Despuรฉs de diez atlรฉticos dรญas de vigorosa cinematografรญa, concluyรณ la Berlinale el domingo pasado. Al festival se va como al estadio: con expectativas y deseos, pero sin saber con precisiรณn quรฉ se desarrollarรก en la pantalla. El pรบblico berlinรฉs procura prescindir de reseรฑas y se guรญa por el instinto de dejarse sorprender. Participรฉ en el festival como cualquier ciudadano comรบn y corriente: vi cinco pelรญculas, desestimรฉ por una u otra razรณn tres boletos que me ofrecieron, y quedรฉ muy lejos de la cifra de mis amigos cinรฉfilos, que vieron 18 cintas cada uno – lo que me hace pensar que esa es la tasa mรกxima que puede digerirse, aunque otro amigo periodista reseรฑรณ 22. Un factor es que cada billete cuesta 10 euros, y que si no se planea bien la compra en lugares estratรฉgicos o en lรญnea, las filas frente a las taquillas llegan a durar tres horas, espera gรฉlidamente imposible gracias al implacable febrero.
Como sucede en cada festival maratรณnico, me perdรญ de grandes producciones: la nueva pelรญcula de Wim Wenders, Pina, que llega, sin embargo, esta semana a los cines, y que recibiรณ las mejores crรญticas, incluida la de J, mi amiga bailarina. Pina presenta a Pina Bausch, la coreรณgrafa de danza mรกs importante de las รบltimas dรฉcadas en Alemania. El mundo hispanohablante la conoce, sobre todo, gracias a Hable con ella, de Almodรณvar. Se me escapรณ tambiรฉn la pelรญcula iranรญ Jodaeiye Nader az Simin (Nader y Simin, una separaciรณn), premiada como Mejor Pelรญcula. Desde que tuve oportunidad hace tres aรฑos de ver El canto de los gorriones, cuyo actor recibiรณ tambiรฉn un Oso de Oro, procuro espulgar entre las producciones persas. Conforme se sucedรญan las jornadas de cine, la gente hablaba con creciente entusiasmo de Tambiรฉn la lluvia, con nuestro seleccionado nacional Gael Garcรญa Bernal. Se me pasรณ el programa retrospectivo de Ingmar Bergman y eludรญ la cinta mexicana El premio, de Paula Markovitch, ganadora de dos Osos de Plata, porque me aburriรณ lo que hizo cuando trabajaba con Fernando Eimbcke.
La pelรญcula que inaugurรณ el festival, True Grit, de los hermanos Coen no me convenciรณ. Las actuaciones de Jeff Bridges y Matt Damon son soberbias, y tiene el mรฉrito de haber descubierto a una finรญsima muchachita de 14 aรฑos con un talento asombroso, pero su personaje es tan inverosรญmil como la historia misma, y el ritmo me pareciรณ mรกs lento de lo deseable para un western.
Las cinta que mรกs me gustรณ es una comedia francesa, Dernier รฉtage gauche gauche, que viene como anillo al dedo en estos tiempos de revueltas รกrabes y tsunamis de balsas ilegales en el Mediterrรกneo. Es una producciรณn sobria, de ninguna manera pretenciosa, pero virtuosa en su – literalmente – comรฉdie humaine: una familia รกrabe vive en un suburbio parisino y se rebela frente a la represiรณn de la autoridad. Cuando me dijeron que ganรณ el ‘Premio del Pรบblico’, recordรฉ que habรญa olvidado entregar mi boleta que le hubiera dado un punto mรกs.
Sin embargo, no habrรญa escrito esta nota de no haber descubierto una ‘circunstancia’ alarmante (llamarla ‘tendencia’ serรญa del todo desproporcionado). Mi alarma viene de Les mains libres y la israelรญ Lo rom alaich (Invisible). En las dos cintas se cuenta intenciรณn de hacer una pelรญcula que en รบltima instancia es la pelรญcula que el espectador estรก viendo. Les mains libres es una historia de cรกrcel pero contada desde un punto de vista inusual y es, en este sentido, atรญpica. Pero al insertar escenas filmadas por la pelรญcula que se filma dentro de la pelรญcula cae en esa pretensiรณn ingenua y facilona del meta-nivel, subrayado por un cameo de la directora – apariciรณn que, en el contexto del festival, enfatizรณ cuando subiรณ al proscenio para charlar con el pรบblico. En Invisible, el atrevimiento no es tan fuerte como en su contraparte francesa, pues la pelรญcula solamente menciona la posibilidad de realizar la pelรญcula que el espectador estรก viendo. (Por razones ya aducidas, soy incapaz de comentar Tambiรฉn la lluvia, una pelรญcula en la que se filma otra pelรญcula.)
En sus columnas de The Believer (abril, 2005 y marzo, 2006), Nick Hornby se quejaba de ese gusto narcisista que se estableciรณ – redondeando, tal vez mal: entre 1992 y 2007 – de escribir novelas sobre escritores que escriben una novela, que eventualmente es tambiรฉn la novela que el lector estรก leyendo. A propรณsito de una novela que Hornby leyรณ, escribe que “es un libro sobre el escribir, de manera que – sabes – si no quieres leerlo porque eres plomero o podรณlogo, lo entiendo perfectamente. Si yo fuera tรบ, resentirรญa la implicaciรณn repetitiva por parte de editores y pรกginas de libros de que mi profesiรณn es mรกs interesante que la tuya” (cita original: “is a book about writing, so, you know, if you don’t want to read it because you’re a plumber or a chiropodist, then I quite understand. If I were you, I would resent the repeated implication, by publishers and book pages, that my profession is more interesting than yours”: Housekeeping vs. The Dirt, p.114).
A veces, el cine tambiรฉn deberรญa escarmentar en la literatura.
Doctor en Filosofรญa por la Humboldt-Universitรคt de Berlรญn.