Cuatro años de errores en salud

La evaluación del sexenio en materia de salud deberá no solo abarcar lo que faltó por hacer, sino todo lo que se retrocedió en estos años.
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Al cumplirse cuatro años de esta administración es pertinente realizar una revisión del estado de la salud en México.

Cuando la “Cuarta Transformación” llegó al poder, la atención a la salud no era una parte sustancial de su agenda política, más allá de estar incluida en la frase “combate a la corrupción” que aglutinaba todos los planes de este gobierno y una vaga promesa de campaña de “un sistema de salud universal y gratuito”. El análisis de la salud que se desarrolló y publicó durante su campaña no se utilizó después de ganar las elecciones.

A partir del inicio de su gobierno, el presidente comenzó a hablar de su objetivo de crear en México un sistema de salud a la altura de “los mejores del mundo” y la frase “como en Dinamarca” se convertiría en una desafortunada promesa que, con el tiempo, le iría pasando la factura, al ser utilizada por la gente común como el sinónimo de lo que nunca lograremos.

Construir un sistema de salud universal no se logra en un sexenio. Si acaso ese es el tiempo que se requiere para cuantificar y analizar los activos, crear planes y, una vez establecidos los objetivos concretos, proponer las acciones específicas que deberán llevarse a cabo. En el caso de México, los objetivos no se conocen. En el Plan Nacional de Desarrollo, de las menos de cuatrocientas palabras dedicadas a la salud, solo 175 se dedican a una acción precisa: la creación de un “Instituto Nacional de Salud para el Bienestar” con cinco tareas, una de las cuales es el “combate a la corrupción”. A partir de allí, el gobierno de López Obrador se ha enfocado en desmantelar el complejo sistema de salud mexicano para, con las piezas, crear uno más acorde a su ideología y sus intereses.

Tras 48 meses de gobierno, el balance de los resultados en la materia es negativo. Si tomamos como base lo publicado en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2021, México no ha mostrado avances en sus indicadores básicos de salud y, por el contrario, ha retrocedido a mínimos históricos en áreas como la vacunación infantil. De acuerdo con la Ensanut, siete de cada diez mexicanos derechohabientes de alguna institución prefieren acudir a la medicina particular, incluyendo los consultorios adyacentes a farmacias.

En el camino, miles de pacientes se han manifestado por falta de medicamentos o mala calidad en la atención, junto a profesionales de la salud que se encuentran inconformes y desesperados, al sentirse entre la espada y la pared, haciendo lo mejor que pueden, con lo poco que cuentan.

Con estos antecedentes, sería complicado mencionar un tema único que se convirtiera en el emblema de lo que ha fallado en salud, aunque, básicamente, podemos señalar cronológicamente los dos errores principales:

1. El desabasto de medicamentos (2019). Quitarle al IMSS el control del sistema de compra consolidada, un mecanismo bien conocido por parte de los sistemas de salud y los proveedores, para dárselo –como parte de un programa de centralización– a la Oficialía Mayor de Hacienda (OMSHCP), produjo, en el verano de 2019, un caos en el proceso de adquisición, compra, distribución y dispensación de medicamentos a los pacientes. Fue así como comenzó el desabasto de medicamentos que el sistema de salud vive hasta el día de hoy.

Aunque la justificación oficial era la supuesta optimización del dinero público y un “combate a la corrupción”, en la realidad el gobierno buscaba hacerse de los recursos del sector salud. Al centralizar la toma de decisiones, la administración federal pretendía obtener, en teoría, ahorros sustanciales que la OMSHCP podría devolver para ser usados en los programas sociales.

Con la creación del Insabi, el proceso pasó a sus manos y se contrataron los servicios de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) para hacerse cargo de la compra de medicamentos principalmente en el extranjero; sin embargo, este cambio solo produjo más caos. El pasado noviembre, el gobierno, sin mayor explicación, dio por terminado el contrato con la UNOPS, dejando más dudas que certezas en cuanto a los resultados obtenidos tras los 130 millones de dólares pagados a este organismo.

Sin conocer las necesidades de los pacientes o los profesionales de la salud, pero sobre todo ignorando la experiencia y preparación que había detrás de un sistema de compras que llevó años pulir y poner a punto, las adquisiciones se llevan a cabo de manera desordenada y discrecional. A decir del Instituto Farmacéutico de México, hoy se compran menos medicamentos, pero a precio más caro.

