El empresario Alejandro Martí ha declarado públicamente acerca de por qué, para rescatar a su hijo Fernando de las manos de los secuestradores, no recurrió a la policía sino a un “negociador” que, según el diccionario académico significa, en segunda acepción: “persona que interviene en la negociación de un asunto importante”.
“Nadie está preparado para un secuestro”, ha declarado don Alejandro. “Los que se lo llevaron eran uniformados y lo que menos queríamos saber era de la policía.”
El resultado trágico del caso le duele no sólo a los padres de Fernando, sino a cualquier ciudadano de cualesquiera condiciones económicas y sociales. No hay manera de reprochar a don Alejandro que haya tomado la decisión de negociar mediante un intermediario por él elegido cuando todos sabemos acerca de la poquísima confianza que se puede tener en una policía a la que los ciudadanos pagamos para que paradójicamente (por decir lo menos) ampare en su propio cuerpo a no pocos de los criminales a los que debía perseguir.
Ahora se confirma lo que ya habíamos empezado a saber desde hace un tiempo: que tampoco son confiables los “negociadores”, algunos de los cuales se ocupan de “negociar”, sí, pero en provecho propio y de los criminales.
Y así están las cosas. En esta ciudad vivimos ya inmersos en otro esmog, éste de carácter íntimo y a la vez social, que se une al que ya existía: el del miedo. Un miedo originado por una doble desconfianza. Sabemos que la decisión de don Alejandro, la de recurrir a un “negociador”, tal vez habrá sido equivocada (según fuese tal intermediario), pero posiblemente también hubiera sido un error acudir a la policía.
En su inconclusa opereta Landrú imaginó Alfonso Reyes al famoso criminal poniéndose finalmente un gorro de gendarme, mostrándose como un jefe policiaco y obscenamente proclamándose como “el perfecto hermafrodita”: el Crimen-Policía.
Así estamos los ciudadanos no sólo de Esmógico City sino además de casi todo el país: sin nada ni nadie que merezca nuestra confianza y atenidos tan sólo a una ley interior e ineficaz: la del miedo.
Y ahora surge un motivo más de temor: si echan a la calle a los policías-criminales, o los criminales-policías, ahora se dedicarán a lo mismo… pero ya de tiempo completo.
Así estamos en Esmógico City y “anexas”.
Milenio Diario, miércoles 13 de agosto de 2008
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.