Quisiera ser millonario, de Danny Boyle y Loveleen Tandan
Digámoslo desde el inicio: la nueva película de Boyle, que estuvo a punto de llegar directo a DVD cuando la distribuidora original (Warner Independent) cerró en mayo de 2008, es un cuento de hadas cuyos protagonistas terminan viviendo felices para siempre. Aún más, el desenlace utópico es subrayado por un número musical que homenajea el estilo Bollywood, la meca del cine asiático de donde se desprende Anil Kapoor, que encarna al presentador del programa televisivo ¿Quién quiere ser millonario? en versión india. El dinero que Jamal (Dev Patel) gana para reunirse con Latika (Freida Pinto), su amor de infancia, ya había figurado como hilo conductor en otros filmes de Boyle: Tumba al ras de la tierra, Trainspotting y sobre todo Millonarios, con la maleta llena de billetes que cae del cielo para echar a andar la fábula sobre dos hermanos que son claros precursores de Jamal y Salim (Madhur Mittal), este último involucrado con el hampa de Mumbai. Basada en la novela de Vikas Swarup, la radiografía de la pobreza en la antigua Bombay ha causado enojo en los espectadores indios, pero lo cierto es que Boyle le imprime un ritmo y un vigor que hipnotizan a lo largo de una trama estructurada en base a las preguntas que Jamal responde para explicarnos y explicarse su historia.
Vals con Bashir, de Ari Folman
La inquietud surge desde el vertiginoso arranque del tercer largometraje de Folman, nacido en Haifa en 1962: ¿qué tan válido –cabría decir ético– es acudir a la animación para dar forma a un documental sobre la masacre a manos de falangistas cristianos libaneses que cobró la vida de cerca de tres mil civiles en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, al sur de Beirut, entre el 15 y el 17 de septiembre de 1982, al cabo del asesinato del presidente electo Bashir Gemayel? La réplica del cineasta no deja lugar a dudas: “La guerra es la cosa más surrealista de la Tierra […] La única forma de hacer esta película era mediante la animación porque trata de la memoria perdida, de los sueños y del subconsciente.” Y del modo, hay que añadir, en que el hombre puede salir adelante luego de hacer eco del grito de Kurtz en El corazón de las tinieblas: “¡Ah, el horror! ¡El horror!” Feroz indagación de los mecanismos que el recuerdo crea para ayudarnos a lidiar con la barbarie que hemos atestiguado, Vals con Bashir gira en torno de una imagen recurrente –las bengalas que estallan en el cielo de Beirut para alumbrar la masacre mientras tres soldados se bañan en el mar– que Folman usa de llave para reabrir su pasado como miembro del ejército israelí durante la invasión de Líbano. El pietaje televisivo que cierra el filme, criticado por cierto sector de la prensa, marca una ruptura tan brutal como eficaz que nos retrotrae a la cruda realidad histórica: lo que hemos visto no es, por desgracia, un fastuoso delirio simbólico en la línea de Pink Floyd: The Wall.
– Mauricio Montiel Figueiras