Que
el mexicano se ría de la muerte es un falso lugar común.
Lo obsesiona, quizá, y hace caricaturas en su intento de
burlar el horror. Morirse en
domingo, del mexicano Daniel Gruener, toma como partida la
idea de la irreverencia pero logra sortear el cliché. Un
traficante de cadáveres que se hace pasar por enterrador, una
familia que lo contrata sin saber qué le depara a su muerto, y
una historia de amor gótico entre los hijos de cada facción,
ilustran comportamientos extremos en relación con la
mortalidad. El idilio neorromántico y un esbozo de thriller
político roban tiempo de desarrollo a la historia de una
familia burguesa con secretos que desenterrar. Lo mejor de la
película: la actuación de Silverio Palacios como el
mercader de cadáveres, los escenarios que se alejan de la
estética del folclor, y el juego con lo grotesco como límite
de la representación. ~
es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.