Sigue esta tendencia en el arte contemporáneo que consiste en realizar “instalaciones” con objetos más o menos sanguinolentos para que el espectador medite bien fuerte. Alguna vez, hace tiempo, redacté mi opinión aquí, sesgadamente. Fue muy satisfactorio que algunos lectores, incapaces de leer una sátira, se quejasen de haber buscado en vano la galería ficticia que ahí se mencionaba. Mi propia idea del arte sanguinolento se reduce, me temo, a la “Crucifixión” de Matthias Grünewald…
Pero artista, lo que se llama artista, es Gianni Motti. Como se lee aquí y aquí este denodada y furiosamente creativo artista declaró en 2005 haber adquirido, gracias a unos “buenos contactos”, la grasa corporal que le extrajeron al caballero Berlusconi durante una liposucción en una clínica de Lugano.
Con esa materia prima, el artista Motti procedió a fabricar una barra de jabón que exhibió en una feria de Basilea, “donde alguien que quisiera lavarse las manos con Berlusconi” podía adquirirla por 10 mil libras esterlinas. Y lo hubo: un coleccionista (no se sabe de qué) de nacionalidad suiza. La obra de arte se llama “Manos Limpias” y con ella el artista expresa su “oposición a la corrupción y a las estructuras de la mafia italiana, así como su opinión personal de Berlusconi”.
Caramba.
Luego está este otro artista, lo que se llama artista, Marco Evaristti que deja a Gianni Motti como un fino pintor prerrafaelista. Pero de ese sí no hablo.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.