Quรฉ tristeza que el teatro sea un fenรณmeno local, que no podamos ver una obra en Londres o Nueva York sin necesidad de tomar un vuelo. Es triste, no porque nos perdamos el evento, para despuรฉs presumir que vimos a Ian McKellen en Esperando a Godot, sino porque nos privamos de una forma de arte en continua evoluciรณn. La รบnica manera de ver el trabajo de Tracy Letts es a travรฉs de la adaptaciรณn en pantalla de August: Osage County: fiel al texto pero enteramente distinta a lo que se verรญa en escena o se leerรญa sobre el papel (algo similar ocurrirรญa con Bug, llevada al cine por William Friedkin). Porque el teatro tambiรฉn fue hecho para leerse. De otra forma, a menos que tengamos la fortuna de que una determinada puesta en escena se presente en nuestra ciudad, ยฟcรณmo conocer la obra de O’Neill, Miller y Williams?
De los dramaturgos que apenas han rozado Mรฉxico, quizรกs hay pocos mรกs excepcionales que Martin McDonagh, el salvaje autor irlandรฉs de The Lonesome West, A Skull in Connemara y The Beauty Queen of Leenane, entre muchas otras. Hace aรฑos, Kuno Becker trajo The Pillowman al Distrito Federal, en una puesta estropeada por una traducciรณn llena de coloquialismos innecesarios (contรฉ un โme lleva la chingadaโ por minuto), pero con una actuaciรณn magnรญfica de Luis Gerardo Mรฉndez, al que ahora conoce todo Mรฉxico. Ademรกs de The Pillowman, no sรฉ de otra adaptaciรณn de McDonagh en nuestro paรญs. Es una pena. Sus obras fueron un revitalizante total a finales del siglo pasado, hasta que abandonรณ el teatro para dedicarse al cine: despuรฉs de ganar el รscar a mejor cortometraje por Six Shooter (un corto despiadado), dirigiรณ In Bruges y Seven Psychopaths.
Salvo por The Pillowman, las obras de McDonagh ocurren en el extremo oeste de Irlanda, en diversos instantes de su turbulenta historia, y se dividen en dos trilogรญas, una en la penรญnsula de Connemara y otra en las islas Aran (esta รบltima quedรณ trunca, al no publicarse The Banshees of Inisheer). Chicos lisiados que buscan dejar la miseria de su pueblo consiguiendo un papel en una pelรญcula, enterradores obligados a vaciar fosas hacinadas de cadรกveres para darle la bienvenida a muertos frescos, militares corruptos, madres tirรกnicas: la obra de McDonagh es la radiografรญa de un lugar de fachada piadosa y corazรณn cruel; comedias oscurรญsimas, trepidantes, influidas tanto por los Coen como por Edward Albee.
Se podrรญa acusar a McDonagh de falta de empatรญa: un escritor educado en Inglaterra que habla de la Irlanda rural como si fuera la antesala del infierno. La obra de su hermano, John Michael McDonagh, se despliega en el mismo sitio de la isla, con algunos tonos de cinismo similar, pero tocando registros como la compasiรณn y la bondad, que el teatro de Martin desconoce. El meollo de su obra se centra en dos pelรญculas, ambas protagonizadas por el inimitable Brendan Gleeson: The Guard, estrenada en 2011, y Calvary, a estrenarse este aรฑo en Estados Unidos.
De intenciones mรกs simples que Calvary, The Guard no logra deshacerse enteramente de la influencia de Martin: un jefe de policรญa, alcohรณlico y negligente (Gleeson), se ve obligado a trabajar junto a un agente del FBI (Don Cheadle) para atrapar a un grupo de mafiosos antes de que reciban un colosal cargamento de cocaรญna. The Guard es la historia de una toma de conciencia contada sin apego a la convenciรณn, pero sus destellos de originalidad y simpatรญa no son suficientes para corregir el rumbo de una pelรญcula insegura de su tono, problema que las obras de Martin jamรกs tienen: todas son comedias negras de principio a fin, muchas de ellas escritas con un ritmo admirable (basta leer el principio de The Cripple of Inishmaan).
Con Calvary, la historia del Padre James (Gleeson), un cura perdido en una localidad remota del oeste de Irlanda, John Michael logra apropiarse de las mejores cualidades de la obra de Martin, mientras revela a un director mรกs firme detrรกs de cรกmaras.
Calvary no tarda mรกs de dos minutos en plantear su conflicto. Durante una confesiรณn en domingo, un hombre desconocido se acerca al Padre James y, tras confiarle que fue violado repetidamente por un cura en su infancia, le asegura que lo matarรก en una semana (โI first tasted semen when I was seven years oldโ, es el primer diรกlogo que escuchamos). A lo largo de siete dรญas, James se desplaza de un lado a otro de su pueblo, en un intento inรบtil por corregir las vidas de sus feligreses, quienes no parecen necesitar el consejo del Padre y se burlan y lo vejan. McDonagh no escatima en amplitud temรกtica: Calvary aborda el vacรญo anรญmico de Irlanda, sacudida tras el derrumbe del milagro financiero conocido como el Tigre Celta, asรญ como la obsolescencia de la iglesia (y la figura del padrecito) en un paรญs antes catรณlico hasta la mรฉdula. Sin caer en imparcialidades esquemรกticas, McDonagh aporta elementos para ambos lados de una misma discusiรณn: ยฟquรฉ uso tiene la fe en el siglo XXI? ยฟexiste Dios? ยฟhacia dรณnde se dirige un paรญs cuya identidad se ha desdibujado una vez mรกs?
Quizรกs el esbozo del debate suene sospechosamente equilibrado, pero Gleeson ancla las dudas y las llena de matices. Su interpretaciรณn tiene la dignidad de un enorme barco, encallado sobre la arena, lentamente engullido por el mar y al mismo tiempo inamovible frente a la marea. A lo largo de esa semana, del confesionario al รบltimo domingo, lo que vemos es ese resquebrajamiento paulatino, a medida que los habitantes del pueblo, y su alergia a la redenciรณn, comienzan a hacer mella en James.
Narrada con honestidad y furia, Calvary anuncia la llegada de un talento notable. Mientras Martin se rinde frente a Hollywood, dirigiendo proyectos enredados como Seven Psychopaths, afortunadamente otro McDonagh sigue en Connemara.