Entrevista a Henning Beck: “Ninguna inteligencia artificial puede reemplazar lo que hacen los humanos”

En su libro "Errar es útil", el neurocientífico explica que las grandes cualidades del cerebro humano surgen de algunos de sus fallos, que nos empujan a ser más creativos y plantear nuevos enfoques.
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Henning Beck es bioquímico y doctor en neurociencia y está acostumbrado a dar charlas sobre cómo funciona el cerebro. Con sus perfecciones, pero también con sus grandes defectos. Porque este órgano, que nos diferencia de todos los seres que habitan la tierra, es en gran parte un cúmulo de errores. No sabe bien cómo tomar decisiones, ni recordar de forma precisa y tampoco calcular. Acciones que llevan a cabo mucho mejor las máquinas. Sin embargo, Beck defiende, como explica en su libro Errar es útil (Ariel) que son estos fallos los que diferencian a los seres humanos de cualquier otro animal y del ordenador más perfecto. El error, y la posibilidad de aprender de ello para la próxima –no siempre fácil– es quizá lo que ha llevado al ser humano al lugar en el que está.

Señala continuamente en el ensayo que el cerebro humano es mucho más inteligente que cualquier ordenador. ¿No hay algo de tecnofobia en su libro?

No, no, la tecnología digital desempeñará un papel importante en el futuro. Sin embargo, ninguna inteligencia artificial puede reemplazar lo que hacen los humanos, que es el arte de resolver los problemas de forma creativa. El cerebro y los ordenadores se diferencian en algo fundamental: las personas se plantean preguntas y los ordenadores dan respuestas. Los ordenadores siguen reglas, pero las personas pueden modificar esas reglas.

¿Por qué el cerebro es más listo que el ordenador?

Cuando se trata de resolver problemas de manera rápida y eficiente, es decir, de manera inteligente, las computadoras a menudo son tan buenas como los humanos. Pero la capacidad de enfocar los problemas de una manera distinta, eso solo lo pueden hacer los cerebros. Nosotros somos no solo más inteligentes, sino más creativos. Nos comunicamos con los demás e intercambiamos nuestros puntos de vista. Un algoritmo nunca hace eso porque un ordenador siempre busca similitudes y correlaciones.

Pero entonces, ¿por qué nos influyen tanto los algoritmos? Lo observamos sobre todo en las redes sociales con las burbujas que se crean y nos dejamos llevar por ellas.
Los algoritmos funcionan muy bien porque a la gente le encantan los patrones de pensamiento y las rutinas. Los modelos de negocios de las empresas más valiosas funcionan tan bien porque es muy conveniente mantener los hábitos de las personas. Facebook, Amazon y Google solo me muestran lo que es mejor para mí y eso es cómodo, pero aburrido a la larga. Si los lunes, martes, miércoles y jueves me como una hamburguesa, el algoritmo de Amazon me va a proponer: “oh, cómo te gustan las hamburguesas, prueba una hamburguesa este viernes“. Pero le garantizo que después de cuatro días comiendo hamburguesas ya no tengo ganas de ninguna más. Conclusión: cuanto más confiemos en los algoritmos, menos variadas serán nuestras vidas.

Hace poco un estudio Centro de Investigación Económica Ragnar Frisch en Noruega decía que los nacidos a partir de 1975 eran menos inteligentes que los nacidos anteriormente. ¿Nos están haciendo los ordenadores más tontos?

Quizá es el uso de los medios modernos el que nos hacen ser más comodones.
Externalizamos más trabajo a las computadoras y no pensamos mucho en ello. Pero por otro lado tenemos más posibilidades de centrarnos en cosas importantes. Yo ya no recuerdo el número de teléfono de mi hermana, porque lo tengo grabado en mi móvil, pero sí sé cuándo tengo que llamarla.

Pero lo más probable es que si tengo que hacer una raíz cuadrada use la calculadora aunque mi cerebro tenga la capacidad para realizar operaciones matemáticas. ¿A la larga es posible que esas capacidades vayan desapareciendo del cerebro?

