Carlos Castellanos, futbolista y entrenador

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Cuarta entrega de la serie “Pasiones fuera de la redacción”.

“El día que deje de jugar al fútbol me sentiré viejo”

Un día llega a una redacción económica una caja que contiene uniformes de fútbol. Celestes, en honor a la selección uruguaya. Todos saben que el destinatario del envío es Carlos Castellanos, uno de los periodistas que más sabe de fútbol en España, colaborador habitual en programas especializados, que lleva 20 años ganándose la vida como periodista económico. Sin embargo, lo que él realmente lleva dentro es un jugador de fútbol, algo que lleva siendo toda la vida como aficionado. Hoy, a sus 48 años, sigue jugando entre muchachos de 20 y está haciendo sus primeras experiencias como técnico. Nacido en Uruguay, criado en Inglaterra y Estados Unidos, lleva más de dos décadas en España, donde viven también sus dos hijos, Silvio y Sara. No descarta volver a Uruguay un día para cumplir algunos de sus sueños.

¿Cómo empezó esa pasión por el fútbol?

Como todos los chicos, empecé a jugar en el patio del colegio, pero también fue una forma de estar cerca de mi padre. Empezamos cuando yo tenía siete años a ir juntos al fútbol, quizás era lo que más nos unía. Me permitía compartir con mi padre tiempo, conversación, intereses… Evidentemente tuvo que ver el hecho de criarme lejos de Uruguay, en un país tan distinto, donde Uruguay apenas es conocido, y más en aquella época. Era algo sobre lo que yo podía presumir, decir “Uruguay ha sido dos veces campeón del mundo”. Era algo que dejaba a Uruguay por encima de Inglaterra.

¿Y tu padre ahí te llevaba a ver al Fulham?

Sí, en el año 69 fui por primera vez con mi padre a ver al Fulham. Él llegó a Inglaterra tres meses antes que el resto de la familia, para encontrar casa, para establecerse y para que todo fuera más fácil para nosotros cuando llegáramos. Y en ese tiempo fue a ver a prácticamente todos los equipos de Londres: al Chelsea, al Arsenal, al West Ham, al Tottenham. Mi padre, cuando llegó el resto de la familia y quiso llevar a su hijo pequeño al fútbol, pensó que el sitio más cómodo y seguro era el pequeño y tranquilo Fulham y no las masas de otros equipos que además arrastraban algunos hinchas violentos. Entrábamos al estadio fácil, sin aglomeración. Era un estadio casi de viejos, donde las jugadas buenas eran aplaudidas como en un partido de críquet.

Siempre viviste en Inglaterra, pero ¿siempre sentiste la camiseta uruguaya?

Antes de vivir en Inglaterra, vivimos en Estados Unidos y mi papá trabajaba con un uruguayo, que era fanático de Peñarol, que en esa época lo ganaba todo. Y este hombre estaba constantemente diciéndome: “Carlitos, Peñarol campeón otra vez, Peñarol campeón de América, Peñarol campeón del mundo, Peñarol campeón de Uruguay”, y eso a un niño le influye, a un niño le gusta un caballo ganador. Así me hizo hincha de Peñarol. Y mi padre, que es muy de contar anécdotas, recordaba muchas historias y me hablaba del fútbol del pasado, de los triunfos uruguayos y eso me cautivaba. Creo que todo esto, combinado con el sentimiento de patriotismo de mi padre, el hecho de estar lejos del país de uno… todo esto ayudó a que yo me aferrara mucho más al uruguayo y, al fútbol, porque es hasta cierto punto unas de las pocas cosas por las que se conoce a Uruguay.

¿No te planteas volver a Uruguay a vivir?

La última vez que fui, hace un par de años y tras veinte de ausencia, sentí por primera vez en la vida que no era extranjero, que estaba en mi país, en mi tierra. A pesar de eso, el hecho es que yo he vivido muy poco allí, tengo una vida entera en Europa y tengo a mis hijos aquí. No me veo yendo a 12.000 kilómetros de distancia dejando a mis hijos aquí. En un futuro, si todo se da bien, cuando me jubile, quizás pueda vivir allí unos meses, aprovechando el tiempo bueno y después volver para la primavera y el verano a Europa. Pero es una posibilidad y está todavía muy lejos.

¿Tu sueño sería ser entrenador de Uruguay?

En un mundo de fantasía, sí. Pero un sueño más real es poner algún día una escuela de fútbol para niños en condiciones desfavorecidas en Uruguay, recurriendo a empresas, donde también se brinde enseñanza académica y alimentos para chicos. También podrían colaborar algunos futbolistas de los que están en Europa. Esto va en contra de lo que te decía, de que no me veía viviendo en Uruguay, pero los sueños son para eso.

¿Cómo llevas el paso de tiempo como futbolista?

Juego al fútbol desde que era muy chico, y nunca he dejado de hacerlo. Tengo 48 años y sigo jugando, y no en una liga de veteranos, porque no quiero condicionamientos: quiero seguir probándome contra los que están en plenitud. Principalmente porque el día que deje de hacerlo, creo que de la noche a la mañana me sentiré viejo. Ahora me quita más tiempo, porque estoy entrenando un equipo: entreno un equipo y juego en otro.

