México y la vacuna contra el covid-19

El desarrollo, la fabricación y la aplicación masiva de la eventual vacuna para el covid-19 son problemas que cada país sorteará en condiciones distintas. México puede aprovechar su largo trabajo en materia de vacunación para hacerles frente.
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Desarrollar una vacuna para el coronavirus SARS CoV-2 no será fácil, y cada país enfrentará los retos que esto implica desde condiciones distintas. ¿Cómo lo hará México?

México sabe aplicar vacunas. En 1973 se estableció el programa nacional de inmunizaciones, y desde entonces nuestro país ha participado activamente en importantes logros en salud, como la erradicación de la viruela y la eliminación de la poliomielitis y de la transmisión endémica de sarampión. Gracias a un plan muy bien diseñado, la mortalidad para niños menores de 5 años disminuyó de 51 fallecidos por cada mil nacidos vivos en 1980 a solo 12.9 en 2013.

Además, desde hace más de 40 años ha venido consolidando uno de los esquemas de vacunación más completos del mundo, que actualmente protege de 14 enfermedades y tiene la virtud de ser universal, obligatorio y gratuito. Con personal calificado, metodología probada, una excelente red fría para garantizar que las vacunas estén siempre en la temperatura adecuada durante todo su manejo y recursos adecuados, México ha estado a la vanguardia en vacunación. Sin embargo, el covid-19 implica retos nuevos.

Para que México cuente con una eventual vacuna contra covid-19, será necesario recorrer varias etapas. En primer lugar, se encuentra la investigación inicial. Aunque los centros de investigación básica de las grandes empresas no se encuentran ubicados en México, nuestro país ya se ha hecho presente en los esfuerzos internacionales. El pasado 4 de mayo, la Unión Europea y la OMS organizaron la Cumbre de Respuesta Global al Coronavirus, que recibió aportaciones privadas y gubernamentales por 7,500 millones de euros. El sitio oficial de esta iniciativa registra que México aportó 274 mil euros, pero el canciller Marcelo Ebrard anunció el compromiso de nuestro país por un millón de euros. Con esta medida, se dice, México tendrá acceso a las fases iniciales de investigación. Ebrard mencionó que distintas instituciones participarán en estudios de fase 1, cosa que el país ha realizado en contadas ocasiones, como con la vacuna contra el dengue. Es más probable que participemos en estudios fase 3 más extensos, como ocurrió con la vacuna del rotavirus.

También se está realizando investigación básica sobre el virus con miras a desarrollar una vacuna, en nuestro país y con científicos mexicanos, por parte de la biotecnológica SciCore Medical y el Instituto de Biotecnología de la UNAM.

Una vez que exista la vacuna, será necesario contar con un registro sanitario. Obtenerlo no debería ser un problema. La vacunación siempre será la intervención en salud más costo-efectiva ya que, con una inversión mínima por habitante, se evitan complicaciones graves e incluso la muerte. En el caso de la pandemia por covid-19, tener una vacuna disponible será la única forma de regresar a las actividades “normales” y reactivar la economía a largo plazo; además, es la única forma segura de crear una inmunidad de rebaño. En este contexto, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios no debería tener problema en otorgarle un registro de forma rápida, sobre todo si se hubieran realizado estudios clínicos de fase 3 en México. El Consejo de Salubridad General podría así incluirla inmediatamente en el Compendio Nacional de Insumos para la Salud.

Ya aprobada, la vacuna tendrá que ser fabricada. Es deseable y probable, pero poco posible, que México lo haga. La construcción de plantas para vacunas es complicado y requiere de grandes inversiones. En México solo dos empresas cuentan con instalaciones para fabricación de vacunas: la mexicana Liomont y la francesa Sanofi, la cual está terminando otra planta para la producción local de vacunas contra la influenza. Estas son plantas muy especializadas, por lo que utilizan respectivamente un solo tipo de tecnología para su producción; además ya se encuentran en uso. El reconvertirlas es tan complicado que podría ser mejor instalar nuevas para esta vacuna. Este problema se presenta en todo el planeta. Las plantas para fabricar la vacuna contra el covid-19 aún no existen y deben ser construidas. Quien quiera producir en nuestro país deberá invertir en la creación de una planta nueva, con la capacidad de producir decenas de millones de dosis al año.

Algo hay que tener muy presente desde un inicio: ya sea que la produzca el gobierno o que se compre a fabricantes internacionales, se tendrá que pagar por la vacuna. Según Paul Stoffels, ejecutivo científico en jefe de Johnson & Johnson, el precio podría ser tan bajo como diez dólares la dosis. Si esto es así, el gobierno de México debería hacer ya una provisión de no menos de 800 millones de dólares para vacunar a por lo menos dos tercios de la población. Tenemos de 18 a 36 meses para asignar estos recursos en el presupuesto de salud. Solo para poner en contexto, la partida total para vacunación (2020) es actualmente de solo 84 millones de dólares.

Producida la vacuna, tendremos el reto de inmunizar a millones. Como ya mencionamos, México sabe vacunar. Sin embargo, el inmunizar de golpe y en un lapso de meses a dos tercios de la población será una aventura de proporciones épicas. Cumplir con ello en, por ejemplo, seis meses, nos obligaría a administrar 450 mil dosis diarias. Este esfuerzo, sin embargo, podría aprovecharse para administrar las otras vacunas de nuestro esquema, logrando con ello una cobertura sin precedentes. Es sin duda una labor titánica, pero con estrategia, planeación y presupuesto adecuado, puede lograrse.

El coronavirus ha venido a cambiar las vidas de todos los habitantes de la Tierra y nos hará vivir una nueva realidad que no podremos enfrentar fácilmente sin una vacuna. México debe aprovechar el buen trabajo del pasado para colocarse a la vanguardia en prevención y combate al covid-19.

 

 

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es médico cirujano por la UNAM, analista, conferencista y asesor en políticas de salud. Ha publicado en diarios como Milenio y El Universal, y colaborado como consultor experto para medios de comunicación nacionales y extranjeros.


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