Despuรฉs vino The Frighteners, el primer autรฉntico fracaso en la carrera de Jackson. La pelรญcula se centra en Frank Bannister (Michael J. Fox), un arquitecto que, tras la muerte de su esposa, cae en la cuenta de que puede establecer contacto con los muertos. A partir de ese momento, Bannister deja su trabajo y decide dedicarse a estafar a la gente de su pueblo: convence a un trรญo de fantasmas amigos de que se manifiesten en una casa y luego llega รฉl a “deshacerse” del embrujo a cambio de un cheque. Las cosas cambian drรกsticamente cuando Bannister descubre que el fantasma de un viejo asesino serial –disfrazado de Nazgรปl– es el responsable de diversos asesinatos en su pueblo.
Con The Frighteners, Jackson trabajรณ por primera vez con un gran estudio hollywoodense: Universal Pictures. Los numerosos efectos especiales requeridos para animar y detallar a los fantasmas de la cinta le permitieron expandir su compaรฑรญa, Weta Digital. Pero esas fueron las รบnicas buenas noticias. The Frighteners resultรณ un fracaso estrepitoso con la crรญtica y con la taquilla. Recaudรณ apenas lo suficiente para recuperar su presupuesto original de treinta millones de dรณlares. Comparada con Braindead e, inclusive, Bad Taste, The Frighteners muestra a un director incรณmodo, inseguro del tono y el estilo que desea imprimirle a su cinta. Por primera vez, Jackson se vio obligado a pretender que las locaciones que escogiรณ en Nueva Zelandia realmente representaban un suburbio norteamericano y, tambiรฉn por vez primera, su elenco estuvo compuesto por actores del otro lado del Pacรญfico. El resultado es una cinta tibia, que no se decide entre explorar la comicidad de su premisa o ahondar en el terreno macabro del asesino serial y sus mรบltiples crรญmenes. Se siente, por momentos, a un director necesitado –pero incapaz– de salpicar la trama con el gore explรญcito de su perรญodo splatter. En retrospectiva, lo รบnico rescatable de The Frighteners es que, nuevamente, Jackson ensaya elementos visuales que llevarรญa a puerto mรกs adelante en su carrera: los tentรกculos dentro de la vorรกgine de fuego que engullen al asesino serial al final de la cinta son idรฉnticos a los gusanos carnรญvoros que matan a Lumpy en King Kong, mientras que los propios fantasmas son similares en textura y visualizaciรณn al ejรฉrcito fantasmagรณrico con el que Aragorn gana la batalla en los Campos del Pelennor.
Mรกs allรก de eso, la primera colaboraciรณn de Jackson con Universal es un producto completamente desechable.
Los siguientes aรฑos fueron los mรกs duros en la carrera de Jackson. Debido al estreno de Mighty Joe Young y Godzilla, Universal cancelรณ su proyecto para hacer un remake de su cinta favorita: King Kong. Y, tras ese fracaso, el director neozelandรฉs decidiรณ presentar una elaborada maqueta con la que esperaba convencer a New Line Cinema de invertir en una adaptaciรณn de The Lord of the Rings. Y, contra todo pronรณstico, New Line no solo aceptรณ su proyecto sino que le pidiรณ filmar una trilogรญa en vez de dos cintas, como Jackson habรญa planeado originalmente, pensando que jamรกs aprobarรญan presupuesto para mรกs de un par de pelรญculas.
El resultado es la trilogรญa de fantasรญa mรกs exitosa de la historia despuรฉs de la original de Star Wars: una fastuosa producciรณn de casi 300 millones de dรณlares, sin precedentes en la cinematografรญa reciente, en la que Jackson filmรณ por catorce meses ininterrumpidos y editรณ tres cintas por casi cuatro aรฑos. The Lord of the Rings ganรณ 17 รscares, recaudando casi tres billones de dรณlares en la taquilla mundial y convirtiรณ a Jackson en uno de los hombres mรกs ricos del mundo, con una fortuna que se acerca al medio billรณn de dรณlares. La trilogรญa provocรณ asimismo un auge en la industria turรญstica neozelandesa: millones de visitantes de todo el mundo emprendieron el viaje para conocer la Tierra Media. Entre sus muchos logros, The Lord of the Rings presentรณ al primer personaje de carne y hueso, con diรกlogo, creado por computadora, y disparรณ la carrera de una decena de actores, desde Viggo Mortensen hasta Orlando Bloom. No hay mucho que aรฑadir a las virtudes tรฉcnicas y formales de la trilogรญa. En este caso lo interesante es preguntarnos quรฉ le llamรณ la atenciรณn a Jackson: ¿por quรฉ el director de Braindead, Heavenly Creatures y Forgotten Silver decidiรณ entregar ocho aรฑos de su vida a este proyecto?
