Apple dio con una nueva línea de negocios a inicios de este mes: blindaje para la NBA. El miércoles 9, la compañía eliminó de App Store (su tienda de aplicaciones) una aplicación llamada HKmap.live, que los manifestantes en Hong Kong habían estado usando para rastrear a la policía en medio de las protestas a favor de la democracia y en contra del gobierno chino en las que la ciudad ha estado inmersa por meses. A pocos días de su lanzamiento, HKmap.live se había convertido en la aplicación de viajes que más se había descargado en Hong Kong, de acuerdo con el New York Times, hasta que se expresaron quejas desde las autoridades en la Región Administrativa Especial y desde los medios estatales chinos. La compañía declaró haber cancelado la aprobación inicial de la aplicación porque “infringe nuestros lineamientos y leyes locales”, ya que “se le dio un uso indebido para localizar a funcionarios individuales y victimizar a personas y propiedades en donde la policía no estaba presente”.
Esto es lo que en realidad estaba haciendo HKmap.live: la aplicación de mapas recopilaba datos disponibles de otras redes sociales, no mostraba la ubicación específica de funcionarios individuales y tenía un desfase temporal con respecto al momento en que los datos se mostraban en ella, a decir del bloguero y activista Maciej Ceglowski, quien ha estado en Hong Kong desde hace meses. Charles Mok, legislador de Hong Kong, condenó la decisión de Apple, señalando que la aplicación servía a los residentes que deseaban evitar el gas lacrimógeno, y que algunos de ellos compartían información sobre la actividad policiaca para no ser víctimas de hostigamiento. Facebook, Twitter y otras aplicaciones que están disponibles en Hong Kong mediante la App Store permiten a los usuarios hacer lo mismo, según explicó Mok en una carta dirigida a Tim Cook, director general de Apple, calificando el argumento de Apple como falso y parcial en su referencia.
La reacción de rechazo contra la determinación de Apple fue inmediata, un contragolpe raro para una marca que solo recibe críticas cuando sus nuevos dispositivos son demasiado aburridos. Pero, a menos que Apple pueda fundamentar sus argumentos sobre la utilización de su aplicación para incitar a la violencia, lo que hasta ahora no ha logrado, parece ser un caso en el que la compañía ha cedido ante el gobierno chino, del cual ahora depende en gran medida, a tan solo unos días de que la NBA fuera blanco de mofas por hacer lo mismo. Apple tiene un negocio multimillonario en China, país en el que fabrica sus teléfonos y, al igual que otras compañías, no quiere hacer enojar a los líderes de ese país. Pero, viniendo de una compañía que ha luchado por los derechos civiles en su propia nación –recordemos la defensa que hizo Apple de la privacidad de los usuarios ante la demanda del FBI de desbloquear el iPhone del francotirador de San Bernardino– sus acciones en Hong Kong parecen discordantes.
Sin embargo, esta no es la primera ocasión en que Apple ha hecho a un lado los valores democráticos para favorecer al gobierno chino. En 2017 contribuyó a reforzar el gran cortafuegos (firewall) de este país al borrar más de 60 aplicaciones utilizadas para evadir los filtros chinos en Internet. Apple también ha borrado la aplicación de The New York Times para China, como lo hizo con la aplicación del nuevo sitio de noticias Quartz a principios de mes, en un hecho que el director general de Quartz calificó como “censura gubernamental del Internet”. (En esa semana Google también eliminó un juego de su tienda Google Play a petición de la policía de Hong Kong. Este permitía a los jugadores asumir el papel de manifestantes a favor de la democracia. La compañía explicó a The Wall Street Journal que el juego infringía sus políticas en contra de beneficiarse de “conflictos o tragedias graves mediante un juego”.)
Tal vez eliminar una aplicación utilizada por personas que se manifiestan contra acciones antidemocráticas sea el costo de hacer negocios con un gobierno autoritario. Pero deja a Apple en la cuestionable compañía no solo de la NBA, sino de otras firmas tecnológicas de Estados Unidos que actualmente están permitiendo que un cliente gubernamental dé a sus innovaciones un uso desalentador.
