La cabeza apoyada en ambas manos,
miro la hoja de papel en blanco.
Miro la tinta en el pincel, ya seca.
El alma duerme. ¿Cuándo se despierta?
Salgo a dar un paseo: está soleado,
toco las flores altas con la mano.
Tiene el bosque a esta hora suaves verdes
y el monte, rojo al sol, vetas de nieve.
Me demoro en las lentas nubes altas,
oigo los cuervos que de pronto graznan
y regreso a la hoja de papel
aún blanca debajo del pincel. ~
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Versión del inglés y nota de Aurelio Asiain.
Desde que hice mi versión (nunca modificada) he intentado inútilmente identificar al autor y el original del poema, que leí en la inglesa de Edward Powys Mathers en The garden of bright waters. One hundred and twenty Asiatic love poems (Oxford, Basil Blackwell, 1920), donde aparece como “Introduction”, con ese título y precediendo a ciento veinte poemas de veintisiete países y muy diversas lenguas. No sé cuáles leía Mathers, cuyo epílogo afirma, sin más explicación, que la mayoría son versiones de “traducciones literales de estudiosos franceses e italianos”. Según una reseña de la primera edición, en cambio, esas versiones son, “some scholars assure us, more or less faked” (Emanuel Carnevali, Poetry, vol. 20, núm. 6, sep. de 1922, pp. 346-348).
También buscó inútilmente el poema el acucioso Lan Jiang, que en su A history of Western appreciation of English-translated Tang poetry (Berlín, Springer-Verlag, 2018) juzga severamente las versiones de Mathers: “lacked the romantic feelings in Gautier’s work and the elegant elements in Cranmer-Byng’s renderings. That is to say, his translation is devoid of outstanding merit”. Yo en cambio encuentro en la ausencia de sentimientos románticos y elegancia victoriana un doble mérito. Esos sentimientos habrían sido un tanto extraños en el poema que nos ocupa, que no es un poema de amor sino un poema irónico sobre la hoja en blanco, paisajista y colorido. Sospecho que, así como la hoja en blanco queda en realidad escrita, el personaje del poema es el traductor mismo y suya la versión original.
Robert Gibbins le hizo un retrato que es una obra maestra. Mathers, que está frente a un gabinete, preparándose un trago, nos da la espalda. Una espalda cargada y pantalones demasiado cortos, arrugados los faldones de la chaqueta. Tímido o displicente, desaliñado, se nos oculta. Así, sospecho, se oculta también en sus versiones el poeta travestido de traductor. ¿Por qué lo hace? En otro de sus libros, Coloured stars. Versions of fifty Asiatic love poems, aparece este dístico, “From the Persian of Oumara (10th Century)”:
Ah, would that I could hide within my songs
And every time you sang them, kiss your lips!
La displicencia y el desaliño son quizás un disfraz y obedecen a un cálculo. Mathers sospechaba que no podría seducir al lector sino cobijado por el aura del exotismo, sabía que la poesía no estaba a su alcance sino por medio de la imitación. Traducir era su única manera de tentar a las musas y su única originalidad posible estaba en el texto traducido, aun cuando fuera solo la traducción la que lo creara. Era un curioso estafador que hacía pasar por imitaciones obras originales.
Ni las rimas ni la regularidad métrica y estrófica están en el original inglés del “Poema en blanco”, pero la rendición del sentido es literal y lineal. El título es mío. ~