¿Vio usted el spot de hace un par de años, que anunciaba la apertura de Amazon Go? Según este, la tienda prototipo de Amazon “sin cajeros”, inaugurada en Seattle el año pasado, no necesita de empleados in situ para funcionar. Uno descarga en su teléfono inteligente la aplicación respectiva, entra al changarro del señor Bezos, elige el producto que se va a llevar y, al tomarlo, inmediatamente se va cargando la cantidad respectiva a la cuenta abierta en el propio teléfono. Al salir de Amazon Go, la compañía se cobra todo en la tarjeta de crédito del cliente y sanseacabó. La amistosa voz en off del susodicho spot lo subraya: “No lines. No checkout. No, seriously”. Es decir, nada de hacer colas para que lo atiendan a uno cajeros mal entrenados, nada de molestas revisiones al salir de la tienda… Pero también significa nada de trabajos: porque si este tipo de establecimientos se popularizan en un futuro cercano –y Amazon ha anunciado sus deseos de que así suceda–, ¿qué pasará con la gente que trabajaba en esas actividades convertidas, tecnología de por medio, en obsoletas?
El golpe bajo al concepto de Amazon Go es poco sutil en el último episodio de Years and years (Reino Unido, 2019), la miniserie de seis episodios estrenada en mayo pasado en el canal BBC1 de la Gran Bretaña y presentada desde hace unos días en HBO. Creada y escrita por Russel T. Davies –coguionista de la formidable sátira política A very English scandal (2018)-, Years and years finaliza con la encendida filípica de la matriarca de la familia Lyons, la ingobernable nonagenaria Muriel, en una Inglaterra en crisis, en el futuro cercano del 2030. Estamos en el desenlace y, al parecer, lo peor ya ha pasado. Los Lyons están reunidos, como cada año, en la casa de la abuela en Manchester y, al recordar lo que todos ellos han vivido desde que inició el nuevo siglo (“¡Diez mil días desde el año dos mil!”), empiezan a hacer un recuento de en dónde empezó a pudrirse todo.
La claridosa abuela les dice a sus nietos y bisnietos que todos ellos, sin excepción, tienen algo de culpa. El desastre empezó cuando los trabajos empezaron a desaparecer en el supermercado, en el banco, en las oficinas, y no nos preguntamos por qué (¿como en Amazon Go?); cuando dejamos que alguien dizque ocurrente o gracioso se apoderara de la conversación pública para provecho propio (¿como los líderes del Brexit?); cuando permitimos sin chistar que los payasos que elegimos para gobernarnos actuaran como auténticos monstruos (¿como Donald Trump?). Con cada decisión que hemos tomado en los últimos años, hemos construido el desastre en el que vivimos. Nadie es más responsable que nosotros. Por lo mismo, es hora de retomar el control, dice la abuela.
Como toda ficción especulativa que se precie de serlo, Years and years trata del presente y no del futuro y, al igual que algunas de las mejores series televisivas vistas en los últimos meses –The ABC murders (2018), Chernobyl (2019), Así nos ven (2019), por mencionar solo tres–, sus seis episodios están impregnados de un activismo político más o menos embozado. También, habría que decirlo, de un poco de histeria y de un mucho de masoquismo liberal, pues tanto el futuro próximo que nos presenta Years and years como el pasado más o menos reciente de las tres series ya mencionadas reflejan nuestros problemas de hoy. A saber, la xenofobia rampante en todos lados, el dominio de las fake-news sobre la verdad y la razón, el nacionalismo aldeano y pueril, la crisis migrante y humanitaria, el poder omnímodo de la empresa privada sobre el Estado.
El mundo en el que viven los Lyons en esos “años y años” hasta llegar al 2030 es uno en el que Donald Trump fue reelecto, en el que su sucesor es Mike Pence, en el que China se ha convertido en una amenaza militar para Occidente, en el que hay países donde se persigue a los homosexuales para asesinarlos o mandarlos a campos de concentración, en el que la crisis migratoria no parece tener fin, en el que el calentamiento global ha hecho desaparecer el Polo Norte y en el que en Gran Bretaña se ha elegido como primera ministra a una desatada lideresa populista (espléndida Emma Thompson) que dice “las cosas tal como son” –groserías incluidas– y que, por lo mismo, tiene manga ancha para hacer lo que se le antoje, como imponer el toque de queda o mandar construir guetos para aislar ciertas zonas “inseguras”. También, por cierto, es un mundo en el que la tecnología ya está fusionada por completo con el cuerpo humano –una de las jovencitas Lyons no apaga nunca una especie de filtro de snapchat tras el que se oculta de sus padres en el desayuno– y en el que Pixar anuncia el estreno de la nueva entrega de las aventuras de Woody y Buzz Lightyear: Toy Story Resurrection.
Como se ve, nada de lo que plantea la serie escrita por Davies está demasiado alejado de nuestro presente o, por lo menos, de nuestras muy justificadas ansiedades liberales y democráticas. Es cierto que el guion peca, en muchas ocasiones, de cierta obviedad dramática –todos los Lyons representan una franja precisa de la clase media, desde la madre soltera discapacitada Rosie (Ruth Madeley) hasta el banquero Stephen (Rory Kinnear), pasando por la activista política radical Edith (Jessica Hynes) y el buenazo empleado público gay Daniel (Russell Tovey)–, pero también es cierto que Davies logra alternar con eficacia el plano general en el que viven los personajes –la economía, la política, el medio ambiente, la tecnología– con los acercamientos íntimos a la vida cotidiana de cada uno de ellos: sus crisis de pareja, sus mezquindades, sus problemas laborales, sus deseos de cambio, su búsqueda de la felicidad. Years and Years es, pues, una telenovela especulativa. Pero, por lo menos, una buena telenovela especulativa.
Por lo mismo, el inevitable sermón admonitorio se vuelve más ligero y hasta entretenido. Y entiendan bien la moraleja: véanse en el espejo de los Lyons y piensen en a quién eligen y escuchan, qué decisiones toman y, también, si prefieren la tecnología sobre el contacto directo con el ser humano. Se les dijo, se les advirtió, se les volvió a decir. Que conste en actas.
(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.