Hace tiempo que no viajo por camiรณn, asรญ que se siente como una aventura aunque no voy muy lejos: solo del DF a Querรฉtaro, un viaje de menos de tres horas. Mientras el chofer lidia con el trรกfico de la salida me pongo a ver la ciudad pasando enfrente de mi ventana como una pelรญcula. Pero la periferia de la ciudad pierde su atracciรณn de repente cuando se prende la pantalla al frente del camiรณn y se prepara para proyectar una pelรญcula de verdad. Aunque soy amante de la ciudad, especialmente las partes feas como las salidas, es difรญcil competir con el cine, sobre todo cuando estoy sentado por mucho tiempo sin nada mรกs que hacer que mirar. Aparte, estar sentado en un camiรณn con butacas cรณmodas viendo hacia delante es como estar en un cine, o mรกs bien como estar sentado en un coche en un drive-in.
Me gustan los drive-ins, pero mรกs bien como experiencia novedosa, no para todos los dรญas. Vi algunas clรกsicas, como Pee Wee’s Great Adventure y Fast And Furious en viejos drive-ins cuando visitaba a mi papรก en el estado de Nueva York (en Manhattan nunca existรญan tales cosas porque casi nadie tiene coche ahรญ). En EEUU los drive-ins aparecieron en los aรฑos 30, aunque no fue hasta los 60s, la รฉpoca del boom de los coches y la creaciรณn de los suburbios, que llegaron a popularizarse. Entre los 60s y 80s, los drive-ins se volvieron una punta de venta muy importante por pelรญculas de ‘exploitation’, pelรญculas de bajo presupuesto que trataban de culturas marginales casi siempre con una buena dosis de violencia, drogas, sexo, rock ‘n roll y, por supuesto, coches. Cuando la mayorรญa de los drive-ins se cerraron, en parte por la competencia de los multiplexes que aparecieron en las plazas comerciales, esas pelรญculas alternativas desaparecieron y el mundo de cine en EEUU se volviรณ mรกs corporativo.
Aunque nunca se pusieron de moda aquรญ, Mรฉxico tiene su propia versiรณn de cine-con-ruedas, es decir, las pantallas que exhiben pelรญculas en los camiones (que se podrรญan llamar drive-outs). Conmรกs pantallas que todos los cines juntos y un pรบblico cautivo con millones de espectadores por mes, los autobuses han sido un punto de distribuciรณn importante de pelรญculas populares nacionales en las รบltimas dรฉcadas. A principio de los 90s, en un camiรณn que me llevรณ desde la ciudad de Mรฉxico a Humantla, Tlaxacala, vi a Rosa Gloria Chagoyan en Lola la trailera, una de las pelรญculas mรกs taquilleras de la รฉpoca y un clรกsico road movie. En otros viajes por la repรบblica vi varias pelรญculas de la India Marรญa, muchas con escenas en camiรณn (sobre todo en su obra maestra, Ni de aquรญ ni de allรก). Tenรญa mucho sentido que los camiones mexicanos, el medio de transporte mรกs popular del paรญs, apoyaran al cine mรกs popular, que a su vez representa la vida de la gente de las clases populares que utiliza camiones, y que selecciona pelรญculas filmadas en lugares que son destino de la compaรฑรญa, o pelรญculas donde camiones juegan un papel en la acciรณn, para asรญ promover esa forma de transporte a su pรบblico cautivo.
Asรญ que me pongo cรณmodo para ver que joya lo han seleccionado para este viaje. Desgraciadamente, hoy me toca a Australia (2008) con Hugh Jackman y Nicole Kidman. Australia es un romance cursi que sirve no tanto como cine que como un anuncio pagado (el director Baz Luhrmann hizo comerciales para la secretaria de turismo de Australia al mismo tiempo), aunque no creo que muchos que la vean en un camiรณn en Mรฉxico irรกn a visitar a Australia. Tristemente, tal como en los cines no-mรณviles, ahora pocas pelรญculas mexicanas ven la luz en los autobuses. Las pelรญculas de gran presupuesto dominan las miles de pantallas que viajan por Mรฉxico todos los dรญas (cuesta igual proyectar una pelรญcula de gran presupuesto de Hollywood que una producciรณn local) y ya no hay esa conexiรณn de producciรณn local con consumidor local.
