En las mismas elecciones que nos dieron el triunfo de Trump, Kamala Harris, la fiscal general de California, consiguió hacerse del escaño para representar a su estado en la Cámara de Senadores. Sus padres fueron parte del movimiento por los derechos civiles en la década de los setenta y ella misma se convirtió en la segunda afroamericana y primera amerindia electa como senadora. Poco antes de que se reconociera la derrota de Hillary Clinton, Harris habló de la nueva vida política bajo Donald Trump:
“Al celebrar este triunfo en California, estamos tomando el compromiso de hacer todo lo que debe hacerse para pelear por nuestros valores cuando son amenazados.
Desde antes del triunfo de Harris, pero ciertamente desde que Trump subió al poder, el estado de California ha sido uno de los punteros de la nueva resistencia estadounidense. Días después de Trump, el congreso estatal inició un proceso legislativo para proteger a sus tres millones de migrantes indocumentados contra las deportaciones. Los estudiantes de la universidad de Berkely se manifestaron contra la presencia de Milo Yiannopolus, uno de los portavoces de la derecha extrema, que pretendía dar un discurso en el campus. Y, en el mundo del arte, la exposición Pacific Standard Time: LA/LA (PST LA/LA), financiada por la Fundación Getty, ha cobrado un significado contundente.
PST LA-LA es el nombre abreviado de un rosario de 75 exhibiciones que se celebrarán este año en 76 museos y 12 ciudades de California para mostrar aquellas expresiones artísticas que no podrían ser si lo latinoamericano no se combinara con lo estadounidense (aunque también incluye muestras de arte nacional brasileño y mexicano, que sin participar tan explícitamente en la cultura de la Unión Americana, ya se reconocen valiosas en el mundo del arte).
Las exposiciones van desde el cine y los murales hasta el lenguaje, los tejidos y las caricaturas; es una gama que quiere dar cuenta de la participación de los latinoamericanos en cada parte de la cultura.
Visualizing Language, por ejemplo, se enfocará en cómo ha brotado en Los Ángeles el idioma zapoteco, y es que de acuerdo con la Library Foundation, esa ciudad “alberga a la población más grande de indígenas oaxaqueños fuera de México”. Además, y en lugar de revisitar a los clásicos de la Escuela Oaxaqueña de Pintura (Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Sergio Hernández), Visualizing Language comisionó un mural al grupo Tlacolulokos porque hasta ahora solo existe uno que cuenta la historia de California desde las misiones evangélicas, la “americanización” de la zona y la fundación la capital sin considerar la migración latina y, en específico, la zapoteca. Así, la Biblioteca Central de Los Ángeles tendrá una historia más precisa y completa de sus habitantes.
Una a una, las exposiciones de PST LA/LA desmoronan la perspectiva occidental –el America First, si se quiere– del arte que solían alojar los museos y las instituciones culturales. From Latin America to Hollywood, por poner otro ejemplo, explorará la influencia de los cineastas latinos residentes en Estados Unidos y de los latinoamericanos en Hollywood desde la década de los sesenta. PST LA/LA también incluye una investigación sobre las inmersiones de Walt Disney a América Latina justo cuando la “política del buen vecino” estaba en vigor. Mientras el presidente Franklin Roosevelt declaraba, en medio de la Segunda Guerra Mundial, que Estados Unidos no intervendría en las decisiones soberanas de los países vecinos, un puñado de artistas y guionistas de Disney se dedicaron a importar tropos y personajes latinos para la película The Three Caballeros. De ahí que la curaduría de How to Read el Pato Pascual sitúe las denuncias que los latinos hemos hecho del imperalismo estadounidense en la televisión, al tiempo que recuperará las respuestas sarcásticas de la apropiación hecha por Disney.
Otra de las consignas de LA/LA es dar cuenta de la diversidad entre migrantes. Las muestras no solo hablan de México, Venezuela, Colombia como monolitos; en cambio, se atreven a incluir a los indígenas, mujeres, la comunidad LGTBQ sin presentar sus luchas como atentados que ponen en riesgo el frente contra Trump.
La revisión del arte chicano, por ejemplo, pasará por Judithe Hernández y Patssi Valdez porque tanto en Los Ángeles como en México, las muralistas del siglo XX fueron relegadas a segundo plano. Casi no sabemos, por ejemplo, de aquellas que apenas consiguieron pintar un mural en el norte del país porque Rivera, Orozco, Siquieros, y sus sucesores, ocuparon los espacios más relevantes en el capital. Del mismo modo, pero en Estados Unidos, Judithe Hernández se abrió paso como la única mujer del grupo de Los Four. Junto a Pattsi Valdez y muchas más, Hernández desafió la iconografía de un nacionalismo chicano que sería masculino y heterosexual.
En suma, PST LA/LA no es un consuelo de tontos ni un acto rebelde marginal. En la era de Trump este acontecimiento cobra el tono de una resistencia que está ahí para decir lo que desde hace tiempo es evidente para muchos habitantes de California: que ya no somos uno sin el otro.
Su fuerza no solo está en el mensaje, sino en los números. La cantidad de ciudades, inversión, museos, artistas, académicos y próximamente espectadores relacionados con la muestra habla de ciudades que reúnen residentes, ciudadanos o recién llegados, con la green card o sin ella, diversos y no sóoo “mexicanos” o “latinoamericanos”.
Eso que se oía como el sonido apagado y lejano del radar en la madrugada que ganó Trump es hoy el coro de la resistencia de millones de californianos y sus comunidades artísticas. California ha asumido que será un estorbo más para Trump y lo celebra.
(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.