El cerebro es muy malo calculando. Y cuanto menos se utilice para calcular, peor funciona. Con un poco de ejercicio se puede mejorar, pero nunca será tan bueno como una calculadora. Sin embargo, eso tampoco es tan necesario. Mucho más importante que calcular a toda velocidad es entender lo que se está calculando. Por tanto, los datos y números no son tan importantes como el conocimiento y el pensamiento. El símbolo ☺ se diferencia de ☹ solo en un tercio de sus datos, sin embargo el significado para nosotros es completamente diferente.

También dice que el cerebro es malo tomando decisiones y que se cortocircuita. ¿Qué es lo que más dificulta al cerebro a la hora de tomar decisiones?

Cuanto mayor sea la posibilidad de elección, más difícil será la decisión. Por ejemplo, muchas personas quieren encontrar pareja, pero no saben objetivamente qué pareja va a ser la exitosa. Si has tomado la decisión de buscar pareja, va a ser algo difícil encontrarla porque cuantas más opciones haya más difícil será elegir. Pero hay tres cosas que nos ayudan: establecer criterios que nos ayuden en la selección; preguntar a alguien que me dé nuevos puntos de vista sobre la decisión; tirar una moneda al aire (porque en el momento en el que la lanzas ya estás pensando en cómo debe caer puesto que subconscientemente ya hemos tomado la decisión).

¿Por qué tomamos entonces una decisión si parece tan difícil? Y una decisión que creemos que es la correcta, ya que finalmente se opta por algo. ¿Cómo funciona ahí el cerebro?

En el cerebro no hay ningún tipo de decisión que sea racional. Las emociones juegan siempre un gran papel. El cerebro sopesa hechos objetivos con sentimientos subjetivos. Pero mucho más importante que encontrar la mejor decisión objetivamente es el hecho de decidir en sí y después asumir la responsabilidad de esa decisión.

Si llevamos este asunto a la política, el hecho de que haya más partidos, ¿debilita o fortalece a la democracia?

Cuando hay pocos partidos, la posibilidad de encontrar la opción adecuada es mucho más baja. Y cuando hay muchos partidos es mucho más complicado decidirse y la política se hace algo más difícil. Lo importante es el equilibrio.

Usted señala que los errores son buenos, pero nos enfadamos mucho cuando fallamos.

Los fallos no tienen una buena imagen. El perfeccionismo y la precisión son consideradas cualidades positivas. Por supuesto, no todos los errores son buenos, pero quien no intente nunca algo nuevo nunca va a ser creativo. Lo importante son dos cosas: que no haya miedo a arriesgar y que se aprenda del error. Solo el estúpido comete el mismo error dos veces.

Otro tema interesante del libro tiene que ver con los recuerdos y cómo la memoria los falsea. ¿Qué sentido tiene entonces una “memoria colectiva”?

El propósito de la memoria no es reflejar el pasado de forma perfecta sino ayudar a planear el futuro. Las regiones cerebrales que falsean nuestros recuerdos son las mismas que nos ayudan a idear nuestro futuro. Por supuesto a veces es importante ser preciso en el recuerdo del pasado, aunque es mucho más importante poder interactuar con otros y desarrollar cosas nuevas. Y esto solo es posible si se piensa de forma colectiva sobre un hecho y nadie se aferra al pasado.

Por último, una duda. Si lo que nos diferencia de los animales es que somos más inteligentes, pero tenemos un cerebro predispuesto a errar, ¿significa eso que el cerebro de los animales es menos defectuoso?

Ninguna forma de vida piensa de forma tan inteligente como las personas. Hasta la persona más tonta de la tierra es mucho más lista que el más listo de los delfines. Los cerebros de los animales también tienen debilidades y no son perfectos. Solo el cerebro de las personas está tan evolucionado como para que puedan aprender de sus errores. Y es precisamente este “error del pensamiento” lo que nos diferencia de los animales y de los algoritmos perfectos.

 

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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