Una obra de arte es la creación humana de un nuevo orden.
José Clemente Orozco
El 17 de junio pasado se inauguró en el Museo Cabañas, en Guadalajara, la exposición Toda sangre llega al lugar de su quietud, una apretada y escrupulosa selección de la vasta colección de más de mil quinientas obras de arte que fue cuidadosa y metódicamente adquiriendo Carlos Ashida Cueto –coleccionista, galerista, funcionario, curador, museógrafo y promotor de las artes plásticas– durante los más de treinta años de su destacada trayectoria profesional, reconocida nacional e internacionalmente.
La diversidad de los formatos que componen la muestra –pintura, gráfica, escultura, instalación, fotografía, video, cerámica, soportes mixtos y dieciséis tapices– manifiestan la amplitud de su visión y vasto conocimiento sobre el fenómeno del arte en general y de las artes visuales en particular.
“Toda sangre llega al lugar de su quietud” es una frase tomada del Chilam-Balam. Sobre esta exposición dice su curadora, Mónica Ashida, hermana y estrecha colaboradora del homenajeado, que “no pretende ser una revisión del arte en Jalisco, sino más bien un pequeño homenaje a una aguda visión, muchas veces adelantada a su época, que hizo grandes aportaciones a la comunidad artística, sumando […] iniciativas que siguen vigentes y que marcaron en gran medida el camino de la gestación del arte contemporáneo en nuestro estado”.
A pesar de no pretenderlo, la muestra en verdad es un memorable recorrido a través no sólo del arte de creadores jaliscienses sino también del realizado en –o relacionado con– Jalisco por destacados artistas plásticos nacionales y extranjeros durante las más de tres décadas que duró la labor de Ashida.
Carlos Ashida estudió arquitectura en el ITESO (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente) en Guadalajara. “Me formé como arquitecto y mi opción de cursar esa carrera fue por no haber tenido la valentía de intentarlo en las artes visuales”. En 1983 empezó a ejercer su vocación bajo mejores auspicios como socio de la Galería Clave con una exposición de la obra gráfica de José Clemente Orozco, ni más ni menos. Continuó con otras de Manuel Álvarez Bravo, Francisco Toledo, Rogelio Naranjo y Juan Soriano.
Ashida ejerció un sui géneris desarrollo profesional entrelazado entre el ámbito privado y la función pública, lo que le dio una muy particular visión integral de la promoción y gestión de las artes plásticas. Se podría decir que desde el principio fue muy consciente que la promoción cultural es una responsabilidad social.
La presente exposición recorre, y lo podemos ver a través de una selección representativa de escogidas obras de su colección privada, la ruta de cada uno de los avatares de su singular trayectoria que inicia en la Galería Clave, continúa en 1985 cuando fue nombrado por un corto periodo subdirector de Artes Plásticas del Departamento de Bellas Artes de Jalisco, luego se independizó con su Galería Carlos Ashida Arte Contemporáneo (1985-1988), después, con Patrick Charpenel, fundó en 1993 la Galería Arena México Arte Contemporáneo, y dirigió desde 1984 hasta su fallecimiento el Taller Mexicano de Gobelinos. Fue nombrado director del Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara (1998-2000), después director del Museo de Arte Carrillo Gil (2002-2007), luego director del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, fue comisario de la participación de México en la Feria ARCO 2005 en Madrid, para finalizar como curador en jefe del entonces Instituto Cultural ahora Museo Cabañas.
Un hito fue su participación en la creación y organización de 1992 a 1998 de ExpoArte Guadalajara, iniciativa de Gabriela López Rocha, que fue la primera feria anual de arte contemporáneo en Latinoamérica, además de crear de manera simultánea el Foro Internacional de Teoría de Arte Contemporáneo (FITAC) invitando para ello a Guillermo Santamarina.
Otro acontecimiento relevante fue la obtención, en 1995, junto con Patrick Charpenel, de la beca Rockefeller para la realización del proyecto Travesías, nuevos escenarios: los 90, que constó de seis catálogos y siete exposiciones: las individuales de Thomas Glassford, Francis Alÿs, Rubén Ortiz, Gabriel Kuri y las colectivas Acné o el nuevo contrato social ilustrado, Pequeñas criaturas y Modelos para armar.
