Tal vez los nombres de los galardonados con el premio Turing –considerado el Nobel de la computación– no resulten familiares, pero sus innovaciones han conectado nuestras vidas. Tim Berners-Lee (galardonado con el premio Turing en 2016) inventó la red informática mundial (World Wide Web) y el primer navegador de la misma. Whitfield Diffie y Martin Hellman (premiados en 2015) inventaron la criptografía de clave pública –el elemento de seguridad que nos permite, por ejemplo, ingresar con confianza números de tarjeta de crédito en línea–. Raj Reddy (1994) fue pionero en inteligencia artificial, lo que permite a las computadoras entender el lenguaje hablado. Los logros de Yoshua Bengio, Geoffrey Hinton y Yann LeCun (2018) han permitido los vehículos autónomos, el reconocimiento facial y más.
El 15 de enero cerró el plazo para proponer ante la Association for Computing Machinery (ACM) a los nominados para el premio Turing 2019. Normalmente, la ACM anuncia al o los ganadores en marzo. Posteriormente, en junio les hará un homenaje junto con los ganadores de sus otros premios de menor prestigio, en un banquete de premiación que se lleva a cabo en San Francisco. Si llega a asistir, notará algo evidente. Casi todos los que han recibido el principal premio en computación son hombres.
Al repasar la lista de los premiados, podría tener la falsa impresión de que los hombres son responsables de casi todos los avances en materia de informática. Desde la creación del premio Turing, en 1966, han sido 70 los científicos que lo han recibido, de los cuales únicamente 3 han sido mujeres. No fue sino hasta 2006 que lo recibió una mujer: pasaron 40 años para que hubiera una galardonada. Algunos sostienen la teoría de que la escasez de mujeres en los premios Turing se debe a la poca representación de las mismas en su especialidad. Sin embargo, el 4 por ciento de mujeres galardonadas no se aproxima al hecho de que, en la actualidad, 21 por ciento de las mujeres obtienen un doctorado en ciencias de la computación, cifra que ha descendido desde 1987, año en que tuvo su nivel más alto, con 37 por ciento.
Los premios dotados de millones de dólares, como el Turing, captan la atención del público. Los ganadores son muy solicitados, se les invita a dar conferencias de alto perfil, a reunirse con líderes de negocios y dar asesoría a políticos. Para un cierto colectivo de sabelotodos –al cual yo pertenezco– ellos son verdaderos héroes. En los actos públicos posteriores al banquete de premiación de los galardones de la ACM, se convierten en modelos que inspiran a los jóvenes. Cuando las contribuciones de las mujeres se pasan por alto, el público deja ir oportunidades de generar fuentes de inspiración y obtener consejos de un importante sector entre los pioneros en computación.
Es un hecho que la ACM ha perdido oportunidades para reconocer la labor de mujeres que han sido pioneras en el campo de la informática. Grace Hopper (1906-1992) trabajó en la primera computadora comercial producida en Estados Unidos, creó el primer compilador e inventó el primer lenguaje para procesamiento de datos similar al inglés. El equipo del proyecto ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer, Computador e Integrador Numérico Electrónico) –conformado por Betty Jean Bartik, Kathleen McNulty, Mauchly Antonelli, Ruth Teitelbaum, Frances Spence, Marlyn Meltzer y Frances Holberton– fue el responsable de la primera computadora para propósitos generales que hubo en el mundo, la cual se utilizó para calcular las trayectorias balísticas en la Segunda Guerra Mundial. La Hermana Mary Kenneth Keller (1913-1985) ayudó a desarrollar el código informático BASIC. Radia Perlman (nacida en 1951) desarrolló el protocolo STP (spanning tree protocol), que hace posible Internet. Judy Clapp (nacida en 1930) ideó el prototipo de un sistema de defensa aérea que utiliza radares para rastrear y dirigir el curso de las aeronaves. Karen Sparck Jones (1935-2007) diseñó la frecuencia inversa de documentos, que es la tecnología subyacente en los motores de búsqueda modernos. La historia de las mujeres pioneras en la computación podría ser material de libros. De hecho lo es, y entre algunas de estas joyas se encuentran: Broad band: The untold story of the women who made the Internet, When computers were human y Grace Hopper: Admiral of the cyber sea.
Promover una mayor inclusión de género entre los reconocidos con el premio Turing y en el resto de la comunidad de especialistas en informática no solo es bueno para las mujeres, sino que también favorece la innovación y el descubrimiento. La diversidad de género en la ciencia enriquece la variedad de perspectivas, cuestiones y áreas que atienden los investigadores –lo que da como resultado un “dividendo en la diversidad de género”. Un estudio reveló que los grupos heterogéneos de personas que resuelven problemas tienen un mejor desempeño que los grupos homogéneos. Se ha demostrado que los participantes en grupos diversos se preparan mejor, anticipándose a opiniones contrarias, lo que promueve el análisis y mejora su creatividad, de acuerdo con otros estudios. Como lo expresó una autora, “La diversidad nos lanza a la acción cognitiva de formas en las que la homogeneidad simplemente no puede hacerlo”.
