Imagen de Yves Bernardi en Pixabay

Sequías

La superficie terrestre puede terminar convertida en desierto como consecuencia de la actividad humana, pero es posible frenar este proceso.
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La mayor parte del planeta está cubierta de agua (70%). Sin embargo, en el 30% restante falta agua en muchas partes. El Sahara no era un desierto: se fue volviendo uno a lo largo de milenios, por cambios en el clima. Toda la superficie terrestre puede acabar igual, y en menos tiempo, si a los cambios naturales se suma la actividad humana. Especialmente, la deforestación (que ahuyenta las lluvias) y los gases residuales de la combustión (que calientan cada vez más la atmósfera).

Sequía es la suspensión del régimen de lluvias (su regularidad). Puede ser breve o prolongada, esporádica o recurrente. Puede ser definitiva. En el peor escenario, los grandes desiertos del norte de México pueden extenderse a todo el país.

Se supone que una sequía prolongada colapsó la cultura maya. Según la Organización Meteorológica Mundial de la ONU, las sequías se han vuelto 30% más intensas y frecuentes desde el año 2000, y ahora hay 700 millones de personas en riesgo de desplazamiento. Paralelamente, el calentamiento global aceleró a 1ºC por década.

El proceso es frenable en tres frentes: reforestar, generar electricidad sin combustión y aprovechar mejor el agua.

1. Reforestar favorece la lluvia, con muchos otros beneficios. Los árboles descarbonizan el aire y lo oxigenan. El territorio de México se presta a la silvicultura, que absorbe mucha mano de obra. Tener bosques productivos a cargo de comunidades locales mejora la vida campesina.

Las calles arboladas no solo son bonitas; tienen un toldo vegetal que da sombra, aminora los daños del esmog, los vientos, las tolvaneras, el calor, el ruido, los chubascos y el granizo. Los árboles retienen lluvia en sus hojas y raíces. Atraen pájaros y turismo.

2. Varios gases en la atmósfera favorecen las sequías: dióxido de carbono, metano, ozono, óxido nitroso, clorofluorocarburo. El último fue prohibido en el Protocolo de Montreal (1987). El primero y principal resulta de la combustión de leña, carbón, gas y petróleo, sobre todo en los motores de gasolina. Dos soluciones ilusorias: trasladar el problema de un día a otro (Hoy no Circula) o de un lugar a otro (autos movidos por electricidad generada en termoeléctricas). La solución radical es sustituir la gasolina por hidrógeno, que deja como residuo vapor de agua. Pero está en desarrollo.

Hay soluciones ya desarrolladas y probadas que deben promoverse: Los molinos de viento generan electricidad en terrenos ventosos y en el mar. Las hidroeléctricas también la generan, y pueden ser pequeñísimas, para riachuelos; pero su construcción se estancó. Los costos de la energía solar han venido bajando aceleradamente, y México tiene mucho sol.

Según la Sener, de 2019 a 2023, se duplicó la capacidad de generación eléctrica eólica y solar en México. Aun así, sumando la hidroeléctrica y nuclear, que no crecieron, las tecnologías limpias apenas llegan hoy al 40% de la capacidad total. El 60% contamina.

3. Después de la costosa inversión para llevar agua potable a los consumidores, desperdiciar del 20% al 60% en fugas de la red de distribución es imperdonable. En Holanda, las fugas son del 6%.

En Alemania, el 96% del agua de drenaje se recicla. En México, la mitad.

Los equipos caseros para captar agua de lluvia deben promoverse. Los parques públicos deben tener colectores de lluvia para su riego. El pavimento de las calles debe ser permeable. El riego por goteo hace rendir el agua al doble. Hay que apoyar la investigación para desalinizar el agua de mar a un costo menor.

Nezahualcóyotl construyó un dique para defender el agua dulce de la salada en el lago de Texcoco. En el siglo XIX, se creyó que desaguarlo remediaría las inundaciones de la ciudad. El remedio falló, y además desató las tolvaneras. En el XX, Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank iniciaron la recuperación ecológica del lago. Medio siglo después, la recuperación resultó un éxito, recientemente amenazado por la construcción de un aeropuerto.

El problema político de las soluciones contra las sequías es que su desarrollo toma más de seis años. La inauguración y los aplausos serán para otros.

En la Ciudad de México, la extracción de agua del acuífero y el hundimiento del subsuelo avanzan inexorablemente a la catástrofe. Pero la catástrofe no será en este sexenio. ~



Publicado en Reforma el 28/V/23.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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