El valle de Napa está construido sobre un basamento de cabernet sauvignon. Esta variedad se importó de Francia alrededor de 1853 y en la actualidad representa el 53 por ciento de los cultivos vinícolas de la región. Prospera a temperaturas moderadas –por debajo de los 20 grados centígrados, aproximadamente– lo que lo hace perfectamente adecuada para el clima del norte de California. Por lo menos, así solía ser. El cambio climático ahora representa una amenaza a la existencia de las uvas cabernet y otras variedades típicas de Napa. Las proyecciones muestran que el área en Napa que es ideal para el cultivo de cabernet, pinot noir y otras uvas de la mejor calidad podría reducirse a la mitad para 2039. Ante el aumento de temperatura, la posibilidad de escasez de agua e incendios más devastadores, los viticultores de Napa se han dado a la tarea de reunir esfuerzos, tanto para proteger su modo de vida como para contribuir con las iniciativas globales para combatir el cambio climático. En tiempos recientes muchos han adoptado el llamado cultivo de carbono, un conjunto de prácticas diseñadas para maximizar el almacenamiento del carbono en el suelo, en lugar de dejarlo suelto en el aire.
Los cálculos más optimistas sugieren que, si se implementara en todo el mundo, el cultivo de carbono podría aislar la asombrosa cantidad de 100 por ciento de las emisiones anuales de CO2. “El potencial para mitigar el cambio climático que estas prácticas agrícolas por sí solas ofrecen podría reducir la temperatura de 0.1 a 0.3 grados centígrados para final del siglo”, afirma Whendee Silver, profesora de ciencias, políticas y gestión ambiental en la Universidad de California en Berkeley, y una de las científicas más vinculadas al cultivo de carbono.
Esas fracciones de grado pueden no sonar a mucho, pero de acuerdo con las metas del Acuerdo de París, solo podemos tolerar un aumento de temperatura de un grado Celsius, así que una reducción de entre 0.1 y 0.3 grados sería un gran logro. Se trata de una propuesta atractiva para cualquier granjero que se preocupa por el cambio climático y, los viticultores de Napa, en general, son un grupo muy atento a la ecología. Miguel García, quien trabaja en el Napa County Resource Conservation District y encabeza el esfuerzo para implementar el cultivo de carbono en los viñedos del Napa, afirmó que “dándole el tiempo suficiente, no hay razón para que el valle completo no pueda tener emisiones neutras o hasta negativas de carbono”.
Algunos expertos ponen en duda la idea de que corregir la gestión del suelo pueda dar como resultado emisiones neutras de carbono, y mucho menos negativas, y las respuestas a algunas preguntas importantes sobre el cultivo de carbono siguen siendo incógnitas. Aun así, los viticultores de Napa, como muchos agricultores de California, siguen avanzando.
García diseña gratuitamente planos personalizados para los viñedos que desean probar el cultivo de carbono. Este proceso comienza con aplicar pruebas para medir su contenido original de carbono en el suelo y culmina con una prescripción de los cambios necesarios para mejorarlo. Suele ser necesario detener o minimizar la labranza, porque elimina la materia orgánica (es decir, el carbono) y airea el suelo, liberando en el aire el dióxido de carbono. Otros pasos incluyen agregar composta y plantar cultivos de cobertura debajo de las parras. Todos estos son grandes cambios para un oficio regido por la tradición y la historia. Los cultivos de cobertura cambian la apariencia de un viñedo, con sus surcos claramente definidos, por algo más silvestre, y la labranza ha sido la práctica seguida en el manejo de viñedos durante mucho tiempo. No obstante, los viticultores de la región rápidamente han adoptado la nueva forma de hacer las cosas. García cuenta que, a la fecha, en 15 viñedos se han implementado planes de secuestro de carbono, y en 13 más están en pleno desarrollo. En el condado de Napa se encuentran establecidos más de 700 viticultores, y la meta de García es elaborar planes para, por lo menos, 12 de ellos cada año.
