En su más reciente –y ahora último– número, el suplemento confabulario incluye este breve texto de su director Héctor de Mauleón:
DESPEDIDAEl viaje terminó. Después de cuatro años y 210 números, confabulario cierra sus puertas. En ese periodo, este suplemento fue una casa plural, un punto de encuentro entre el presente y la tradición, un lugar de ventanas abiertas donde se rindió culto al diálogo, el debate, la conversación. Agradecemos la compañía de nuestros lectores, el apoyo y la inteligencia de nuestros colaboradores, la solidaridad y los consejos de nuestros amigos. Agradecemos también a los directivos de El Universal que hicieron posible este proyecto. Con esta edición, confabulario se va. Pero de algún modo se queda.
¿Qué decir? En principio y ante todo, que qué jodidas están las cosas. Son pocos, y poco influyentes, los espacios culturales y ahora son, sencillamente, menos. Dígase lo que se quiera de confabulario, pero el suplemento pesaba: era leído y, más importante, era leído a veces con enfado. Sus páginas –habitadas por una nómina bastante plural de autores– atizaban el debate y, de pronto, hasta exasperaban. ¿Poca cosa? Si a eso se suman los ensayos y las reseñas y las traducciones y los rescates editoriales (un formidable cuento inédito de Efrén Hernández, por ejemplo) publicados semana a semana, es incluso demasiado.
De entre las diversas conjeturas sobre la desaparición del suplemento, sólo una me convence: confabulario murió porque así lo quisieron los ejecutivos de El Universal. Lo de siempre: si es necesario ahorrar, que se sacrifique la cultura. Lo ya común: la avasallante marcha de la lógica financiera. ¿Qué hacer? Resistir. Mejor: combatir a los bárbaros.
– Rafael Lemus
es escritor y crítico literario. En 2008 publicó 'Informe' (Tusquets) y 'Contra la vida activa' (Tumbona).