Imanes berlineses

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Si a alguno de los visitantes de la Casa de la Cultura para Ferrocarrileros de Berlín Oriental le hubieran dicho que la Cortina de Hierro se vendría abajo, tendría muchas razones para mirar al cretino de soslayo. Y si el provocador, más punzante aún, le asegurara que esos techos albergarían una escuela para predicadores musulmanes, el camarada habría soltado las carcajadas.

Este experimento mental no es payaseo. En el antiguo edificio de Ferrocarrileros se estableció el primer internado para imanes de Alemania. Y justo hoy empezaron clases. Más de una treintena de estudiantes, todos alemanes y holandeses –la mayoría de origen turco– entre 18 y 25 años llevaban ya varios meses en pre-cursos.

La Jefa de Gobierno del distrito Lichtenberg, Christina Emmerich, asegura estar muy contenta por esta “ganancia” para Berlín. Y presume que la escuela ha mostrado interés en establecer diálogo con las iglesias de los alrededores y sus vecinos. Pero la Unión Turco-Islámica Ditib –a la sazón la asociación musulmana más poderosa en Alemania– ve poca seriedad en el proyecto, y arguye una escasa formación teológica. Ellos mejor traen sus imanes de Turquía.

El problema con esos imanes “importados”, revira el director de la nueva escuela, Alexander Weiger, (quien se convirtió al Islam hace dos años), es que ni saben alemán ni conocen la cultura y la vida alemanas. Mucho mejor es educar a muchachos nacidos en el país, que dominen la lengua y que hayan ido a una escuela local. Por ello, el plan de estudios en su escuela contempla cursos de alemán y Estudios Sociales, además de las asignaturas de Árabe, Turco, Corán, Religión y Arte. La preparación dura, en total, seis años.

La polémica desatada por la mezquita recientemente inaugurada en Heinersdorf, otro barrio oriental de Berlín, muestra el estado de la cuestión. Sí: estemos a favor de la apertura, la tolerancia y la libertad religiosa, y seamos conscientes de que “Islam” y “extremismo islámico” no son sinónimos. Oponerse, acá, puede implicar el calificativo de extrema derecha, con las alusiones históricas bien conocidas. Pero por ahora, alegrarse me parece un sentimiento más próximo a la temeridad que a la honestidad.

En la medida en que se comprendan mejor las enseñanzas de una escuela para imanes se la podrá aceptar (o rechazar), más allá de miedos, prejuicios y otras emociones. Lastimosamente, la actitud del director Weiger siembra dudas o sospechas, si lo que cuenta Christina Hebel es verdad: al presentarse, Weiger retira con rapidez la mano: “eso [estrechar la mano femenina] está prohibido, sería un pecado para nosotros” (Christina Hebel, “Islam auf Deutsch”, FAZ del 9 de marzo de 2009, página 3).

– Enrique G de la G

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Doctor en Filosofía por la Humboldt-Universität de Berlín.


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