El cine de arte empezรณ siendo pictรณrico, teatral, ilusionista al modo circense, pero tales dependencias no predominaron. En su evoluciรณn, el cinematรณgrafo ganรณ su popularidad y su honra estรฉtica fuera de esos terrenos, donde aparecieron, por ejemplo, los grandes ascetas como Dreyer o Rossellini, Ozu o John Ford, e incluso genios del tipo de Buรฑuel, que hizo de su estudiada desmaรฑa reรฑida con la floritura un hito estilรญstico. Hoy analizamos aquรญ unas raras muestras de un cine concienzudamente artรญstico, dos distintas y delicadas flores de invernadero dentro del jardรญn del cine de autor y muy lejos del parque de atracciones del blockbuster.
La novia, segundo largometraje de la interesantรญsima realizadora Paula Ortiz, anuncia desde su primer plano y sus primeros compases que el espectador estรก ante algo distinto a lo habitual, una propuesta narrativa en la que la palabra, no pocas veces en verso, adquiere un valor puramente rรญtmico, y la mรบsica, componente sustancial de la pelรญcula, se aparta de los cรกnones del mero acompaรฑamiento o subrayado, tan pobres y trillados por lo general en el cine espaรฑol. Esa banda memorable que firman Dominik Johnson y Shigeru Umebayashi, pero en la que hay mรกs participantes, actรบa en todo momento como predicado enriquecedor del sujeto narrativo, la obra teatral Bodas de sangre, muy fielmente adaptada. Consciente Paula Ortiz, autora del guion junto a Javier Garcรญa, de las dificultades fรญlmicas de un texto tan verbalmente sublime como el de Lorca, renuncia, y es un gesto de gran artista, a adelgazarlo o simplificarlo, dando por el contrario a la historia contada, a las acciones desarrolladas y a la interpretaciรณn de sus estupendos actores un volumen de alto lirismo que logra dramatismo siendo en todo momento antinaturalista.
La propia cineasta, en un texto incluido en la ediciรณn de Bodas de sangre publicada por Galaxia Gutenberg coincidiendo con el estreno del filme, lo dice de modo confesional, aludiendo al concepto lorquiano del “duende”. En la bรบsqueda y captura del oscuro grito del “duende”, Ortiz acepta la premisa y los tรฉrminos literarios caracterรญsticos del poeta granadino, citรกndole: “para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio”, aรฑadiendo que del duende “solo se sabe que quema la sangre como un tรณpico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometrรญa aprendida”.
No hay desde luego geometrรญa aprendida en La novia, que avanza en un continuo zigzag de hallazgos, tanto visuales como auditivos; los encuadres revelan un ojo jamรกs perezoso, el montaje combina lo trepidante con lo sereno, y pocas veces se ha hecho un uso tan productivo y hermoso de los paisajes, tanto los aragoneses como los turcos, en las escenas rodadas en Capadocia, que huyen radicalmente del exotismo y la dulzura inherente a la tarjeta postal. Aunque el sonido de la cinta resulta por momentos fallido, la voluntad de Paula Ortiz es de un notable empeรฑo, puesto que los actores siguen la prosodia de los versos, tienen incluso trรญos sonoros, como el de Leonardo, la Novia y la Mendiga al final de la pelรญcula, y responden con su entonaciรณn y sus maneras a la musicalidad del conjunto, en el que las coplas populares y las zarabandas flamencas se funden sin disonar con el “Pequeรฑo vals vienรฉs” de Leonard Cohen, que, cantado maravillosamente por Soledad Vรฉlez, produce un momento de alteridad o distanciamiento emocionante.
Langosta (The Lobster: ¿y por quรฉ se le ha quitado el artรญculo al tรญtulo original, como quien le extrae una pinza al crustรกceo?) produce, si se deja uno llevar por su nonsense, una felicidad permanente, hilarante, aunque el dรญa que la vi en los cines Renoir Princesa, con mucho pรบblico, solo una joven y yo reรญamos abierta y constantemente. Es la tercera pelรญcula del reputado director heleno Yorgos Lanthimos, y para mi gusto la primera plenamente satisfactoria, aunque el hecho de que en este caso disponga de muchos medios y grandes estrellas no es la razรณn de esa superioridad que le veo; los actores griegos de las anteriores eran excelentes. Langosta tambiรฉn tiene una amplia base musical, pero diferente a la de La novia. Lanthimos escoge composiciones de, entre otros, Britten, Schnittke y Shostakรณvich, sin buscar en ellas un hilo mรกs del argumento, como lo hace Paula Ortiz; รฉl desea (y consigue) que esos bellos fragmentos instrumentales abran expectativas de misterio y desasosiego al relato, un thriller disfrazado de comedia de enredo irracional. Tambiรฉn la artisticidad difiere; frente a la filigrana llena de invento de La novia, Langosta basa sus disparates y non sequiturs en una mecรกnica fรฉrrea y seca, de una solidez antidramรกtica casi bressoniana, eludiendo ademรกs en su registro formal las posibilidades del capricho, tan importantes en el arte. El arte de Lanthimos en este filme magistral se concentra en el trazo serpentino de la historia y en la riqueza extraordinaria de los diรกlogos, asรญ como en un dispositivo que introduce con moderaciรณn y funciona elocuentemente, la voz narradora en tercera persona, cuyo uso de comentario irรณnico, recapitulaciรณn y vaticinio recuerda el de Javier Rebollo en El muerto y ser feliz y Resnais en Les herbes folles.
Rodada en Irlanda, otro lugar que resuena con enorme potencia a lo largo de todo el metraje, Langosta arranca con una presentaciรณn de personajes que ya seduce, tiene luego secuencias inolvidables en los esponsales dentro del hotel, en el concierto del maestro Rodrigo oรญdo ante los padres del personaje de Lรฉa Seydoux, en el deambular de los cuatro rebeldes fugados, que alcanza en las escenas finales del bosque y la mujer ciega (hipnรณtica Rachel Weisz) un contrapunto lacerante de patetismo. Ese dolor melancรณlico de su rostro realza aรบn mรกs el humor nihilista de esta profecรญa con formato de parรกbola y guiรฑos de vodevil. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).