De acuerdo con José Salvador Aburto Morales, director general del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra), en los últimos cinco años ha aumentado 28% la donación de órganos y tejidos de donadores fallecidos y los trasplantes de órganos han incrementado, en el mismo periodo, en 23%. Aunque son porcentajes alentadores, lo cierto es que están lejos de cubrir la demanda que, de acuerdo con el Sistema Informático del Registro Nacional de Trasplantes, al 31 de marzo de este año era de:
La escasez de órganos disponibles es un problema global, de ahí que la OMS, desde 2010, promueva una serie de principios rectores sobre trasplante de células, tejidos y órganos humanos. En ellos se resalta que el consentimiento es la piedra angular ética de toda intervención médica. El consentimiento puede ser expreso o presunto, pero esto –enfatiza la OMS– siempre dependerá de las tradiciones sociales, médicas y culturales de cada país, así como del modo en que las familias toman las decisiones respecto a la asistencia sanitaria en general.
En México la principal causa de que una donación no se concrete es que la familia del fallecido se niegue a donar los órganos.
Ante este problema, sorprende que para algunos legisladores la solución no pase por dar más información a la familia para que acepten donar los órganos de su familiar, sino que optan por saltárselos y proponen una iniciativa para que la donación de órganos sea automática[1], salvo que la persona haya dejado por escrito su negativa expresa a ser donante.
Legislar lo que se pueda siempre es más fácil que buscar las causas del problema (¿Qué hay detrás de la negativa de los familiares a donar órganos?) y legislar para atajarlas. Por ejemplo: en Social psychological factors of post-mortem organ donation: a theoretical review of determinants and promotion strategies, se apunta que parte de esa negativa se funda en la desconfianza en la ciencia médica y una muy pobre comprensión sobre las implicaciones de la muerte cerebral. Otro estudio señala que la desconfianza hacia los médicos es fundamental para decidir positiva o negativamente respecto a la donación. En Perceived support among families deciding about organ donation for their loved ones: Donor Vs Nondonor next of kin reportan que los familiares que percibieron una menor atención médica durante los últimos días de un ser querido tenían menos probabilidades de consentir la donación. Y acá se propone algo que a nuestros legisladores les parecerá una salvajada: preguntar de manera amable a los familiares sobre la donación e implementar mecanismos éticos, dignos y efectivos que le den tiempo a la familia para procesar la muerte de su ser querido y decidir respecto a la donación de sus órganos[2].
P.d. Se espera que la iniciativa sea discutida por el pleno de la Cámara de Diputados el 30 de abril. Pero, como pueden leer en esta muy completa nota de Reporte Índigo, hay distintos argumentos que ponen en duda su viabilidad: problemas logísticos (La iniciativa misma implicaría más gastos, porque cada institución debe pagar los trasplantes que haga, y no se está considerando un aumento en las bolsas presupuestales); de coordinación con otras autoridades (al parecer ¡nadie le pidió su opinión a Cenatra!) y otros tantos de corte ético (el Estado se convierte en dueño de facto de los órganos de las personas, y la mitad de la población que vive en pobreza ¿estará en la capacidad de tomar este tipo de decisiones?)
P.p.d. Vale la pena echarle un ojo a esto: Organ Donation: Presumed Consent and Focusing on What Matter
[1] En septiembre del año pasado, la senadora Lorena Cuéllar Cisneros, ahora candidata a diputada federal por el distrito 03 de la Coalición “Juntos Haremos Historia”, presentó una iniciativa en ese sentido que fue aprobada por el Senado. Y acá puede leerse el dictamen de la Cámara de Diputados.
[2] En este link pueden leer una entrevista con uno de los coautores de ese paper.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.