Las repercusiones siguen teniendo consecuencias en la salud y el bienestar de la población, con cifras récord de recetas no surtidas en las unidades médicas en un país que tiene el porcentaje de gasto de bolsillo en salud más alto entre los países de la ocde.

2. La desaparición del Seguro Popular (2020). El 1 de enero del 2020 entró en vigor el decreto que creó el Insabi y marcó el fin del Seguro Popular. La medida tomó desprevenidos tanto a pacientes como a instituciones y profesionales de la salud. Literalmente de la noche a la mañana, el registro de nuevos derechohabientes se cerró y la cobertura del seguro perdió efecto, dejando a miles de pacientes sin acceso a la atención médica en instituciones públicas, que requerían de cuotas de recuperación, o en organizaciones de asistencia privada como la Fundación de Cáncer de Mama, que tenía un contrato de colaboración con el Seguro Popular.

Esta desaparición ocurrió únicamente por motivos ideológicos. Con la bandera retórica de que “no era seguro ni era popular”, el gobierno entrante trató en numerosas ocasiones de justificar el desmantelamiento de un sistema de financiamiento que ya daba protección y certeza a más de 50 millones de personas; sin embargo, hasta la fecha no ha encontrado un sustituto real que garantice su promesa de “gratuidad” en los servicios de salud.

Peor aún, al desaparecer el Seguro Popular, el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, que garantizaba la atención a los pacientes con enfermedades devastadoras como el cáncer, pasó a formar parte del gasto corriente y se ha venido reasignando al Ramo 12 (atención médica) en cada presupuesto de egresos aprobado; de este modo se da la impresión de haber incrementado los recursos a la salud cuando, en realidad, solo se ha cambiado el dinero de un bolsillo a otro o, simplemente, ese fondo ha tenido un destino poco claro.

En el discurso oficial, el Seguro Popular había sido reemplazado por un nuevo sistema de salud, inicialmente el Insabi, que garantizaría “gratuidad total” en la atención; no obstante, a poco más de dos años de su creación, el Insabi dejó esa responsabilidad para pasarla a una nueva iteración del IMSS-Bienestar.

En lo que va del sexenio, la “gratuidad” no ha pasado de ser una vacua promesa hecha para reforzar el concepto de “bienestar” promovido por la 4T. En la realidad, como lo demostró la Ensanut, los mexicanos están gastando dinero de su bolsillo para hacerse de servicios de salud. Técnicamente hablando, quienes ya pagan por su derechohabiencia en una institución, están pagando dos veces.

A cuatro años de iniciada, esta administración ha tenido sin duda grandes fallas. En materia de salud, esos errores han sido el reflejo del apego a una ideología, pero sobre todo de una falta de visión. Las decisiones se han tomado sin una planeación adecuada, como lo demuestra la pobre inversión en el sector en estos años. Estamos ante un gobierno que se dice de izquierda que no priorizó el bienestar de la población a través del fortalecimiento de la salud, sino que buscó la forma de utilizar sus recursos para beneficio político.

En este periodo se ha menospreciado a los profesionales de la salud con acciones que han ido desde excluir a los trabajadores privados en el primer proceso de vacunación contra la covid-19 hasta la importación de médicos cubanos en vez de ofrecer mejores salarios y condiciones de contratación a los médicos que ya atendían en el sector. En estos años, se ha incrementado el riesgo para los pasantes de medicina que realizan su servicio social y tres muchachos han muerto sin que se haga algo para cambiar el sistema de cobertura médica en áreas rurales.

Al momento de escribir este texto, el único enfoque real del gobierno en materia de salud es fortalecer el IMSS-Bienestar, aparentemente, la única apuesta que tiene para consolidar la promesa de su sistema de salud de clase mundial. Mientras tanto, los pendientes se acumulan en los indicadores básicos como salud materno-infantil o las enfermedades crónicas, en un país donde las cardiopatías y la diabetes lideran las causas de mortalidad solo debajo de la covid-19.

La evaluación en materia de salud, al terminar el sexenio, deberá ser muy objetiva y puntual. No solo abarcar lo que faltó por hacer, sino todo lo que se retrocedió en estos años. ~

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es médico cirujano por la UNAM, analista, conferencista y asesor en políticas de salud. Ha publicado en diarios como Milenio y El Universal, y colaborado como consultor experto para medios de comunicación nacionales y extranjeros.


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