El imperio, de David Lynch

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De casi tres horas de duración, filmada en formato digital, y, aún más que sus predecesoras, resistente a una interpretación única o a una lectura lineal, El imperio es la película más inasible de David Lynch. Hay ecos temáticos de la anterior Mullholand Drive (el poder corruptor del showbiz, la pérdida / duplicación de identidad de una actriz), y reincide en la construcción de planos alternos de realidad. También hay déjà vu en la presencia de Laura Dern, dotada como ninguna actriz para proyectar la desazón y el desconcierto omnipresentes en el mundo Lynch. Con una distribución casi nula en Estados Unidos, es la película menos concebida para complacer a un público y más para satisfacer los deseos del director. Y es por eso dos veces valiosa: es coherente con su crítica a una industria que convierte lo “raro” en mainstream, y confirma a Lynch como el único director realmente capaz de supeditar el relato a la pura sensación.

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es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.


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