Presentado al final del Festival Internacional de Cine de Morelia, ¡De panzazo! (2011) es una producción que se acerca a uno de los grandes problemas nacionales: la educación. La dirección es compartida por Juan Carlos Rulfo (En el hoyo, Los que se quedan) y Carlos Loret de Mola, y al financiamiento contribuyó la asociación Mexicanos Primero, que de acuerdo a lo que se lee en su sitio de internet, es “una iniciativa ciudadana independiente y plural, integrada con la participación de diversas personas que, como tú, estamos convencidos que Sólo la educación de calidad cambia a México”. Es éste, en la superficie –y en el fondo– el afán que mueve la cinta: una mejor educación dará por resultado un mejor México. Inobjetable, creo; pero la exposición que hacen Rulfo y Loret de Mola es cuestionable… por lo menos.
Los realizadores proponen una estructura convencional, con una narración en off (cortesía del periodista que conduce un programa televisivo matinal). En el abordaje caben los testimonios de maestros, alumnos y un par de periodistas, pero también la exposición de una cantidad de cifras que muestran el rezago de la educación nacional con relación a otros países. El planteamiento parte de una hipótesis que la producción se esmera en probar: el origen del problema no es estrictamente económico, pero las consecuencias sí. El presupuesto que dedica México a este rubro es mayor al de otros países (de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), pero los resultados son menores (de acuerdo a las pruebas que utiliza este organismo como parámetro). No sólo porque las calificaciones que se obtienen en los exámenes son bajas, sino porque la mayoría de los estudiantes abandona la escuela, pocos terminan una licenciatura y aún menos concluyen un posgrado. Ésta sería la causa del bajo ingreso de una buena parte de los mexicanos, pues, como se nos explica, el grado académico y el ingreso económico van de la mano. Así las cosas, para el país la educación es un gasto y no una inversión.
¡De panzazo! inicia cuestionando el modelo de educación nacional, el cual, de acuerdo a lo que nos cuentan, apuesta por la memorización y no en el desarrollo de capacidades. Este asunto, que es comentado por un especialista en temas de educación, se despacha rápido. Más atención se dedica a exhibir la inoperancia de la Secretaría de Educación, la irresponsabilidad de los maestros, la desfachatez de Elba Esther Gordillo, lideresa del sindicato que los congrega y que dice ser aliada del gobierno actual. Y para mostrar lo mal que andan sindicato y secretaría, el periodista emula a Michael Moore y se apersona en las oficinas de ambos (y lo hacen esperar en la puerta; sí, a él, que sale en la tele: ¡cuánta ineficiencia!) para preguntar por el número de maestros que hay en México. En ninguno de estos lugares obtiene la respuesta.
Rulfo y Loret de Mola muestran alumnos desatendidos que caen en manos de maestros mal preparados que no obtuvieron sus plazas por méritos académicos. Y aunque no están descubriendo el hilo negro, pues no comentan nada nuevo, sí cabría esperar que en una producción audiovisual seria se ofrezcan argumentos para sustentar las hipótesis que formulan. Y algunos de los que ofrecen son endebles e involuntariamente humorísticos, como cuando dos grupos de estudiantes, uno de una escuela pública y otro de una privada, realizan una división y, como ambos obtienen un resultado erróneo, concluyen que la educación es tan mala en las escuelas públicas como en las privadas. Además, el grueso de los testimonios de especialistas que se ofrecen como argumentación no proviene de personas involucradas en asuntos académicos, sino dos periodistas que publican sobre temas políticos: Denise Dresser, la mayoría de las veces; Federico Reyes Heroles aparece menos. Por otra parte, y como mencionaba líneas arriba, de acuerdo a lo expuesto en ¡De panzazo!, un mayor grado académico supone un mayor ingreso económico. Así, mientras con licenciatura se aspira a ganar 14,000 pesos, con doctorado el monto sube a más de 50,000. Lo que no nos dicen es que no todas las profesiones se cotizan igual; tampoco, que no todos los que tienen el grado se acercan al promedio y, menos, que los que lo alcanzan o lo rebasan lo hacen luego de años de trabajo.
Lo mejor de la entrega es cortesía de los estudiantes: Rulfo y Loret de Mola tuvieron a bien proporcionar equipos de grabación a algunos de ellos, y los testimonios y las imágenes que registraron ofrecen una perspectiva fresca y aguda. Así, vemos a un maestro que habla por su teléfono celular en clases, nos muestran las instalaciones deterioradas de sus escuelas y escuchamos a alumnos que plantean sus expectativas, no siempre positivas.
Al final, Rulfo y Loret de Mola ofrecen una visión parcial del problema. Y si es posible constatar la mala distribución de los recursos (al sindicato va a dar una parte importante del presupuesto, mientras los planteles educativos sufren carencias), también lo es que la educación va más allá de lo que se ofrece en las aulas. Y si hay malos maestros también los hay que son buenos. Al final, ¡De panzazo! nos endilga una serie de recomendaciones que parecen más pertinentes en un manual de superación personal (de superación nacional); al final, ¡De panzazo! es más un reportaje promocional que un documental. Rulfo anunció en Morelia que hará algunos cambios a la cinta y, a reserva de ver su versión final, lo expuesto en el festival michoacano es un tropiezo en su filmografía.