Después de siete años de escribir para televisión, Charlie Kaufman dio un brinco que sorprendió al mundo por su radical propuesta temática y narrativa. Era claro que una nueva voz había llegado, y que habría que esperar mucho de ella. La genialidad de Being John Malkovich, como la mayoría de su trabajo posterior, está en la realización tanto como en el guión, si no es que éste último rebasa a la puesta en cámara.
Cuando el personaje de John Cusack descubre un portal para entrar en la cabeza de John Malkovich en el achaparrado piso siete y medio del edificio en que trabaja, hemos entrado al universo Kaufman, donde las leyes de la física y las reglas clásicas de la ficción no tienen validez. Al igual que Cusack, el espectador es catapultado a ese mundo paralelo que todo lo dobla, que distorsiona detalles y grandes ideas en función de una verdad alegórica.
El único tropiezo en su carrera es la olvidable Human Nature, cuya importancia radica en ser la primera colaboración con Michel Gondry, asociación que daría frutos tres años después.
Confessions of a Dangerous Mind, parece haber sido un encargo: un trabajo bien pagado hecho por la iniciativa de un tercero, en este caso el propio Clooney o alguno de los tantos productores de la cinta, entre los que se cuentan Steven Soderbergh y los hermanos Weinstein. Los juegos narrativos de espejismo cinematográfico están ausentes en esta adaptación del libro en apariencia autobiográfico de Chuck Barris. El parecido entre esta y el resto de las cintas basadas en un guión de Kaufman es la delgada línea entre lo que pudiera ser verdad y la flagrante invención imaginativa. Mientras que la vida diaria de los personajes de Kaufman está anclada en la realidad hasta que un hecho insólito abre una nueva dimensión, asimismo Barris relata su vida como productor de programas televisivos hasta que admite haber trabajado para la CIA. Los segmentos de su autobiografía comprobables están intercalados con la supuesta incursión en la agencia de espías que, según la adaptación de Kaufman, lo hacen responsable de 33 asesinatos durante la guerra fría. Sin embargo, en este caso el crédito de mezclar verosimilitud con espejismos es de Barris.
Después de haber adaptado un libro al cine a la manera convencional, en Adaptation le da varias vueltas al tema de adaptar una obra ajena. El libro en cuestión es The Orchid Thief de Susan Orlean (una publicación real), y para supuestamente llevarlo a la pantalla —la intención va más allá de eso— mete a Tilda Swinton en el papel de la productora que lo contrata para adaptar el libro al cine, a Meryl Streep como Susan Orlean y a Chris Cooper como el ladrón de orquídeas, y amplía la relación entre la autora del libro y su personaje: los une sentimentalmente y más tarde los vuelve sus antagonistas, de él como el escritor de Adaptation y de él como personaje dentro de una película en la que el héroe es Charlie Kaufman batallando por adaptar The Orchid Thief al cine, mientras su hermano gemelo y también guionista sigue las reglas del thriller y acaba ayudándole a escribir la trama volviéndose partícipe de ésta. Un embrollo cuyo tema es la ficción misma: la estructura de una historia, la disyuntiva entre un cine libre y el cine de género con reglas precisas, el proceso creativo del escritor y la manera de plasmar conflictos dramáticos en la pantalla. Los créditos oficiales de la cinta incluyen a Orlean como la autora del libro original y a él y a Donald Kaufman como co-guionistas, aunque Donald es un personaje ficticio que sólo vive dentro del film. Nicolas Cage interpreta el papel de ambos Kaufman.
Es probable que Eternal Sunshine of the Spotless Mind sea, de sus guiones, el que más resonancia tuvo, tanto por ser una historia de amor como por tener a Jim Carrey en el papel protagónico. La premisa de la que parte la trama es bastante clara: un consultorio ofrece el servicio de borrar recuerdos del cerebro para los fines que al interesado convengan. Despechado, el personaje de Kate Winslet decide borrar al de Carrey de su mente, y, para no sufrir, él hace lo mismo, pero su cerebro no lo deja separarse de los recuerdos que tiene de ella y por lo tanto lucha en contra del procedimiento. El espectador se mete de nuevo en la cabeza de un personaje, en esta ocasión dentro de la memoria, situación que permite todo tipo de vueltas de tuerca.
Según cuenta Kaufman, Spike Jonze dirigiría su siguiente proyecto, pero una complicación en su agenda le dio al escritor la oportunidad de dirigir. Synecdoche, New York es su mejor obra, la más ambiciosa y la más compleja, aunque poco popular. Philip Seymour Hoffman es un director de teatro que se gana una beca millonaria para llevar a cabo un proyecto de su elección. Hace la selección inicial del elenco que le ayudará a desarrollar el argumento teatral más personal posible. Renta una bodega en Nueva York para ensayar la puesta en escena de los personajes que encarnarán a la mujer que lo abandonó junto con su hija, la actriz con quien vivirá por un tiempo, la mujer que vendía los boletos en el teatro y de quien eventualmente se enamora, y un largo etcétera que incluye a un actor que interprete el papel de él, el director de teatro. En un ejercicio que recuerda a las cajas chinas o las muñecas rusas, en la inmensa bodega original se construye una réplica de la ciudad de Nueva York, pero para que la réplica concuerde con la realidad de la obra, el Nueva York dentro de la bodega debe albergar una bodega en la que hay una réplica de Nueva York en la que se llevan a cabo los ensayos de la obra, y en esa réplica hay otra bodega, y así sucesivamente. Lo mismo sucede con los personajes: contrata a una actriz que haga el papel de su asistente al lado del actor que lo interpreta a él. Al estar enamorado de su asistente, termina acostándose también con la actriz que interpreta a su asistente, más joven y atractiva que la original. La majestuosidad de la obra que se lleva a cabo incluye al creador que en su intento de llegar al corazón de sí mismo se pierde dentro de su propia creación. Las calles son un laberinto por el que navega inmerso en su soledad a pesar de estar rodeado de actores: protagónicos, secundarios y extras que llenan el escenario de la película, porque a pesar de ser una supuesta obra de teatro la que se está llevando a cabo, la puesta en escena es en realidad una puesta en cámara, es la obra cinematográfica misma que se va desenvolviendo, que abre otros caminos que a su vez engendran nuevas posibilidades. La vida ordinaria de un director de teatro deviene en una monumental sinfonía de creación que retrata el proceso del artista y propone al cinematógrafo como una inigualable vía de exploración, pues su propuesta no cabe en otra parte.
El sello autoral de Kaufman es indeleble. Sus preocupaciones son tan poco comunes y, de una extraña manera, tan elocuentes que no pueden más que resaltar su figura por encima del resto de los involucrados en la producción de una de sus películas. Además, su escritura es eminentemente cinematográfica. Ninguno de sus guiones funcionaría de una forma tan eficaz si sus cintas fueran cuentos o novelas, obras de teatro o cómics, porque además del tema a tratar en cada uno de ellos, no puede evitar repensar el medio en el que la obra se está desarrollando. En sus manos, el cine se piensa a sí mismo al igual que él, Charlie Kaufman, lo hace consigo a cada paso. Como el director de teatro en Synecdoche, Kaufman va en busca de la obra personal, afrontando su vida como ser humano y como creador.
Es una lástima que su última película y la única que dirigió haya sido un rotundo fracaso en taquilla. Según boxoffice.com ha recaudado tres millones de dólares, una cifra ínfima para estándares estadounidenses, sin lugar a dudas muy por debajo de lo que costó la producción. Es por ello que se encuentra varado, sin un sólo título en vías de producción.
(ciudad de México, 1979) Escritor y cineasta