Cuando se trata del fin del mundo, no hay metรกfora que ayude. Tan absoluto el final que raya en lo inimaginable. ยฟCรณmo hablar de esa interrupciรณn tajante? Por ejemplo, corte a negros y silencio. O quizรก sรญ hay una metรกfora adecuada y la hallaron hace setenta aรฑos los miembros del Consejo de Seguridad y Ciencia del Bulletin of Atomic Scientists. La imagen es precisa: un reloj, o Doomsday Clock, que al marcar las proverbiales doce en punto anuncia que llegamos al definitivo corte a negros y silencio.
Los miembros de este consejo cada aรฑo adelantan o atrasan las manecillas segรบn evalรบan el riesgo de una catรกstrofe que nos borre del planeta. Hasta antes de 2007, los รบnicos criterios de evaluaciรณn eran las amenazas terminantes que provenรญan de la tecnologรญa nuclear. Desde hace diez aรฑos incluyen en sus consideraciones cuestiones de cambio climรกtico y otras tecnologรญas. Y la noticia es que con el ascenso de Donald J. Trump al escritorio mรกs poderoso del planeta, el reloj requiriรณ una ajustadita. Para mal. Ni bien Trump colocรณ las posaderas en la silla reclinable de la oficina oval, el Consejo de cientรญficos y el Consejo de auspiciantes que incluye a 15 ganadores del Nobel evaluaron que perdimos 30 segundos. Dos minutos y medio para las doce. โEs mรกs importante que nunca que los lรญderes alrededor del mundo tranquilicen y no aticen las tensiones que podrรญan llevar a la guerra, ya sea por accidente o por error de cรกlculoโ, explicรณ Rachel Bronson, la directora ejecutiva del boletรญn.
A decir verdad no venรญamos bien tampoco. Durante 2016 estuvimos a tres minutos de la media noche. Y la manecilla minutera ha ido avanzando casi constantemente en la nefasta direcciรณn desde, digamos, 1991. En aquel aรฑo las dos potencias โEstados Unidos y la Uniรณn Soviรฉticaโ firmaron el Tratado de Reducciรณn de Armas Estratรฉgicas (SMART I, por las siglas en inglรฉs) y ese compromiso llevรณ el reloj a 17 minutos antes de las doce, la mejor hora de las รบltimas tres dรฉcadas. Solo en una ocasiรณn la opiniรณn de estos expertos ha sido tan catastrรณfica como ahora. Fue en 1953, cuando tanto Estados Unidos como la Uniรณn Soviรฉtica desarrollaron y probaron espectacularmente la bomba de hidrรณgeno. En aquel entonces estรกbamos a dos minutos del final. Ahora estamos otra vez a ciento cincuenta segundos de la obliteraciรณn. โLas buenas polรญticas pรบblicas toman en cuenta a la polรญtica pero nunca se crean en ausencia de conocimiento. Los hechos son sin duda cosas necias, y deben ser tomados en cuenta si queremos preservar el futuro de la humanidad a largo plazoโ, opinan los editores del boletรญn.
Martyl Langsdorf, una pintora de paisajes abstractos fue comisionada para hacer la representaciรณn grรกfica de este reloj del fin del mundo. Langsdorf es pues la autora de esta metรกfora precisa, adecuada. La primera apariciรณn la hizo en la portada de la incipiente revista que en junio de 1947 dejaba de ser un boletรญn mimeografiado que circulaba entre unos cuantos para ser una publicaciรณn mรกs ambiciosa. Langsdorf habรญa considerado para la portada un elemento tipogrรกfico: una U enorme para referir al elemento crucial de las armas nucleares, el Uranio. Pero, segรบn cuenta Kennette Benedict, al participar de las discusiones entre los miembros del consejo reconociรณ que lo mรกs persuasivo era โla urgencia que sentรญan los cientรญficos atรณmicos ante los peligros inminentes de esta nueva tecnologรญaโ. De ahรญ el reloj del fin del mundo.
En toda pelรญcula de acciรณn que se respete hay un contador de nรบmeros rojos que decrece y amenaza con hacer estallar alguna cosa. Y en casi todas, una mano certera, un golpe de suerte, una manija secreta detiene la cuenta regresiva a un segundo de la tragedia. Lรกstima que la realidad sea tan poco histriรณnica, tan definitiva.
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.