Prometí no hablar de los tiburones ni de las vacas, ni de las cabras. Prometí, en cambio, descubrir (o aproximarme a) las preguntas que el artista plantea en sus piezas más allá de la espectacularidad y la opulencia, más allá del efecto de las fotos para redes sociales y de la numeralia de la exposición. Han pasado siete días desde que visité la muestra Damien Hirst: Vivir para siempre (por un momento) en el Museo Jumex y la sensación de haber atravesado un escaparate más del sistema artístico, frívolo y mercantil, permanece. La apuesta por pensar los efectos, motivos y estrategias de la exposición está en aproximarse al artista sí como creador, pero también como estratega, porque lo que nos dice a través de su trabajo definitivamente va más allá de un impulso de creatividad.
“Damien Hirst explica cómo funciona el mundo del arte con el descaro que acostumbra” (XLSemanal), “Héroe y villano, interesante a pesar de (o, quizá, por) su infatigable controversia” (El País), “Él vende; la crítica suele despedazarlo” (BBC Mundo). Estos son algunos de los titulares que resaltan en internet cuando escribo el nombre de Damien Hirst en busca de alguna luz sobre sus procesos creativos. Parece, ante tales sentencias, que un personaje se ha comido al artista o que, quizá, el artista ha encontrado en la controversia y la publicidad la manera más certera de integrarse al circuito del arte y ¿aprovecharse? de él. A Hirst –o a su personaje– parece no importarle si quienes nos acercamos a su obra desde la palabra escrita tenemos una opinión positiva o negativa, lo cual encarna la idea de que toda publicidad, aunque sea mala, funciona.
Reconozco la estrategia de Hirst por evidenciar, sin reparo alguno, que sabe cómo funciona el mundo del arte en el circuito de exposición-recepción, de entender qué le gusta al público –respondiendo, claro, al público de nuestra época contemporánea– e, incluso, adivinar las reacciones que la gente tendrá en la exhibición: el fenómeno de las filas, ya sea para entrar al museo o para tomar fotografías a obras como For the love of God [Por el amor de Dios] (2007), el famoso cráneo humano con 8,601 diamantes incrustados en él; o la tensión entre el asco y la sorpresa a la que nos confrontan trabajos como Crematorium [Crematorio] (1996), un enorme cenicero lleno de colillas de cigarros consumidos; o la atracción visual hacia una pintura giratoria de gran formato con un título por demás burlón: Beautiful, childish, expressive, tasteless, not art, over simplistic, throw away, kids’ stuff, lacking in integrity, rotating, nothing but visual candy, celebrating, sensational, inarguably beautiful painting (for over the sofa) [Hermoso, infantil, expresivo, insípido, no arte, demasiado simplista, desechable, cosa de niños, carente de integridad, giratorio, nada más que caramelo visual, celebratorio, sensacional, cuadro indiscutiblemente hermoso (para encima del sofá)] (1996). Cada una de las 57 piezas que conforman la exposición, creadas entre 1986 y 2019, encarna un comentario respecto a los sistemas de creencias que sostienen el mundo del arte contemporáneo: espectacularidad, ironía y fama. Y aunque se nos ha dicho que hablar de dinero (o números en general) en el contexto de las artes parece un infortunio, resulta muy complicado separar uno del otro en una exposición de esta índole. Trato entonces de trasladar las inquietudes a otros territorios que no caen exclusivamente en el artista, quien es una celebridad y se comporta con códigos ajenos a esta realidad.
