En los umbrales del siglo XXI, la proliferación de la escritura poética oculta, en la demasía, la consistencia de lo que se nombra. ¿Qué es la consistencia poética? Lo que el poeta nombra, en su saber, de lo circundante. Nunca estamos donde siempre y sólo quienes enfrentan desde el poema con precisión las condiciones actuales lo saben nombrar.
El poeta enfrenta la globalización, la internet, la web cam, y desde la escritura en verso amplía y diversifica los procesos de comunicación y los estados de comunión, no lleva agua a su molino sino vierte de agua a todos los molinos. Y es que las nuevas condiciones de la “acción comunicativa” exigen sabiduría para ser enfrentadas.
Entre los sabios de hoy en Latinoamérica están el venezolano Eugenio Montejo y el italomexicano Fabio Morábito. No son poetas cibernéticos pero su poesía, ya en forma de libro impreso y/ o documento electrónico, forma parte de la realidad que enfrenta el lenguaje poético de nuestro tiempo. Son, ambos, poetas de la templanza, de la invención realista, de la brevedad verbal.
Sus temas son distintos, sin embargo sus resoluciones guardan semejanzas. De diferentes latitudes poéticas, Montejo y Morábito forman parte de un mismo linaje que hace del verso canto crítico e imaginativo; el primero es interreferencial y abstracto, el segundo hace de la realidad su referente y de la imagen su capacidad figurativa.
Los dos ven en la literatura y en lo social puntos de partida, no van hacia el ser de éstos fenómenos sino de ellos parten. Ahondan, buscan, con versos pacientes, sin prisa ni estructuras intrincadas, la verdad de lo que nombran. Montejo le habla al siglo XX, a las realidades históricas, Morábito se dirige a la realidad cotidiana que lo conforma ese siglo pasado y hace una suerte de micro historia poética de la realidad diaria. El primero es Hamlet y el segundo un ciudadano consciente de que presencia la sombra de un fantasma.
Todos somos Hamlet, esa es la cuestión.
– Josué Ramírez