Especial y accidentada trascendencia tuvo dentro de ese proyecto la antes mencionada exposición colectiva Acné o el nuevo contrato social ilustrado (Eduardo Abaroa, Marco Arce, Abraham Cruzvillegas, Daniel Guzmán, Sofía Taboas y Pablo Vargas Lugo). Inserta en el marco de la tercera ExpoArte 1995, se estaba terminando su montaje en las salas del Ex Convento del Carmen, cuando pocos días antes de la inauguración, en un recorrido previo, el entonces secretario de Cultura panista, Guillermo Schmidhuver, se escandalizó con los dibujos de Marco Arce y la canceló. Ashida y Charpenel la reinstalaron en los Baños Venecia y luego, por invitación de Teresa del Conde, la montaron de nuevo en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México. Esa exposición institucional-underground-institucional es considerada un verdadero parteaguas en la historia del arte experimental mexicano.
En los primeros años del siglo XXI, Ashida conjuntaba su carrera institucional en el Museo de Arte Carrillo Gil, en el MACO de Oaxaca y exposiciones en el CECUT de Tijuana, junto con iniciativas particulares como Cu.Mu.Lo. (Curaduría, Museografía y Logística) que en dos años produjo exposiciones en la Galería del SITEUR-GDL, el MACO de Monterrey, la Casa ITESO Clavigero de Guadalajara, el MAM y la Feria de Arte Contemporáneo Zona MACO en la Ciudad de México. Además, reabrió el programa de exposiciones de Arena México con las nuevas generaciones del Colectivo de Acción y Creación Artística (C.A.C.A.).
En enero de 2003, realiza en el Museo de Arte Carrillo Gil la exposición Piel fría, arte contemporáneo en Guadalajara, con obra de 15 jóvenes artistas emergentes de la capital tapatía: Jose Dávila, Javier Dueñas, Arturo Gómez, Gonzalo Lebrija, Jorge Méndez-Blake, Lourdes y Rubén Méndez, Daniel Navarro, Fernando Palomar, Cristian Silva, Agustín Solórzano, Luis Miguel Suro, José Luis Torres Frase (grafitero tapatío) y Francisco Ugarte.
Otra exposición que se sumó a su pasión por las artes plásticas de su ciudad fue ASIMÉTRICA. Afinidades y discrepancias, acciones artísticas colectivas, Guadalajara 1949-2006 (octubre 2007, Instituto Cultural Cabañas), de la que Ashida escribió en la presentación: “Esta exposición aspira a ser –más que una exquisita muestra antológica que rinde rutinario homenaje a los creadores de la región– una aproximación al establecimiento de las coordenadas dentro de las cuales se ha modelado la vida artística tapatía. Mediante la presentación de las agrupaciones artísticas surgidas durante la segunda mitad del siglo XX se ofrece al público una visión más precisa de las convicciones y objetivos comunes que impulsaron los mecanismos dialécticos que están detrás de las acciones y las obras de una comunidad especialmente dinámica y pródiga en talento.”
En Toda sangre llega al lugar de su quietud son exhibidas ciento cincuenta obras de arte de noventa artistas jaliscienses, además de artistas de otros estados y extranjeros, que tuvieron una estrecha relación con Carlos Ashida. El periodo con mayores obras expuestas es el de los años noventa seguido del presente siglo.
Aparte de la mayoría de los arriba mencionados se aprecian obras de Manuel Felguérez, Rufino Tamayo, Mathias Goeritz, Chucho Reyes Ferreira, Fernando González Gortázar, Francisco y Miguel Castro Leñero, Gilberto Aceves Navarro, Germán Venegas, Benito Zamora, Ramiro Torreblanca, Luis Valsoto, Roger Von Gunten, Paul Nevin, Juan Kraeppelin, Julio Haro, Antonio Ramírez, Rodrigo Aldana, Gil Garea, Julio Galán, Adolfo Patiño, Carla Rippey, Beatriz Zamora, Roberto Turnbull, Jaime Tafoya, Roberto Márquez, Helio Montiel, Cisco Jiménez, Francesco Clemente, Diego Medina, Florencia Guillén, Eduardo Cervantes, Jason Fox, Pae White, Chris Hammerlein, Diana Thater, Terry Winters, Humma Bhabha, Andrea Zittel, David Scher, Lisa Yuskavage Karen Kilimnik, Jorge Pardo, José Luis Sánchez Rull, Fabrice Hybert, Joaquín Segura/Mauricio Limón, Diego Teo y varios más.
