestar. ¿Estrategia loable para armar un documental? Quizás no. ¿Drama potente? Sin duda.
-Daniel Sweren-Becker
Les doy crédito por escoger documentales que desafían el género. Sin embargo, ninguno de ustedes está apoyando un documental hecho y derecho.
Vámonos de vuelta al arquetipo. Hoop Dreams.
Cuando se estrenó, Hoop Dreams sacudió el circuito festivalero tanto o más que una cinta de Tarantino o Anderson. En ella, seguimos las vidas de dos atletas preparatorianos de clase baja que sueñan con conseguir becas para jugar basquetbol en la NBA. Los directores le invierten tanto como los chicos para lograr cristalizar sus objetivos. El resultado es una cinta desgarradora, repleta de obstáculos y drama. Hoop Dreams es una obra de arte que usa las estrategias documentalistas más convencionales. Y por eso la escojo: porque prueba que este género es capaz de suscitar el más elusivo de todos los elementos cinematográficos: involucrar al espectador emocionalmente de cabo a rabo.
-Chris Taormina
Tenía la impresión de que mencionar a Hoop Dreams estaba prohibido, precisamente porque queríamos tener un auténtico debate. Ese maravilloso documental, junto con The King of Kong, prueba que este género se ve beneficiado cuando el espectador sabe más que los objetos de estudio. Aunque ambas cintas tienen un tono drásticamente distinto –la esperanza pisoteada versus la obsesión absurda-, creo que ponen al espectador en una posición en la que sabe más que los protagonistas del documental. En Hoop Dreams, contenemos el aliento mientras observamos a estos dos muchachos luchar por algo que es tan inasible como ganar la lotería. La experiencia es estrujante porque sabemos que no conseguirán lo que buscan: y esperamos, como un inevitable accidente de tránsito, a que les caiga el veinte. En The King of Kong, nuestra satisfacción se nutre de observar a dos adultos intentando lograr algo que es claramente ridículo: entrar al libro de Guinness con el récord de mayor puntaje en Donkey Kong.
-Daniel Sweren-Becker
Concuerdo con la inclusión de la serie Up y The King of Kong. Sobretodo disfruté este último documental. No se me ocurre un mejor villano que Billy Mitchell, el sensei de Pac-Man, experto en salsas para alitas picantes, que miente y hace trampa con tal de asegurar el primer lugar en el libro de Guinness. Y Steve Wiebe –su contraparte- tiene que ser el protagonista más entrañable en la historia de los documentales.
En mi lista pondría a My Architect y 51 Birch Street junto a The King of Kong. El narrador de ambas historias es un hijo que descubre poco a poco quién fue su padre. En el caso de My Architect, el padre es nada más y nada menos que Louis Khan, uno de los más renombrados arquitectos del siglo XX, que deja al narrador huérfano tras fallecer misteriosamente dentro de un baño de Penn Station, en Nueva York. Y en 51 Birch Street, el padre es un norteamericano común y corriente que parece llevar una vida promedio hasta que su esposa muere. Después de enterrar a su madre, el narrador descubre un fajo de cartas que indican que su padre ha mantenido secreta una parte de su vida por más de treinta años.
En ambos documentales hay una sensación de descubrimiento, de verdad sin diluir, que rara vez se ve, no sólo en otras cintas de este género, sino en el celuloide en general.
-Daniel Krauze
¿Y qué me dicen de Dear Zachary y Jesus Camp? Ambas –creo- merecen un lugar en su lista.
-Daniel Krauze
Creo que Dear Zachary pertenece a una nueva categoría: un documental cuyo contenido es tan fuerte que se vuelve necesario a pesar del descuido con que está filmado. El director Kurt Kuenne emprende una aventura alrededor de Estados Unidos para crear un testimonio de su mejor amigo –recientemente asesinado- para darle el video a su hijo Zachary, de apenas un año de edad. Para ser franco, lo que compone a la cinta no es interesante: videos sobre la vida de un hombre común y corriente. Sin embargo, algo trágico e inesperado ocurre a la mitad de la cinta, y la ira con la que Kuenne registra lo que ocurre hace que Dear Zachary se convierta en una experiencia indeleble: una obra de arte, no tanto por la forma en la que ha sido creada, sino por lo que la cámara de Kuenne logra grabar a partir de ese incidente.
Un documental sólo puede ser tan bueno como el objeto al que sigue. Cuando ese objeto es, en sí mismo, inolvidable, la cinta puede llegar a serlo también.
-Daniel Sweren-Becker