En 1982 el historiador y bibliotecario estadounidense Wayne Ruwet, dedicado a la búsqueda de documentos en varios archivos del mundo, revisó el recién elaborado catálogo de la gran colección de manuscritos bíblicos de todo el mundo de la British and Foreign Bible Society, que fueron depositados ese año en la biblioteca de la Universidad de Cambridge, y encontró allí tres volúmenes de manuscritos mexicanos, catalogados como BSMS 374 I, II Y III. Ruwet dio a conocer ampliamente su hallazgo en 1994 en el prólogo a la edición de uno de los manuscritos más importantes de la colección: Suma y epílogo de toda la descripción de Tlaxcala (1588-1589), cuya edición encomendó a Andrea Martínez Baracs y a Carlos Sempat Assadourian, quienes atribuyeron la Suma al cronista tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo (1529-1599), autor de las tres versiones de la Relación de la ciudad y provincia de Tlaxcallan (1580-1591).
En su prólogo Ruwet mostró que los manuscritos mexicanos de la Bible Society constituyen un cuerpo documental de primera importancia, con textos en español, en náhuatl y en purépecha del siglo XVI y comienzos del XVII. Incluye, además de la Suma tlaxcalteca, otros dos conjuntos importantes. En los volúmenes i y ii se encuentra la versión original de las Obras históricas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (¿1568?-1648), en parte de puño y letra del propio cronista tezcocano, que se conocían únicamente por la copia tomada por Mariano Fernández de Echeverría y Veytia (1718-1780) de la copia de Lorenzo Boturini Benaduci (1702-1753). En el volumen iii se encuentran seis crónicas en forma de anales en náhuatl y en español, escritos o transcritos por el cronista chalca Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin (1579-¿1660?), entre ellos su transcripción de la famosa Crónica mexicáyotl, en náhuatl, del cronista mexica Hernando de Alvarado Tezozómoc (¿1530?-¿1609?).
Wayne Ruwet refiere que estos y otros manuscritos pasaron a manos de Alva Ixtlilxóchitl, y, como se sabe, su colección pasó a las de su hijo, don Juan de Alva Cortés, quien se la dio en 1680 a Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), quien reunió y encuadernó en tres volúmenes los manuscritos. Al morir Sigüenza, los manuscritos pasaron a la biblioteca del colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, y de allí al de San Ildefonso. Los estudió y copió Boturini, quien atribuyó la Crónica mexicáyotl a Chimalpahin (sus copias han sido encontradas en la Biblioteca Newberry, de Chicago, y en la de don José Porrúa, de Madrid). También consultó estos documentos el historiador jesuita Francisco Xavier Clavijero (1731-1787). Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la biblioteca del colegio pasó a cargo de la Universidad, donde pudo copiar varios manuscritos Antonio de León y Gama. Después de la Independencia, José María Luis Mora (1794-1850) se apropió de los tres volúmenes y en 1827 los donó a la Bible Society, promotora de la moderna educación lancasteriana, a cambio de ejemplares de las biblias baratas y bien hechas que trajo el pastor bautista escosés James (o Diego) Thomson (1788-1854).
Gracias al depósito en 1982 de la colección de la Bible Society a la biblioteca de la Universidad de Cambridge, los manuscritos mexicanos comenzaron a ser trabajados directamente. Se publicaron importantes traducciones al inglés (de Arthur J. O. Anderson, Wayne Ruwet y Susan Schroeder, ) y al español (de Rafael Tena) de los textos escritos y transcritos por Chimalpahin. Yo mismo, en septiembre de 2011, pude consultar los tres volúmenes y tomé fotos sobre todo de las obras de Alva Ixtlilxóchitl. No tomé más fotos porque confiaba en que el documento seguiría allí y pronto sería digitalizado. Fue grande mi sorpresa cuando en abril del año pasado corrió la noticia de que los manuscritos mexicanos de la Bible Society serían subastados por la casa Christie’s de Londres el 21 de mayo. Tardé en entender que la subasta era posible porque la Bible Society no había donado su colección a la Cambridge University Library, sino que tan solo la había depositado allí. Cuando sintió necesidad de dinero, la Bible Society pidió de vuelta su riquísima colección de más de quinientos documentos bíblicos en 183 lenguas para comenzarla a vender. Es algo parecido a lo que los cristianos llaman “simonía”. Felizmente la comunidad académica tuvo noticia de la peligrosa situación y las autoridades mexicanas (el inah, el Conaculta y la sep) actuaron rápida e inteligentemente: negociaron con Christie’s la compra de los manuscritos directamente a la Bible Society, para evitar un encarecimiento en la subasta. Así, por 650 mil libras esterlinas –14.5 millones de pesos– los tres volúmenes regresaron a México el 18 de agosto, y fueron depositados en las bóvedas de la biblioteca del Museo Nacional de Antropología. Pero todo se mantuvo en secreto, para que el valioso documento repatriado se pudiese presentar con justificado orgullo el 17 de septiembre en la ceremonia del 50 aniversario de la fundación del Museo Nacional de Antropología. Y los tres volúmenes fueron expuestos en la importante exposición Códices de México. Memorias y saberes.
A pesar del incidente, lo importante es que este valioso documento sea pronto digitalizado y puesto a disposición del público estudioso de manera amistosa. Este es uno de los pocos casos en los que podemos alegrarnos porque un peligro se resolvió para bien. Pero no puede dejar de lamentarse que el resto de la maravillosa colección de la Bible Society sea privatizada y esté en proceso de dispersión. Es cierto que la escritura de la historia vive un momento muy notable debido al desarrollo tecnológico que ha permitido la publicación magnífica de una gran cantidad de importantes códices, documentos, libros e informaciones tomados de todos los archivos del planeta. Lo más importante es que los documentos sean reproducidos con alto grado de resolución y que se puedan descargar de manera gratuita. También se agradecen, por supuesto, las transcripciones, traducciones, guías, comentarios y vínculos. Pero aunque existe un considerable material en línea, falta mucho por hacer, muchos documentos siguen siendo difíciles de encontrar. Pero sobre todo debe considerarse el valor insustituible de la materialidad original de un documento, tanto desde la perspectiva de su estudio como de su conservación, vital para la memoria de la humanidad, una memoria en peligro. Por eso es de lamentarse la dispersión o pérdida de cualquier archivo o colección, que debe poder ser evitada.~
(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.