Entra rompiendo plaza
la enorme mosca panteonera.
Negra, voraz,
eléctrica.
Cruza por la ventana abierta.
Reclama todo el territorio.
Virtuosa zumba y vuela en círculos,
danzas
a pie de aire.
Incansable, interrumpe
mi prevista siesta.
Hace piruetas sobre las blancas sábanas,
me espanta el descanso.
Dejo la cama,
derrotada por su agitación.
Ella regresa a la ventana
y en su marco
–la que ganó el apodo de Panteonera
a punta de sobrevolar cadáveres humanos
[y animales,
desafiando al llanto, al rito del funeral,
al apetito de la hiena
y su manjar de carne corrupta
manducando fresca la carne del rastro
[en banquetes sangrientos–,
la mosca se desploma,
cae
patas arriba.
Los muertos regresan, tranquilos, a la tierra.
Temo las maldiciones,
los embrujos,
las letanías
que sobre este acto escupirán
los profetas y la adivinadora que en la esquina
[de casa lee la suerte, si le das diez pesos.
El silencio no es oro: es ella.
Veo la mosca, temblando como la hoja vieja.
La mosca se agita, se reincorpora,
zumba de nuevo,
otra vez la panteonera.
Su cuerpo danza en espantoso contoneo,
en diminutos saltos y volutas mareadas.
Vuela un tramito,
y cae otra vez,
patas arriba.
Parece (de nuevo) muerta.
¡Doble cadáver pesará en mi destino!
Cierro la ventana.
Dejo la habitación,
e intento hacer oídos sordos al zumbido
[que (por tercera vez) recomienza.
¿Por qué,mosca?
¿Por qué motivo me haces esto?
¿Qué tengo yo que te atrae?
¿Por qué elegiste el momento de mi siesta,
mis sábanas limpias, los botones
[recién abiertos en el florero?
¿Qué tengo yo para darte?
¿Me has escogido a mí
para representarte Lázara negra?
¿Es por mí que resucitas?
¿Soy yo la carne que buscas?
¿Vienes en mí a morir?
¿O solo soy un testigo azaroso,
un tropiezo, un error,
yo la carne para esta Lázara infausta, negra? ~