Como toda dependencia gubernamental, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (Immigration and Customs Enforcement, ICE) utiliza toda clase de tecnología para mantener el registro de su trabajo. Cuenta con bases de datos, herramientas de búsqueda, aplicaciones móviles, servicios de alojamiento en Internet, sitios web y más. Pero el ICE es la fuerza central detrás de las políticas migratorias de la administración de Trump, que ha incrementado las deportaciones de personas que tienen hijos y no son delincuentes, así como de personas que vienen en busca de parientes que han cruzado la frontera solicitando asilo; ha separado a padres de sus hijos y ha enjaulado a algunos de esos niños. Por supuesto, esto lo ha logrado con la ayuda de sistemas tecnológicos que supervisan y rastrean individuos, establecen referencias y hacen análisis de datos.
Entre las personas consternadas por esta situación se encuentran los directores generales de las firmas tecnológicas. Jeff Bezos, de Amazon, cuyo padre emigró de Cuba, se ha opuesto terminantemente a las políticas migratorias de la administración; oposición que también mostró cuando Amazon respaldó un desafío jurídico a la prohibición de viajes para los musulmanes, en parte debido a que Amazon tiene docenas de empleados provenientes de países afectados. El director general de Microsoft, Satya Nadella, fue muy claro el año pasado en una nota que envió al personal, que iniciaba con la siguiente declaración: “Estoy consternado por la aberrante política de separar a los niños migrantes de sus familias en la frontera sur”. Asimismo, Tim Cook, de Apple, calificó de “inhumana” la política de separar familias en la frontera y exigió que se le pusiera fin.
Una cosa son las palabras. Pero Amazon y Microsoft, junto con otras compañías, como Concur, Dell y Palantir, han mantenido lucrativos contratos con el ICE durante la administración de Trump, ofreciendo servicios de bases de datos, alojamiento en Internet e infraestructura que sirven para la implementación de las actuales políticas migratorias. Por ejemplo, en junio de 2018, Microsoft, celebró un contrato por 19.4 millones de dólares con el ICE para el procesamiento de datos y análisis mediante inteligencia artificial. Por su parte, los servicios web de Amazon alojan enormes bases de datos del Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security), del que el ICE forma parte, los cuales sirven para rastrear inmigrantes. Palantir –la compañía de análisis de datos fundada por Peter Thiel, uno de los más destacados promotores del presidente Donald Trump en Silicon Valley– recientemente renovó un contrato con el ICE por un valor de 49 millones de dólares (aunque la compañía no finge participar en ningún movimiento de resistencia). Los servicios en la nube de Amazon también proporcionan soporte a los productos que Palantir ofrece al ICE, los cuales se desarrollaron con el propósito directo de supervisar y aprehender inmigrantes.
Muchos de estos contratos ahora son de conocimiento público gracias a empleados de las compañías, que las han criticado abiertamente con la esperanza de hacerlas abandonar su colaboración con el ICE. Como respuesta a las protestas de los empleados, Microsoft emitió un comunicado en el que afirma que la compañía desconocía la forma en que sus productos se utilizarían para separar a niños de sus familias, a pesar de haber afirmado, en una publicación en un blog apenas unos meses antes, que estaba “orgullosa de apoyar” al ICE y que su software permite a esta institución “aplicar profundas capacidades de aprendizaje para acelerar el reconocimiento facial y la identificación” de migrantes. Amazon, por su parte, declaró ante los reporteros, como respuesta a las protestas de los empleados por sus contratos con el ICE: “Como lo hemos afirmado muchas veces, seguimos teniendo la firme convicción de que las compañías y organizaciones gubernamentales necesitan utilizar la tecnología nueva y la ya existente de una manera responsable y legal”.
