El tumor verde

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Desde septiembre del año pasadoel Partido Verde ha emprendido una ofensiva propagandística machacona y abusiva, con la obvia intención de dar un madruguete en la contienda electoral de junio próximo. Por si no bastara con el diluvio de spots en radio, televisión y cine, los patrocinadores ocultos de la gigantesca embestida mediática (el gobierno federal y las televisoras) han inundado las calles con espectaculares donde el Partido Verde se ufana de cumplir sus promesas, en una tentativa orwelliana por explotar la ignorancia de millones de ciudadanos aletargados por la miseria. Desde luego, el Hermano Mayor les oculta la información fundamental para razonar su voto: el matrimonio del Verde con el pri, su carácter de negocio familiar, y el historial delictivo del heredero de la franquicia, el atildado rufián Jorge Emilio González Martínez, exhibido desde 2004 en un video donde aceptó un soborno por dos millones de dólares, a cambio de permitir la construcción de un hotel en una reserva ecológica de la Riviera Maya.

Por lo pronto, la campaña para inflar al Verde ya provocó una grave crisis en el recién fundado ine: a mediados de febrero, los representantes de siete partidos se retiraron del Consejo General “en protesta por el nivel de deterioro institucional y la falta de imparcialidad que se vive en esta institución clave de la democracia mexicana”, según el comunicado conjunto de la oposición (pan, prd, Morena y la chiquillada). Como detrás del Verde está un gobierno con bajos índices de popularidad, la renuencia del ine a sancionar al satélite del pri por su flagrante violación de los reglamentos electorales entraña una grave amenaza para nuestra incipiente democracia. Temeroso de una derrota electoral que le quitaría la mayoría parlamentaria, Peña Nieto se fuga hacia delante, intentando conservarla con una jugarreta de tahúr desesperado. Se supone que la reciente reforma política había blindado y perfeccionado el órgano electoral, pero el pri ya tiene bajo su control a seis de los once consejeros (los cuatro que nombró directamente y dos más recién sobornados). La restauración del viejo régimen que muchos temíamos está en marcha. Pero el gobierno ha elegido el peor momento para sacar las garras. El secuestro de la voluntad popular funcionaba en un país apático y soñoliento, con instrumentos eficaces de control político: en el México ingobernable y caótico del siglo XXI puede llevarnos a una vorágine mucho más cruenta que la del sexenio pasado.

Los astutos publicistas del Verde no aspiran a convencer al votante: más bien quieren apabullarlo con un gran alarde de poder económico. Te guste o no voy a ganar, por lo tanto, más te vale estar con el ganador. Por enésima ocasión, la élite más corrupta del país sacrifica la credibilidad electoral para conservar sus privilegios de casta. Como resultado de esta burda manipulación, el Verde ha subido del 7 al 10% en las preferencias electorales, pero el globo que inflaron es fácil de reventar. Bastaría que la oposición difundiera en los canales de mayor audiencia un video de la televisión búlgara que circula en YouTube, donde un ramillete de guapas edecanes protestan por la muerte de su compañera Galina Chankova Chaneva, fallecida el 2 de abril de 2011 en Cancún, al caer del lujoso condominio donde Emilio González Martínez celebraba una bacanal. En el video, una amiga de la difunta denuncia entre sollozos: “El Niño Verde se pone nuestra ropa, nos nalguea y luego nos avienta por el balcón. No queremos que nos lleven a Cancún. No tenemos alas para volar.” A la gente conmovida por la cursilona campaña del Verde en favor de los animales le convendría saber que el sultán vitalicio de ese partido trata a sus odaliscas como bestias de circo.

Si a pesar de este previsible contraataque, el Verde sigue ganando adeptos y salva al pri de perder la mayoría legislativa, su alianza solo habrá logrado acelerar el derrumbe de las instituciones. En el país hay muchos polvorines encendidos (Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Oaxaca) y el gobierno de Peña Nieto quiere apagarlos con gasolina. Es cuando menos temerario entregar más poder a una élite maleducada y engreída que ni siquiera sabe gobernar con buenos modales. Las familias prominentes de la clase política siempre han engendrado ovejas negras, pero en otras épocas los juniors irresponsables y atrabiliarios no tenían acceso a los cargos públicos importantes: sus padres los mandaban a un exilio dorado en Europa, donde morían de cirrosis. Ahora llegan al Senado a los veinticinco años, como presume en su currículo Manuel Velasco, el actual gobernador de Chiapas, otra figura emblemática del Partido Verde. Mareado por su meteórico ascenso, a principios de año Velasco abofeteó a un subalterno en un acto público. Ni su venerable abuelo, el exgobernador de Chiapas Manuel Velasco Suárez, ni el abuelo del Niño Verde, el exgobernador de Tamaulipas Emilio Martínez Manatou, habrían cometido jamás esas tropelías delante de testigos. Hipócritas de alta escuela, los viejos priistas eran maestros consumados en el arte de guardar las formas republicanas. Sus nietos, en cambio, admiran a Calígula y se esmeran por imitarlo. ¿Nadie advierte allá arriba el pavoroso estallido social que puede provocar un despotismo tan canallesco? ~

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(ciudad de México, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela más reciente, El vendedor de silencio. 


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