“Los más tradicionalistas hacen las cosas como las han hecho durante años y, por lo tanto, piensan que es la manera correcta”, afirma Kristen Belair, viticultora en Honig Vineyard & Winery, quien ha dedicado años a impulsar varios esfuerzos de sustentabilidad, y ahora está colaborando con García para implementar un plan de cultivo de carbono. “Pero pienso que ahora se está haciendo más, de modo que la gente ve lo que está sucediendo a su alrededor y no desea quedarse rezagada”. Silver, la científica de la Universidad de Berkely en California, visitó el Valle de Napa a principios de este año para impartir una plática a los viticultores sobre cultivo de carbono. “No estaba segura de los resultados que daría”, reconoce. “Pero había tantos productores que ya tenían experiencia en el tema, que me hicieron magníficas preguntas sobre datos científicos”.
Los entusiastas que apoyan el cultivo de carbono ven en él una forma relativamente sencilla de revertir años de emisiones fósiles. La mayoría de métodos de cultivo de carbono –agregar composta, hacer cultivos de cobertura, rotar los cultivos, cubrir con rastrojo, y hasta eliminar la labranza– requieren relativamente poco esfuerzo y aportan un gran beneficio. Grupos de productores estadounidenses, y hasta el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, han promovido la eliminación del arado desde el llamado Dust Bowl de los años 20, cuando la erosión del suelo y la intensa sequía crearon tormentas de polvo que arruinaron cosechas y mataron personas y ganado en grandes franjas de Estados Unidos.
Sin embargo, los escépticos ven en el cultivo de carbono un método sin suficiente investigación que lo sustente, que distrae de soluciones más efectivas a favor del clima. Ron Amundson, uno de estos cuestionadores, ocupa una oficina contigua a la de Silver en el departamento de biogeoquímica de la Universidad de Berkeley en California. En un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en 2018, explicó que hay retos culturales y científicos que representan obstáculos para el cultivo de carbono como estrategia exitosa para mitigar los problemas climáticos. Amundson asistió a la Conferencia de las Partes de 2000, en la negoció la implementación del Protocolo de Kyoto. Dice que las cosas que se afirman hoy sobre el potencial del cultivo de carbono son similares a las que escuchó en aquel entonces. “En 20 años de promoción, de montañas de estudios, etc., no podemos ver ningún indicio en la atmósfera de que la actividad del suelo en realidad haya reducido el CO2 de una forma significativa desde el punto de vista climático”, comenta acerca de los esfuerzos hechos por los promotores del cultivo de carbono. “Todavía es una promesa, o una premisa, más que un recurso de mitigación”.
La investigación acerca del cultivo de carbono sigue siendo despertando cuestionamientos e incertidumbre. Timothy Searchinger, experto en política ambiental en Princeton, fue coautor de un informe junto con el World Resources Institute (en colaboración con diversas agencias de la ONU) acerca de la alimentación sostenible para la población mundial. Su capítulo sobre el cultivo de carbono fue desalentador. “Tenemos grandes dudas acerca del potencial para capturar grandes cantidades de carbono, y pensamos que hay otras medidas más importantes que tomar”, reconoció. Searchinger y sus colegas revisaron la investigación disponible y llegaron a la conclusión de que mostraba poca certeza en torno a la cantidad de carbono que se puede capturar con las prácticas comunes de cultivo, como la reducción de la labranza o la adición de más estiércol o rastrojo al suelo. Resulta en extremo complicado medir los cambios en el carbono del suelo y los científicos no siempre los definen de la misma manera.
Además, es difícil cultivar sin arar durante mucho tiempo –porque los desechos de los cultivos de años anteriores se acumulan, lo que dificulta plantar nuevas semillas y complica el drenaje del suelo–, y arar un campo, aunque sea una vez, puede revertir los beneficios de años de captura. “Para que estas prácticas propicien la captura de carbono en cantidades importantes, todo tiene que salir bien, y eso casi nunca sucede”, afirma Dan Blaustein-Rejto, director adjunto para política alimentaria y agrícola en el Breakthrough Institute, un grupo de expertos en soluciones climáticas. Cerca del 20 por ciento de los granjeros en Estados Unidos dicen practicar el cultivo sin arado, pero Blaustein-Rejto afirma que las encuestas muestran que cerca del 60 por ciento de estos agricultores sí aran su tierra ocasionalmente.