Sin embargo, las investigaciones muestran que los sesgos implícitos y explícitos a nivel sistémico inhiben la participación de mujeres en las ciencias de la computación. Los estereotipos extendidos sugieren que ellas no poseen el talento científico innato y también desvirtúan a la mujer. Con frecuencia se considera que las mujeres que se perciben como femeninas o que poseen habilidades interpersonales no son lo suficientemente hábiles para la computación.
No obstante, hay buenas noticias: muchos de los hombres influyentes que han recibido el Turing preferirían que el premio fuera más inclusivo. “Hemos tratado de preparar el terreno solicitando a los comités [de la ACM] que se esmeren en proponer nominados de acuerdo con este extendido deseo de que todos estén representados”, afirmó Vinton Cerf (2004), reciente copresidente del comité de premiación de la ACM y jefe de promotores de Internet en Google, en donde está trabajando en un internet interplanetario, entre otros proyectos.
Reconocer a un mayor número de mujeres no logrará reducir por sí mismo las barreras institucionales que limitan el avance de las mujeres en el campo de la informática. En las universidades, las investigadoras son llamadas a ocupar puestos internos de servicio para hacerse cargo de la “familia académica” con mayor frecuencia que los hombres, lo que limita el tiempo que dedican a la investigación. La falta de permisos de maternidad y estancias infantiles accesibles pone en desventaja a las mujeres científicas durante las cruciales etapas tempranas de sus carreras. Además, algunas políticas para promover la convivencia familiar exacerban la inequidad de género entre los científicos investigadores, particularmente en lo que se refiere a los permisos de ausencia familiares, ya que se ha demostrado que a los hombres se les reduce la carga de labores de enseñanza a una proporción mayor que a las mujeres. Se ha demostrado que el cuidado infantil en el sitio incrementa el número de publicaciones entre los hombres, pero solo aumenta las obligaciones de enseñanza entre las mujeres.
Algunos de los problemas institucionales se han reflejado en el proceso de identificar a los posibles ganadores del premio Turing. La ACM pide a destacados científicos especialistas en informática que envíen cartas de apoyo para nominar a los candidatos para el premio. Como lo demostró un estudio efectuado hace algún tiempo, las cartas de académicos especialistas en ciencias, necesarias para el avance en carreras y nominación en premiaciones, contienen, de manera desproporcionada, más expresiones que suscitan dudas acerca de las mujeres que optan por dedicarse a la ciencia. Quienes tienen la obligación de evaluar los logros profesionales a menudo no toman en cuenta la tendencia de los hombres a sobreestimar su capacidad, o la de las mujeres a subestimar la suya. El resultado es un grupo de nominados al premio Turing que muestra una similitud sorprendente al experimento de pedir a un niño que dibuje un científico, el cual se ha hecho durante 50 años, y que, de manera abrumadora, da como resultado el dibujo de un hombre. Si bien no todas las mujeres dedicadas a la computación se enfrentan a todos estos desafíos, son muchas los que han vivido algunos de ellos.
“Por lo general recibimos una nominada [para el premio Turing] cada cinco años, lo cual es inquietante”, reconoció la presidenta de la ACM, Cherri Pancake, el pasado mes de septiembre en el más reciente evento del Heidelberg Laureate Forum, una reunión anual de premiados en matemáticas y ciencias de la computación.
“Necesitamos nominar a más mujeres”, afirmó Robert Tarjan, al recibir el premio Turing, en 1986. “Puedo pensar en varias mujeres que deberían estar nominadas, se lo merecen”.
De hecho, en años recientes, la ACM ha hecho algunos avances hacia la inclusión de género en lo relacionado con los premios Turing. Frances Allen (2006) recibió el reconocimiento por optimizar los compiladores –programas que traducen de un lenguaje de programación a otro–. Con esto se sentaron las bases para una ejecución paralela automática, en la cual grandes problemas informáticos se dividen en otros de menor dimensión y así se resuelven simultáneamente. Barbara Liskov (2008) obtuvo el premio por sus aportaciones como pionera en lenguajes de programación y diseño de sistemas. A Shafi Goldwasser (2012) se le otorgó el galardón por abrir el camino para la ciencia de la criptografía e inventar métodos para hacer una verificación eficiente de pruebas matemáticas en el estudio de sistemas complejos.
Sin embargo, a Allen, Liskov y Goldwasser les serviría tener algo de compañía, no solo para un posible viaje rumbo al banquete de premiación de la ACM o al Heidelberg Laureate Forum, sino también en la noción colectiva de cómo deben verse los héroes de la informática.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es una matemática y escritora en la Johns Hopkins University. Su libro How to free your inner mathematician: Notes on mathematics and life será publicado por Oxford University Press en marzo de 2020.