Aunque me parece que los camiones utilizan cine nada mรกs para matar el tiempo entre dos destinos, tambiรฉn sin querer proporcionan un ambiente especial para ver cine. Viajar en un camiรณn en la carretera que va a 90 kilรณmetros por hora, con el ruido y las vibraciones de la carretera aunados a los cambios de velocidades, proporciona el equivalente al efecto Sensurround a la experiencia de ver cine. Una tecnologรญa inventada en EEUU en los aรฑos 70, Sensurround agrega sonidos de baja frecuencia que no se escuchan sino se sienten como vibraciones intensas (justo como las que ahora siento en este camiรณn en movimiento). Terremoto fue la primera pelรญcula hecha con ese proceso, pero despuรฉs de algunas pelรญculas mรกs se dejรณ de usar esa tecnologรญa ya que las vibraciones estaban despejando pintura y cachos de los techos y destruyendo los cines (sin mencionar a los efectos sicolรณgicos que los espectadores y los vecinos sufrรญan por tanta vibraciรณn intensa). Despuรฉs de Sensurround se desarrollรณ tecnologรญa que movรญa fรญsicamente a los cines en ocho direcciones, sincronizado con la acciรณn, pero pronto se perdiรณ la novedad y los cines volvieron a su estado natural, es decir, sin moverse y sin vibrar. Los cines-rodantes en los camiones, sin embargo, siguen vibrando y moviรฉndose por todos lados, regalando un poco extra de acciรณn y tensiรณn a la experiencia cinematogrรกfica.
La falta de sincronizaciรณn entre el movimiento real y el movimiento en la pantalla, sin embargo, como cuando las vacas de la pelรญcula van en una direcciรณn y el camiรณn agarra una curva en la otra direcciรณn, me marea, y eso me hace pensar en una especie de cine que se encontraba en la feria del parque Mรฉxico en los aรฑos 90, un juego mecรกnico llamado Julio Verne. Una simulaciรณn de un viaje por submarino, se proyectaba en la cabina una pelรญcula vieja y oscura de la vida bajo el agua, con voz-en-off en japonรฉs, mientras la sala de cine (el submarino) se movรญa de arriba abajo y a los lados. Aunque a mi hijo le encantรณ, yo salรญ con ganas de vomitar y nunca regresรฉ.
Hay veces cuando los camiones agregan un toque extra de drama a la pelรญcula tambiรฉn, como ahora cuando, de repente, Australia es interrumpida por la policรญa federal quien para el camiรณn al lado de la carretera y pide al chofer que se apague la pantalla. Varios agentes entran pidiendo identificaciรณn a todos, revisando maletas y cateando a varios pasajeros (especialmente los que se ven menos “australianos”). La intervenciรณn policiaca en nuestro cine parece sacada de esas pelรญculas populares mexicanos de antaรฑo, y me es fรกcil imaginar un tiroteo dentro del camiรณn con unos narcos disparando desde el baรฑo con sus cuernos de chivo. Eventualmente la policรญa se va (sin intercambiar disparos con nadie), el camiรณn arranca y la pelรญcula comienza de nuevo.
La magia de cine, si exista tal cosa, es transportar el espectador a lugares lejanos y hasta otros planetas para al final traerlos a casa sano y salvo. La magia de cine en camiรณn es que sirve para transportarte fรญsicamente a tu destino en un abrir y cerrar de ojos, siempre y cuando la distancia y el trรกfico estรฉn bien calculados. En este viaje, la pelรญcula todavรญa no habรญa acabado cuando entramos en la terminal de Querรฉtaro y se apagรณ el motor del camiรณn y la pantalla. Me quedรฉ unos momentos entre dos mundos, entre un mundo real y el otro digital, entre Mรฉxico y Australia, entre la carretera y el cine, hasta que salรญ de la obscuridad del camiรณn y entrรฉ a la luz.
es escritor y fotรณgrafo. Originario de Nueva York, viviรณ mรกs de 20 aรฑos en la Ciudad de Mรฉxico. Es autor de Desde las entraรฑas (Turner, 2023) y Maneras de morir en Mรฉxico (Trilce, 2015), entre otros libros. Es guionista y director del largometraje Carambola (Mรฉxico, 2005).