Foto: Mohamed Nohassi en Unsplash

La era del agente digital

Los agentes de inteligencia artificial amenazan con sustituir a las personas en profesiones enteras. ¿Será necesario adaptarse a un mundo donde pensar ya no será una actividad exclusivamente humana?
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En el futuro, es posible que no leas esta columna en el sitio web de Letras Libres. En su lugar, tu propio agente de inteligencia artificial te la leerá como parte de un menú personalizado de contenido diario, recomendaciones, decisiones y acciones diseñadas para hacer tu vida más fácil y organizada.

Geoffrey Huntley, un desarrollador de software convertido en defensor de ingenieros jóvenes que intentan abrirse camino en una profesión que muchos consideran en peligro de extinción, lo dijo sin rodeos en una reciente carta abierta dirigida a estudiantes: “la inteligencia artificial ya está aquí… y estás en problemas, a menos que tomes acción”. La advertencia no es catastrofista, sino realista. A lo largo de su carrera, ha vivido en carne propia cómo la industria tecnológica ha atravesado por ciclos de transformación profunda.

Según Huntley, la historia es cíclica y se está repitiendo. Lo que vivimos hoy tiene ecos parecidos al estallido de la burbuja puntocom, cuando miles de recién graduados se quedaron sin empleo de la noche a la mañana. Hoy, la irrupción de la inteligencia artificial está provocando una disrupción similar, solo que más rápida, más profunda y con consecuencias más inciertas.

En medio de ese torbellino distópico, 2025 ha sido bautizado como el “año de los agentes de inteligencia artificial”: asistentes digitales finamente calibrados a los hábitos, gustos y rutinas de los usuarios. No solo seleccionan información relevante; también investigan por ellos, organizan sus días, toman decisiones y –lo más asombroso– empiezan a actuar antes de que el usuario siquiera sepa que es lo que necesita.

Estos agentes no son una realidad lejana. Ya están en fase de prueba, integrados en navegadores, sistemas operativos, entornos de desarrollo y herramientas de productividad. No son el futuro: son el presente en modo acelerado, y están redefiniendo no solo la forma en que se trabaja, sino también el significado mismo del trabajo.

Si esta tecnología alcanza este nivel de sofisticación pronto, no solo transformará la forma en que interactuamos en internet: podría trastocar por completo el modelo actual y amenazar a las empresas que hoy dominan el ecosistema digital.

Por poner un ejemplo realista, imaginemos a una persona que aterriza en San Francisco y necesita llegar del aeropuerto a una cita. ¿Realmente importa si toma un Uber, un Lyft, un taxi tradicional, un Waymo autónomo o cualquier otro servicio de transporte? Probablemente no. Lo que busca es el trayecto más rápido, cómodo y económico.

Ahora bien, ¿y si su agente de inteligencia artificial pudiera encargarse de todo: organizar el viaje, seleccionar el mejor servicio, anticipar retrasos, optimizar la ruta, pagar y confirmar, sin que el usuario tenga que hacer absolutamente nada? Eso no solo transforma la experiencia de movilidad: cambia de raíz la forma en que interactuamos con la información, con los servicios y con el mundo digital –y, como consecuencia, también con el mundo real.

Los más optimistas argumentan que estos agentes actuarán como “colegas digitales” que asumirán tareas repetitivas, procesarán grandes volúmenes de datos y ofrecerán recomendaciones estratégicas. Esto liberará tiempo para que las personas se concentren en actividades más importantes: pensamiento creativo, resolución de problemas complejos, inteligencia emocional y decisiones de alto nivel. Muchos analistas afirman que es probable que en el corto plazo haya disrupciones laborales, pero que el impacto económico a largo plazo podría ser “extraordinario”. Goldman Sachs estima que los agentes de IA podrían impulsar el Producto Interno Bruto global en siete billones de dólares durante la próxima década. Adicionalmente, un estudio de McKinsey proyecta que la inteligencia artificial podría añadir entre 2.6 y 4.4 billones de dólares al año a la economía global, al transformar radicalmente funciones como el servicio al cliente, la ingeniería de software y el marketing.

Estamos entrando en una nueva era de “productividad aumentada y exponenciada”:  cada empleado podría contar con un equipo de agentes que trabaje 24/7 para investigar, redactar, analizar, agendar y optimizar, llevando al individuo de la eficiencia a la capacidad “sobrehumana”. Sam Altman, creador de OpenAI y una de las voces más influyentes en la evolución de la inteligencia artificial, anticipa un punto de inflexión sin precedentes: “se acerca el día en que podremos pedirle a un modelo de IA que resuelva toda la física… y realmente podrá hacerlo”. Más allá del asombro, su afirmación encapsula una verdad inquietante: no estamos solo ante una herramienta poderosa, sino ante una tecnología con potencial para replantear los fundamentos mismos del conocimiento humano.

Pero si los agentes pueden ser asistentes, ¿por qué no también abogados, doctores, maestros o pilotos? ¿Qué ocurrirá cuando ya no sean solo herramientas de productividad, sino entidades capaces de diagnosticar enfermedades, defenderte en un juicio, explicarte álgebra o pilotear un avión con mayor precisión que cualquier humano? Incluso ya existen modelos en fase de entrenamiento que simulan vínculos emocionales. ¿Y si el próximo “mejor amigo” de un adolescente no es un compañero de clase, sino un agente digital que lo conoce mejor que sus propios padres? Ante ese escenario, la pregunta ya no es únicamente económica, sino profundamente humana: ¿qué haremos nosotros cuando los agentes puedan hacerlo todo?

Por lo pronto, las recomendaciones de Huntley para los estudiantes son tan concretas como urgentes. No se trata de volverse experto en cada nueva herramienta que aparece, sino de adoptar una mentalidad de adaptación constante. Recomienda construir proyectos propios –aunque sean simples–y de despliegue continuo, y sobre todo, no depender ciegamente de la inteligencia artificial, sino comprender cómo funciona por dentro. Huntley insiste: el verdadero diferencial no será saber usar IA, sino saber cuándo está equivocada y tener el criterio para corregirla. Además, aconseja desarrollar una presencia pública –un portafolio, un blog, un repositorio de trabajo–, porque en un mundo donde la IA puede escribir, programar y hasta diseñar, la única forma de destacar será demostrar con hechos que sabes pensar y eres creativo. En palabras de Ethan Mollick, académico de Wharton y uno de los principales estudiosos del impacto de la IA en el trabajo: no estás siendo reemplazado por una IA, estás siendo reemplazado por una persona que sabe usarla”.

El autor es fundador de News Sensei, un brief diario con todo lo que necesitas para empezar tu día. Engloba inteligencia geopolítica, trends bursátiles y futurología. ¡Suscríbete gratis aquí!


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