La lengua inglesa, sobre todo en su vertiente norteamericana, acuรฑa tรฉrminos cinematogrรกficos de incรณmoda traducciรณn. Cuando una pelรญcula se recomienda como un must, decir que es un “deber” suena escolar. Por no hablar de blockbuster, esos filmes gigantescos de peripecia y de presupuesto que a menudo, derrotados en nuestra lengua, llamamos llanamente blockbusters. Uno de los adjetivos intraducibles que mรกs me han gustado siempre es unmissable, formaciรณn figurada y no del todo ortodoxa que se aplica a esas pelรญculas que uno por nada del mundo puede to miss, es decir, perderse. Lo que pasa es que, al menos para mรญ, el cine unmissable no siempre es cine bueno. Hay directores de los que por un cรบmulo de razones (su nombre sacrosanto, nuestra esperanza o ansia, el aura acumulada en aรฑos de ejercicio) no nos perdemos ningรบn tรญtulo, aun sabiendo que su carรกcter prolรญfico augura que de cada cuatro quizรก solo una estรฉ a la altura. Es mi situaciรณn personal respecto a Manoel de Oliveira, a Woody Allen y a los hermanos Coen.
Estoy feliz รบltimamente porque mi constancia con los dos รบltimos (contando a los Coen como unidad indisoluble) me ha dado grandes alegrรญas. Blue Jasmine, que vi por hรกbito pese a los disgustos de la execrable A Roma con amor y las anodinas Si la cosa funciona y Conocerรกs al hombre de tus sueรฑos, me parece el retorno de Allen no solo al solar patrio sino al talento del retratista รกcido, agudo, aquรญ sobre todo en las semblanzas de los personajes varones que pululan como moscardones o melifluas libรฉlulas en torno a esa desquiciada abeja reina tan laboriosa que interpreta superlativamente Cate Blanchett. En cuanto a A propรณsito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis), se trata de una de las pelรญculas mayores de estos cineastas que para mi gusto llevaban demasiados aรฑos tirando de su prodigioso fondo de armario visual en apagadas adaptaciones novelรญsticas y remakes. Solo, si hago memoria de los disfrutes coenianos recientes, recuerdo el prรณlogo hasรญdico de Un tipo serio. Poco mรกs.
Inside Llewyn Davis es un relato de extrema originalidad formal disfrazado de estampa impresionista sobre la escena musical del folk neoyorkino en el inicio de la dรฉcada 1960. Arranca con una prolepsis, aunque eso, lรณgicamente, no lo sabemos hasta el final, y su discurrir narrativo es errรกtico, sobresaltado, como lo es la existencia del protagonista. Si bien hay un episodio (extraordinario) de carretera, el trayecto hasta Chicago de Llewyn Davis (Oscar Isaac) con el intrigante mรบsico monologante Roland Turner (John Goodman, en una de sus habituales creaciones de maestrรญa absoluta) y su taciturno chรณfer, la pelรญcula no es una road movie. Ese viaje, y la no menos impresionante escena de la prueba musical en el club nocturno vacรญo propiedad del poderoso empresario Bud Grossman, son segmentos de una lรญnea que nunca anticipa lo siguiente ni lo hila al modo convencional; el descubrimiento de personajes, datos argumentales y accidentes reproduce con gran libertad y a la vez verosรญmil cadencia el curso de una vida condensada en una semana, tiempo real de la acciรณn. El relato se hace ante nosotros durante el metraje del film, sin dejar nunca de sorprender y a la vez sin exhibiciรณn de lo indefinido, lo inconcluso, lo enigmรกtico. Cine de vanguardia sin penalizaciones.
Inside Llewyn Davis no es un musical, como lo fue, y es otra de sus obras maestras, O Brother! Pero da gusto ver cรณmo estos dos artistas, Ethan y Joel, filman con palmaria precisiรณn los momentos de las canciones interpretadas en diversos escenarios. Son emocionantes en su sencillez, en especial la que canta Oscar Isaac, siempre con su buena voz, ante Grossman (magnรญfico F. Murray Abraham). Aunque no faltan las hilarantes: los cantantes folklรณricos irlandeses o la escena de la velada en casa de los Gorfein con los mรบsicos medievalistas, esta รบltima una de las secuencias que nunca podrรญa faltar en una antologรญa de The best of the Coens. Y tampoco es un biopic, gรฉnero que los hermanos afirman detestar. Inspirada en la vida y andanzas del verdadero Dave Van Ronk, y en su libro de memorias El alcalde de MacDougal Street, Inside Llewyn Davis reinventa esos referentes y los sitรบa en una esquiva Amรฉrica bellรญsimamente reconstruida –sin alardes hollywoodenses– en su lado no salvaje pero sรญ tenebroso. Divierte el histรณrico guiรฑo final a un sosias de Bob Dylan debutante.
Una gran pelรญcula de los Coen, como es esta, implica el brillo de algo que nunca falta en su cine, ni siquiera en las obras menores que para mรญ han realizado desde El hombre que nunca estuvo allรญ hasta la aquรญ comentada. Me refiero, naturalmente, a la calidad literaria de los diรกlogos y a la caracterizaciรณn de los personajes. La ironรญa, la ocurrencia verbal, la sentenciosidad y su contrario, la chรกchara, marcas de la casa, deslumbran a menudo en A propรณsito de Llewyn Davis, como lo hace la composiciรณn de los secundarios, que asรญ adquieren el relieve de primeras figuras. Los Coen se sirven para ello, ademรกs del equipo de arte con el que trabajan, del buen ojo para el reparto y el trazo iconogrรกfico de los tipos; aquรญ hay varios memorables, pero recordemos, no solo por atavismo, el que componรญa estupendamente Javier Bardem en No es paรญs para viejos, dando entidad a un personaje bastante vacuo.
Como persona nada propensa a los pequeรฑos felinos solo le veo un defecto a Inside Llewyn Davis: la excesiva presencia gatuna. Los animales, incluso el rey de todos ellos, que es el perro, dan quebraderos de cabeza en el cine, como ya nos advirtiรณ el maestro britรกnico del sรฉptimo arte. Muchas veces son tan inevitables como los desnudos, por exigencias de guiรณn. Pero aquรญ el gato Ulises se pierde demasiadas veces, mira demasiado a la cรกmara, hace demasiadas monerรญas. El pequeรฑo mamรญfero cumple actoralmente, si el actuante es el mismo en sus dos encarnaciones; a mรญ se me hicieron siete. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).