Amundson, Blaustein-Rejto y Searchinger coinciden en que, dado que las emisiones de carbono siguen en aumento, es esencial enfocarse en reducirlas en lugar de tratar de absorber el carbono del suelo. Algunas posibilidades más simples, como incrementar la eficiencia, ya han demostrado su gran efectividad. La cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la producción de un galón de leche en California es la mitad de lo que era hace 50 años. La ganadería sigue siendo responsable de la mayor parte de las emisiones de metano en California y el estado ha invertido cientos de millones de dólares tratando de solucionar el problema. Pero también ha invertido en el cultivo de carbono: más de US$17 millones en el un programa llamado Healthy Soils Program, mediante el cual se distribuye dinero a los agricultores y productores para la “implementación de una gestión conservacionista que mejore la salud del suelo, elimine el carbono y reduzca las emisiones de gas de efecto invernadero”, así como la presentación de proyectos que muestren estas prácticas. Ahora los agricultores pueden ganar créditos de carbono por esparcir composta en su tierra, un incentivo financiero que presupone un conocimiento preciso acerca de cuánto carbono se captura mediante esta práctica, aunque esos números con frecuencia sólo se conocen vagamente o se debaten con insistencia entre los científicos.
Sin embargo, no hay forma de que el cultivo de carbono se convierta en un método de reducción de emisiones probado y comprobado a menos de que los agricultores lo prueben y los científicos lo examinen. Los granjeros del condado de Marin, al poniente de Napa, fueron pioneros del cultivo de carbono en California, y varios científicos han estudiado a detalle sus esfuerzos. El trabajo de los viticultores no se ha sometido a un escrutinio tan minucioso, pero tal vez debería. Napa tiene una posición ideal en muchos aspectos para implementar el cultivo de carbono, afirma García. Los viticultores también tienen incentivos económicos que muchos agricultores no tienen: sus clientes pueden estar dispuestos a pagar más por un vino “con emisiones neutrales de carbono”.
A medida que la bodega Honig deja de arar y las plantas cubren los cultivos y setos, Belair dice que es emocionante ver que en realidad se puede hacer algo hasta en un pequeño lote del Valle de Napa. “Hay muchos mitos y anécdotas en la agricultura y la vinicultura, así como en el mundo en general, así que hay cosas que no se cuestionan ni se prueban”, admite Blair. Siguen sin responderse los cuestionamientos básicos sobre la mayoría de las prácticas de cultivo de carbono: ¿aumenta o reduce la producción? ¿La composta ayuda a la retención del agua y resistencia a sequías? Los viticultores de Napa podrían ayudar a responderlas.
Mientras tanto, sigue siendo cierto que usar composta y abono, plantar cultivos de cobertura y reducir la labranza son prácticas de costo relativamente bajo que ayudan a promover la salud del suelo –y se espera que estimulen la resistencia a las sequías, el calor extremo y otros estragos que el cambio climático ocasiona. Al centrarse solo en los efectos que puede tener el cultivo de carbono en la mitigación climática, se subestima la importancia de adoptar estas estrategias. Mark Bradford, un especialista en suelos de Yale, recientemente publicó con varios colegas un estudio en Nature Sustainability, señalando lo anterior. Ellos afirmaron que el desacuerdo sobre el papel del suelo en la mitigación del clima afecta la confianza en el esfuerzo para incrementar el manejo del carbono en el suelo con el propósito de proteger y restaurar el suelo agrícola.
Otorgar créditos o calcular la reducción de emisiones sobre la base del cultivo de carbono puede ser dudoso en este momento, pero el cultivo de carbono en realidad es una buena práctica agrícola. Y esto resulta esencial para crear un futuro sostenible para la agricultura, sin importar cuál pueda ser su función en el combate al cambio climático.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es una periodista radicada en Los Ángeles que cubre temas de ciencia y tecnología.