Robots domésticos: ¿comodidad al precio de un poco de privacidad?

El ascenso de los robots domésticos despierta nuestro temor a que una casa inteligente se vuelva en nuestra contra, y también a que nuestros datos sean comercializados sin que nos demos cuenta.
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En una entrevista reciente, Colin Angle, fundador de iRobot, fabricante de la aspiradoras Roomba, mencionaba que los aparatos domésticos inteligentes son tontos en cuanto al entendimiento de su entorno físico, cosa que podría cambiar con ayuda de la tecnología de mapeo presente en sus modelos más recientes. Hasta ahí todo iba bien, pero luego hizo las declaraciones por las que sería atacado en redes sociales durante varios días: “Existe todo un ecosistema de productos y servicios que un hogar inteligente puede proporcionar una vez que se tiene un mapa detallado de la casa del usuario y que éste haya permitido compartirlo.” Agregó que una vez que los hogares fueran mapeados, iRobot podría llegar a un acuerdo con Amazon, Apple o Alphabet para venderles los mapas. Días después, el portal de Reuters publicó una fe de erratas en la que la frase “vender mapas” fue cambiada por “compartir mapas gratuitamente con el consentimiento del usuario.” De cualquier modo, la historia que llegó primero y se esparció por internet fue que iRobot vendería los mapas de las casas de los usuarios. Luego empezaron las teorías de la conspiración que afirman que esas “aspiradoras para gente perezosa” son en realidad caballos de Troya equipados con rifles de asalto y misiles y que este invierno tomarían su forma final. Una especie de Decepticons.

El mapeo que hace Roomba de las casas tampoco es nuevo. Esa funcionalidad se anunció en 2015, sin que se mencionara la transferencia de datos. Sin embargo, con la tecnología de mapeo más avanzada, el usuario podría pedirle a Roomba que aspirara una parte específica de la casa, ya que el aparato sabría identificar todas las distintas áreas. Y si Roomba compartiera información con un tercero, este podría ofrecer soluciones que se adelantaran a tus necesidades. Por ejemplo, si la aspiradora se topa continuamente con cables hechos bola en el suelo, Amazon podría sugerirte un organizador de cables; si tienes un gato y encuentra vómito, podría enviarte un recordatorio para que lo lleves al veterinario. En la utópica casa inteligente, el usuario no se preocupa por nimiedades, ya que la propia casa se hace cargo de todo. Lamentablemente para Angle, sus declaraciones tocaron un par de miedos: que las casas inteligentes son terribles y que nuestros datos son comercializados y transferidos a diestra y siniestra sin que muchas veces nos demos cuenta. Alphabet, Amazon y Apple no hicieron ningún comentario al respecto. Probablemente se imaginaron lo que venía. 

En el imaginario colectivo, las casas inteligentes suelen implicar desastres, como en este corto animado ruso basado en “Vendrán lluvias suaves” de Bradbury o en la clásica 2001: Odisea del espacio, en la que HAL 9000, una inteligencia artificial, toma el control de una nave espacial y decide matar a sus tripulantes. La fantasía constante es que este tipo de casas se vuelven en contra de sus usuarios porque son monstruosas y, peor aun, inteligentes.

El tratamiento de datos personales –ya sea su recolección, almacenamiento o transferencia– está contemplado en las regulaciones de protección de datos y privacidad de todo el mundo, aunque el nivel de protección del que gozan los datos varía. En México, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, a través de la cuenta @INAImexico, busca concientizar a la población acerca de lo que significa sincronización de datos, activación de geolocalización, protección de datos personales, etc. En contraste, la cuenta @INAIdeCabeza exhibe muchas de las fallas en protección de datos que existen en nuestro país.

Ahora bien, la transferencia de datos es una cosa completamente distinta a su venta. Actualmente la venta de datos personales no está contemplada por la normatividad (que en México las bases de datos se vendan, no significa que esté permitido). Los usuarios comparten su información personal a cambio de algún servicio y, dado que los datos personales no se encuentran bajo el régimen de propiedad, no pueden ser vendidos.

No obstante, existen partidarios de su venta, que opinan que el régimen de propiedad en los datos personales mejoraría el panorama del uso que las compañías hacen de ellos. Para Jaron Lanier, filósofo de la tecnología, los usuarios deberían tener la posibilidad de vender su información personal, porque los beneficios obtenidos por las compañías que utilizan “el nuevo petróleo” son enormes en comparación con lo que los usuarios reciben a cambio. El panorama seguirá siendo el mismo mientras se mantenga el criterio ortodoxo respecto de que la información personal debe ser compartida gratuitamente por los usuarios.

Es fácil pensar que los robots domésticos nos ponen en la disyuntiva de sacrificar nuestra privacidad a cambio de comodidad. Probablemente Roomba funcione mejor si mapea nuestras casas y tal vez, al compartir la información que recaba, otras aplicaciones puedan brindar servicios personalizados. Dependerá de nosotros decidir qué información compartimos y si permitimos que se transfiera a terceros. Por eso es importante no dar clics sin saber en qué nos estamos metiendo (idealmente, deberíamos leer los términos y condiciones de todo a lo que le hemos dado clic en “sí, acepto”, pero esa es otra historia) o qué repercusiones futuras podría tener. Todas tus rutas, tus costumbres y los lugares que visitas podrían estar identificados.

Esto puede sonar atemorizante, tanto como la introducción de casi cualquier tecnología. Sin embargo, de tener tu rutina identificada, esos datos tendrían que ser manejados de forma anónima para que su uso sea más seguro. Si el trueque de comodidad a cambio de privacidad ya ha sido identificado y limitado, vale la pena preguntarse qué es en realidad lo que intercambiamos, y si acaso estamos mirando el debate actual desde una perspectiva caduca del manejo de los datos personales.   

 

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Nació el mismo año que se estrenó Blade Runner. Abogada, especialista en tecnología y protección de datos.


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