A principios de octubre, los empleados de GitHub, quienes durante meses han celebrado reuniones con los ejecutivos de la compañía para convencerlos de cancelar sus contratos con el ICE relacionados con la plataforma para desarrollo de software, firmaron una carta de condena a la subsidiaria de Microsoft por continuar otorgando una licencia al ICE para el uso de una versión de su software. El director general de la compañía, Nat Friedman, explicó que así como Microsoft otorga licencias de Microsoft Word a cualquier persona sin supervisar lo que se hace con ella, “nosotros creemos que sería incorrecto que GitHub exigiera a los desarrolladores de software explicaciones sobre el uso que le dan a nuestras herramientas”. GitHub también prometió donar 500 mil dólares a las organizaciones dedicadas a la defensa de los migrantes afectados por las políticas de la administración de Trump. A esta los empleados respondieron con otra misiva: “No hay donativo que pueda compensar el daño que el ICE ocasiona con ayuda de nuestro trabajo”.
La defensa que dan todas estas compañías por sus acciones, desde contratos con el ICE hasta la moderación en App Store de Apple, va en el mismo tono: solo están haciendo negocios y acatando las leyes de los países en los que operan.
Al considerar todas estas implicaciones, no puedo evitar recordar la colaboración de IBM con la Alemania nazi. No porque lo que han hecho Apple o Microsoft se pueda comparar con facilitar el genocidio, desde luego que no, sino por la forma en que justifican su trabajo como si se tratara de usos válidos de productos neutrales. Entre 1933 y 1945, IBM proporcionó tecnología especializada de tarjetas perforadas, capacitación, servicios técnicos y equipo al gobierno nazi. Cuando el público estadounidense expresó su indignación por esta colaboración, en 1940, el presidente de la compañía, Tomas Watson, regresó una medalla que Adolfo Hitler le había otorgado, pero IBM continuó expandiendo su colaboración con los nazis a través de su subsidiaria alemana durante los años subsecuentes. Una vez terminada la guerra, IBM pudo recuperar sus máquinas y obtener cuantiosas ganancias de Alemania. IBM supo decir lo que el público esperaba escuchar y al mismo tiempo mantener sus lucrativos contratos, mismos que no contravenían las leyes del país en el que estaba operando.
Las compañías tecnológicas se posicionan como productoras de herramientas neutrales. Microsoft ha explicado que sus servicios para el ICE se destinan a propósitos como el correo electrónico. Apple simplemente está siguiendo los mismos lineamientos de su App Store como lo haría en el caso de cualquier otra aplicación. Amazon está proporcionando alojamiento web a las instituciones dedicadas a la inmigración como lo haría para un equipo de béisbol de ligas menores. (Amazon dio una justificación similar esta semana acerca de su colaboración con compañías productoras de combustibles fósiles.) Todo esto puede parecer razonable para quienes argumentan que no ofrecer servicios web a una dependencia gubernamental propicia que, a su vez, Amazon o Microsoft no ofrezcan alojamiento web a los activistas que impugnan la reforma migratoria. Puede tener sentido para quienes, como el director general de GitHub, piensan que sus servicios son como los artículos que se toman del estante de una tienda, de los que no se puede controlar el uso que se les da.
Es un hecho que todos los mercados requieren cierto grado de privacidad con el fin de operar. No puedes conocer la tendencia política de cualquier persona a la que compras un sándwich. Los proveedores tienen la libertad de decidir lo que revelan o preguntan acerca de sus clientes. Pero cuando saben, no están obligados a mantener esa relación comercial. Los activistas y críticos de las compañías tecnológicas con frecuencia utilizan el término complicidad al referirse a las compañías que se muestran evasivas cuando sus inventos están causando daño. Facilitación podría ser el término más preciso. Ofrecer bases de datos y servicios web –incluso solo correo electrónico– a un régimen migratorio cruel facilita la crueldad. Censurar una aplicación que es de uso difundido entre los manifestantes porque disgusta al gobierno chino posiblemente afecte a esos manifestantes. Estas compañías pueden hacer lo que gusten con el software que venden, pero deberían dejar de fingir que lo que venden es neutral.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
escribe sobre tecnología para Slate y es co-conductora del podcast If, Then