Metaficción y mariachis

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Me parece un poco difícil hablar de mí,

el hablar de mí es muy severo,

porque soy mucho mejor de lo que parezco

María Félix

Si tuviera que escoger una película, entre todas, para hablar de mi relación afectiva con el cine, esa sería Reportaje (1953), de Emilio “el indio” Fernández. La vi por primera vez en el cine Doré, de la filmoteca de Madrid, y creo que la íntima grandeza de esa sala, ribeteada de azules apastelados, fue el escenario ideal para iniciarme en los misterios de Reportaje.

Por la película desfilan las estrellas más sonadas del momento, de España y del glorioso cine mexicano de los primeros años cincuenta: Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Tin Tán, Clavillazo, Lola Flores, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, Carmen Sevilla, Arturo de Córdova, Dolores del Río, Miroslava y Wolf Rubinskis. Cabe decir que ninguno de ellos cobró ni un céntimo por participar en este divertimento, en este descabellado B-Side de la filmografía de “el indio”.

El argumento es un pretexto para dejar que cada cual despliegue sus encantos: es 31 de diciembre, a las nueve de la noche, y el director de un periódico les encarga a los reporteros que busquen “la noticia más conmovedora” del último día del año. El resto de la película son escenas aisladas, de posibles noticias que nunca llegan a tales, interrumpidas cada poco por una imagen de fuegos artificiales y el sonido de insistentes campanadas. Un narrador de voz enfática nos recuerda cada tanto la trama principal, que por lo demás se desdibuja. La fuerza del guión, sin embargo, no descansa en la trama, ni en la estructura de cuadros sueltos que la sostiene, sino en los diálogos: la sofisticación de éstos es de un artificio casi sublime, de un retruécano que da envidia. Dolores del Río se luce con unas pausas verbales completamente insospechadas, más cercanas al projective verse de Charles Olson que a la dicción común del castellano.

Algunas escenas las llevo tatuadas en el flanco más blando de mi sensibilidad, y vuelven a mí en los momentos de mayor cansancio como imágenes fantasmales de mi propia vida: Libertad Lamarque y Pedro Vargas, mejilla contra mejilla en un primer plano que ruboriza, mirando a la cámara mientras cantan; la del Río y Arturo de Córdova firmando su divorcio en los últimos minutos del año viejo, para reenamorarse después en los primeros minutos del año nuevo; María Félix sentada en la cama, con una mascarilla –“así dormimos las actrices famosas”, explicará después–, fastidiada porque en la habitación contigua unos mariachis interpretan, una y otra vez, “Tu recuerdo y yo”.

Pero indudablemente la escena estelar es la que se desarrolla en el cuarto de hotel en el que se hospeda Jorge Negrete (y su cohorte de mariachis), cuando María Félix irrumpe, ya perfectamente peinada y arreglada, y ambos se enzarzan en un diálogo metaficticio con abundantes referencias a la vida real (“Ya le dije que empezaba mañana una película con ‘el indio’ Fernández”, dice la Doña, orgullosa). En algún momento, María le pregunta a Jorge si sabe lo que es un sindicato. “¿Yo? Ni una palabra”, responde Negrete y, acto seguido, cerrando los ojos, se coloca una mano en el costado y murmura: “El hígado”. Ambas alusiones son relevantes: los problemas de Jorge Negrete con el sindicato oficialista lo llevaron a fundar la Asociación Nacional de Actores, lo que le valió una campaña difamatoria en contra y la animadversión de, entre otros, Fidel Velásquez. En cuanto al hígado, Negrete había contraído en su juventud una hepatitis que le acarreó múltiples problemas de salud, que finalmente acabarían con su vida el mismo año de la filmación de Reportaje.

Otra de las preguntas retóricas de esa conversación termina de convertir la película en una reflexión sobre el cine mismo, en una suerte de testamento teórico de Emilio Fernández: “¿Sabe lo que es un close-up?”, pregunta María Félix. Para ilustrar su respuesta, la Doña se encuadra el rostro con las manos, fingiendo un plano cerrado. “Y a mí, naturalmente, yo creo, aquí”, dice luego, desdibujando el plano cerrado en un movimiento mesmérico que involucra solamente a sus cejas.

– Daniel Saldaña París

http://www.youtube.com/watch?v=j0GdVVZw6Jg

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(México DF, 1984) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012).


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