¿Nunca te planteaste ser periodista de fútbol a tiempo completo?

Podría dedicarle más tiempo al periodismo deportivo, pero una cosa es ser colaborador y dedicarle unas pocas horas a la semana, y otra sería convertirlo en la actividad principal, porque ya entran los problemas diarios, las frustraciones, se convierte en rutina, pierde un poco de brillo, ¿no? Deja de ser la diversión, y pasa a ser la obligación. Cuando el hobby se convierte en obligación dejas de hacerlo por amor.

¿Y nunca te planteaste de dedicarte de una manera profesional a dirigir?

Me gustaría, pero conseguir el carné de entrenador supone tanto tiempo, tanto esfuerzo, que entre mis trabajos y otras actividades, no puedo hacerlo. Lo que sí tuve fue la oportunidad de jugar profesionalmente, porque hice pruebas en algunos equipos.

¿En dónde?

En España estuve una semana en lo que era en aquel entonces el Atlético Madrileño, que es el Atlético de Madrid B. Me fue bien, por lo menos me quedó la satisfacción de que quisieron que me quedara. Mi preparación física no estaba a la altura del resto del plantel, y me pidieron que me quedara hasta el final de la temporada con ellos para ponerme a punto. Pero yo en aquel entonces estaba trabajando en Inglaterra, me vine a España solamente para la prueba, y tenía que decidir. Elegí volver al trabajo y no arriesgar. Me arrepentí toda mi vida.

¿Te ataron las obligaciones?

No, no tenía grandes responsabilidades, podría haberlo hecho, tenía unos 21 años. Después tuve otras pruebas en Uruguay. Primero probé con Wanderers, de la primera. Me fue bien y quisieron que me quedara, pero me surgió la posibilidad de hacer una prueba en Peñarol, y fui. Me salió horrible la prueba: perdí la oportunidad de seguir en Wanderers y perdí la oportunidad de Peñarol.

¿No podías irte a hacer la prueba sin que se enteraran los otros?

Uruguay es muy chico, todo el mundo se conoce. Me la había conseguido mi padre, con todos sus contactos en periodismo vinculados al fútbol, y no hubiera quedado bien hacer las cosas sin ser claro. Así que seguí jugando en Inglaterra, en equipos aficionados de buen nivel, pero nunca llegué a ganar dinero.

¿Y en España no seguiste jugando a buen nivel?

Ya tenía unos 25 años cuando vine aquí, y ahí prácticamente tuve que dejar el fútbol al nivel que estaba jugando, y las perspectivas de llegar más lejos. Tuve a mi primer hijo, y el hecho de ser extranjero te limitaba mucho: sólo podía jugar en Primera o Segunda división, porque en divisiones más bajas no permitían jugar a extranjeros. Y no jugué más hasta que en 1995 hicimos el equipo de La Carreta, que aún sigue compitiendo en una liga local.

¿Hace un par de años te ofrecieron dirigir?

Andrés, un compañero de trabajo de 24 años, me dijo que su equipo, Virgen del Puerto, que está en Tercera Regional de Madrid, se quedó sin entrenador, y me propuso entrenarlos. Yo nunca lo había hecho y no quería, pero al final me convenció y fui para echar una mano. Me fue gustando y los jugadores respondieron bastante bien a mi presencia. Entonces, lo que al principio era una ayuda, ha entrado este año en su tercera temporada. Ha sido una experiencia muy linda por el lado humano, porque he podido vivir los altibajos que produce el fútbol en las personas. Los que juegan también tienen sus problemas personales y tienes que ser conciente de eso. Yo me acerco mucho a los jugadores del lado personal, para tratar de ayudarlos, escucharlos cuando quieren hablar, darles algún consejo… En ese sentido me ha enriquecido y me gustaría pensar que he podido ayudar. Les he buscado trabajo a algunos, los he orientado con cuestiones de estudio… cosas por el estilo. Me gusta más allá de la cuestión futbolística.

¿Te resulta el fútbol un escape ante el trabajo tan realista que haces?

Posiblemente necesite una pequeña válvula de escape y tener contacto con la realidad, como puede ser el fútbol aficionado, cuando te dedicas a algo tan falso y absurdo como los mercados financieros, que para mí no son más que un engaño. Se basa la economía, y en definitiva la vida de la gente, en humo, en algo que no existe, que castiga y beneficia siempre a los mismos. Cuando te dedicas a algo que te causa esa sensación y que no te gusta para nada, tienes que buscar una actividad que te distraiga y que te guste de verdad. Pienso que estar en contacto con las personas que hacen algo por afición, porque les gusta de verdad y porque lo viven, es un poco volver a la realidad. Pero este es el sistema que tenemos, y para que no sea así tendría que haber un cambio radical que es muy complicado, porque todo el mundo está trabajando en la misma dirección y la inmensa mayoría parece estar de acuerdo, aunque no le vaya bien. Perteneces a este mundo, y acabas colaborando y formando parte de él, aunque no te guste.

– Feliciano Tisera

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Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.


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