El Museo Jumex destaca por muchas cosas, entre ellas por presentar exposiciones blockbuster que año tras año superan la numeralia de las exhibiciones anteriores. Turrell, Duchamp, Koons y Hirst son algunos de los nombres que han resonado tanto en las instalaciones del museo, con exposiciones que atiborran las taquillas, como en las redes sociales. Y no solamente a través de las cuentas institucionales sino en las de quienes asisten a dichas muestras. Es como si se tratara de dos exposiciones, una presencial y otra virtual. Esta última, además, “gratuita” para efectos del museo, pues los y las visitantes crean y sostienen el registro de lo que vemos en las pantallas. Al día 30 de marzo, el Museo Jumex solo había publicado cuatro fotografías de esta exposición en su cuenta de Instagram, mientras que el hashtag #DamienHirst albergaba más de 311 mil publicaciones. Vivimos en una época en la que todo tiene que ser compartido en la web para formalizar o autentificar nuestra experiencia, y el gesto de mostrar tan pocas fotografías desde la página oficial de la institución deja en evidencia que lo que más desea el Museo Jumex es recibir a la gente en el cubo blanco para que los y las visitantes sean quienes creen y sostengan la “exposición virtual”. En pocas palabras, el museo sabe perfectamente lo que hace y lo resuelve muy bien.
No todo es tan superficial como podría parecer: también hay un guion curatorial claro a cargo de Ann Gallagher, con la coordinación de Kit Hammonds y Begoña Hano y la asistencia curatorial de Adriana Kuri Alamillo. En cada sala encontramos textos que dan un recuento puntual de los intereses del artista y las series en las que se reflejan: “Pinturas de puntos”, “Gabinetes”, “Lo gótico”, “Historia natural”, “Religión y ciencia”, “Pinturas giratorias” y “Modelos anatómicos”. No obstante, pese a la investigación que acompaña la muestra y los esfuerzos por parte de los distintos departamentos del museo, lo cierto es que durante el recorrido se disparan otros fenómenos que tienen que ver con la estandarización del saber y de lo visual.
La muerte es un tema que le ha interesado a Hirst desde hace muchos años, lo representa a través de gabinetes llenos de medicamentos o piezas hechas con instrumentos médicos, cadáveres y órganos en frascos, pero hay un gesto que lo vuelve a colocar en el papel de estratega antes –o a la par– del artista: Hirst dice que él no ha inventado nada, pues sus métodos de trabajo replican la metodología del sistema positivista; es decir, aquellos pasos que siguen las investigaciones científicas para hacer experimentos y ayudarnos a entender el funcionamiento del mundo y nuestro paso por él. De fondo, lo que Hirst está mostrando con su trabajo es que en realidad el horror ya pertenece a la humanidad, su labor “únicamente” consiste en evidenciarlo en un contexto artístico.
Retomo el fenómeno que envuelve al cráneo lleno de diamantes ya que da pie a diversas interpretaciones sobre el encuentro del trabajo de Hirst con el público en México: la lectura más calculada refiere a que el artista sabe lo mucho que gusta el brillo y los diamantes, lo cual es cierto; otra interpretación es que se inserta en un contexto mexicano en donde la relación que tenemos con la muerte está acompañada de una gran fiesta como lo es el Día de Muertos, pero esta opinión no acierta del todo porque –aunque efectivamente tenemos una relación especial con la figura de la muerte y nuestros difuntos– también es justo reconocer que vivimos en un país de duelos incompletos, un país de luto y descarnado donde no todo es un espectáculo.
En el sótano del museo se presenta una colección de videos donde el artista, junto con el testimonio de curadores y familiares, habla sobre sus procesos de producción. Destaca una grabación en la que habla de la hechura de una pieza y la serie de pasos que siguió: “matarlo, inyectarle formaldehído y ponerlo en una situación similar a la que tenía antes”. No es necesario dar detalles para saber de qué pieza habla, pero las preguntas que inspira el video son francas e incómodas. ¿Acaso con la excusa de un sistema que antecede al artista se justifica replicar estas prácticas de violencia? ¿Es suficiente el contexto artístico y el marco del museo para enaltecer o disculpar estos actos? ¿La reacción del público frente a las piezas –generalmente fotos y selfis– es acaso un síntoma de la indiferencia que experimentamos ante la otredad? De fondo lo que hay en esta exposición es una confrontación profunda entre el espectáculo y lo que nos significa el respeto a la vida. ~
Damien Hirst: Vivir para siempre (por un momento)
se presenta en el Museo Jumex hasta el 25 de agosto de 2024
Este artículo aparecerá en la edición impresa
de mayo de 2024 de Letras Libres.
es egresada de literatura y ha colaborado en
distintos medios culturales