Quizá por falta de espacio o porque escoger es sacrificar, se extraña no ver obra de Javier Campos Cabello, de quien Ashida, recién llegado como director al MUSA de la UDG en 1998, curó y produjo la magna exposición póstuma Club 28. Javier Campos Cabello 1958-1994 (proyecto iniciado en 1996 en colaboración con Alicia Lozano y Martha Pacheco). Otra ausencia conspicua es la de José Dávila, quien fuera promovido desde el principio de su carrera por Ashida en la exposición colectiva Propulsión a chorro (junio del 2000) en el Museo de las Artes de la UDG y luego en la de Piel fría (2003) en el Carrillo Gil, antes mencionada. Son observaciones muy menores ante la importancia de lo exhibido en esta magna exposición homenaje al legado de Carlos Ashida, cuyas contribuciones a la promoción, investigación y desarrollo de las artes plásticas de la ciudad, el estado y el país, son verdaderamente excepcionales.
Esta exposición, resultado de la paciente y concienzuda selección de obras de arte durante más de tres décadas, es la concreción de dos pasiones que marcaron la vida de Carlos Ashida: en primer lugar, su asombro ante el misterio de la esencia del arte, su permanente reflexión y acción ante la pregunta ¿qué es el arte?, y su convicción de que el ambiente cultural de esta ciudad la hacían singularmente dotada para la producción artística relevante.
Su permanente indagación sobre la esencia del arte marcó toda su trayectoria, pero hubo dos momentos especiales que lo evidenciaron de manera plena. Con motivo de una polémica pública sobre el papel del Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara en la querella entre la pintura figurativa y el arte experimental, Ashida decidió organizar una exposición denominada Sum(m)a Pictórica. Se abrieron las salas del MUSA y se le concedió un metro de espacio a cualquiera que quisiera exponer obra de técnica pictórica en el orden en que fueran llegando. La convocatoria y el resultado fueron impresionantes. El otro momento fue su penúltima exposición organizada en 2014, Las buenas intenciones, expresiones de lo imprevisto: una vuelta de tuerca al concepto del arte mostrada a través de doce personajes de lo más variopinto: algunos conocidos, como Enrique Metinides, fotógrafo de la nota roja, o el inclasificable Chucho Reyes Ferreira, además de una repostera, un artesano de jaulas, un velador que hacía estructuras multicolores de papel, un marginal alienado y escritor que firmaba K como Kafka, un rotulador de aforismos en huacales, un expresidiario tallador en madera, etc. Sobre ellos dijo Ashida: “Los autores comparten una compulsión artística, no impulsada por escuelas, no participan en circuitos de difusión, incluso muchas de las historias son meramente trágicas. Cito a Kant cuando habla de lo bello y lo sublime. Bello como una experiencia directa. Una atracción visual. Sublime como otras experiencias que implican situaciones que se trascienden y a través de la voluntad se convierten en algo bueno”. Como afirma Ernst H. Gombrich en su Historia del Arte: “No existe, realmente, el arte. Tan solo hay artistas”.
Un buen colofón es esta declaración de Ashida a Milenio en agosto del 2003: “De alguna manera me precio de haber logrado establecer contacto con los artistas que representan mejor cada momento de nuestro tiempo. El problema en México es que el coleccionismo es una labor desarticulada. Lo que le urge a este país es la profesionalización en un medio como el del arte, dominado por el protagonismo, la envidia y la competencia mezquina. Con las instituciones culturales sucede algo lamentable: si con Fernando Gamboa se construía un coleccionismo que daba testimonio del arte mexicano hasta los años setenta, las décadas posteriores no tienen ningún tipo de presencia en los acervos públicos. El problema es que nadie ha asumido esa responsabilidad. Y no es por escasez de recursos sino por la cobardía para establecer una posición con respecto de la escena nacional. Estamos ante instituciones informes para las cuales la programación de los museos no dibuja nada. Y con respecto del arte contemporáneo, no hay colecciones públicas que estén armadas en función de dibujar y modelar en los públicos las peculiaridades de una época. Eso provoca que no se eleve el nivel cultural del objeto artístico.”
La exposición abre con el poema Hermandad de Octavio Paz:
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Esperemos que la vida, obra y legado de Carlos Ashida sigan siendo atendidas, entendidas y descifradas por las nuevas generaciones. ~
La exposición Toda sangre llega al lugar de su quietud. Revisiones del legado de Carlos Ashida (1955-2015) se presenta en el Museo Cabañas hasta el 17 de septiembre. Más información aquí.