Como quedรณ claro en aquella transmisiรณn del รscar en 2004 cuando The Return of the King arrasรณ con todos los premios de la Academia, The Lord of the Rings es un producto neozelandรฉs: hecho, en su mayorรญa, por neozelandeses, filmado en aquellas islas y dirigido por un wellingtonian. No solo su manufactura es neozelandesa sino su idiosincrasia, y es preciso observar a aquel lejano paรญs con detenimiento para comprender el cuidado y cariรฑo con el que Jackson filmรณ las pelรญculas. La trilogรญa de Tolkien es una de las obras literarias mรกs interpretadas del siglo xx. La gran mayorรญa de estas interpretaciones gravitan en torno al viaje de Frodo y Sam –y la guerra del anillo– como una parรกbola de las propias experiencias de Tolkien como oficial en la Primera Guerra Mundial. Tolkien mismo rechazรณ estas teorรญas en repetidas ocasiones, asegurรกndoles a sus lectores que dentro de su obra no habรญa el mรกs mรญnimo interรฉs de establecer una parรกbola con el mundo real. Sin embargo, aquรญ, como en muchos otros casos, la opiniรณn del autor es irrelevante. En gran medida, uno escribe lo que le dicta el inconsciente. El autor escribe la obra, pero no estรก enterado de lo que la obra dice de รฉl, tanto como un paciente en terapia revela aspectos desconocidos de su personalidad a travรฉs de lo que platica. Es posible que Tolkien haya hablado de la Primera Guerra Mundial sin siquiera pretenderlo (tal y como es posible que Jackson se haya visto proyectado en McKenzie sin saberlo). Por tanto, The Lord of the Rings es el estudio de una relaciรณn entre dos hombres de diferente clase social (Frodo y Sam), enmarcado por una historia de guerra. Es verdad que el texto de Tolkien parece estar mรกs preocupado por sus propios juegos lingรผรญsticos que por urdir una historia trepidante, pero, de cualquier manera, sus fascinaciones y demonios quedan claramente expuestos en las pรกginas de su obra. Mรกs allรก del invento del idioma de los elfos y los enanos, mรกs allรก del cuidado en el lenguaje, la trilogรญa de Tolkien muestra a un autor con un ojo preciso y delicado para describir los entornos naturales de su mundo fantรกstico. En cada capรญtulo el lector halla larguรญsimas descripciones del paisaje con el que se topan los personajes: los campos de Ithilien donde “mists shimmered in the great vale below: a wide gulf of silver fume, beneath which rolled the cool night-waters of the Anduin river”; Minas Morgul, “paler indeed than the moon ailing in some slow eclipse was the light of it now, wavering and blowing like a noisome exhalation of decay, a corpse-light, a light that illuminated nothing”; la vista desde los Barrow-Downs, “Northward the land ran away in flats and swellings of grey and green and pale earth colours, until it faded into a featureless and shadowy distance”. Torvos, macabros o simplemente hermosos, los paisajes que describe Tolkien son un personaje esencial en sus libros. La descripciรณn de Minas Morgul –morada del Witch-king of Angmar, lรญder de los Nazgรปl– antes joya del imperio de Gondor y ahora azotada por la plaga de Sauron, presagia un mundo arrasado por los orcos de Mordor, mientras que, por su parte, las lรญneas sobre Ithilien describen la tierra, virginal y pura, que Sauron aรบn desconoce. Nueva Zelandia, bastiรณn de belleza natural, paรญs de cuatro millones de habitantes con mayor superficie que Gran Bretaรฑa, no es la Tierra Media porque Jackson asรญ lo decretรณ. Simplementees la Tierra Media: el lado bucรณlico de las descripciones de Tolkien, la comarca agricultora, el mundo antes de Mordor. La gran mayorรญa de la industria turรญstica neozelandesa estรก anclada a la gigantesca e indescriptible reserva natural al oeste de la isla del sur, a sus lagos glaciares, a la belleza de sus Alpes. Un viaje en coche de Queenstown a Mt. Cook o a Milford Sound constata lo anterior. No se ve una sola fรกbrica, no hay una sola carretera que tenga mรกs de dos carriles: solo granjas silenciosas en las faldas de los montes, rodeadas de ovejas que se escabullen de los automรณviles como si hubieran visto a un monstruo. Frodo es como esas ovejas cuando se asoma al espejo de Galadriel y obtiene un amenazante vistazo al futuro de The Shire si fracasa en su empresa. Ve horrorizado como los orcos transforman los plantรญos de su campiรฑa en cimientos para engranajes que vomitan humo y fuego. A travรฉs de su trilogรญa, Jackson, que en otras dos ocasiones habรญa imaginado elementos extranjeros destrozando Nueva Zelandia (enBraindead y Bad Taste), defiende la pureza natural de su patria (promocionรกndola paradรณjicamente y convirtiendo esos lugares prรญstinos en focos de turismo). Basta ver la muerte de Saruman –quien en la primera cinta derrumba un bosque entero y contiene un rรญo creando un hogar subterrรกneo para los uruk-hais– para entender esta venganza. En la ediciรณn extendida de The Return of the King, el viejo hechicero blanco tiene un destino distinto al que Tolkien pensรณ para รฉl: empalado en el pico filoso de uno de sus engranajes metรกlicos, vรญctima de la “industria” que รฉl mismo construyรณ.
The Lord of the Ringses, ademรกs, una interesante adaptaciรณn. Como guionistas –trabajando con el material de un tercero o con temas originales– Jackson y Walsh tienen igual nรบmero de mรฉritos y carencias. Entre estas รบltimas destaca su reticencia frente a la tijera: tanto King Kong como The Lord of the Rings y The Lovely Bones son cintas a las que les sobran tramas. Jackson tenรญa el pretexto perfecto en la trilogรญa de Tolkien para filmar e incluir lo que quisiera en el corte final: los libros eran parte del patrimonio literario del mundo y, por lo tanto, debรญan ser respetados. Con King Kong y The Lovely Bones no hubo justificaciรณn alguna. Kong, en particular, tiene una longitud casi absurda. En suma, Jackson y Walsh fracasan como guionistas que saben comprimir el material original. No obstante, una de las grandes virtudes que pasan inadvertidas del guiรณn de The Lord of the Rings es la manera en la que ambos escritores (junto con Philippa Boyens, la tercera guionista) convirtieron un texto dramรกticamente tibio, que se lee despacio, en una obra de nueve horas que, una vez que arranca, no se detiene para respirar. Mรกs que ser un trabajo de ajuste, el esfuerzo de Jackson, Walsh y Boyens es combustiรณn pura. Con leer los libros lo entendemos. El trรญo de neozelandeses invierte secuencias, pospone escenas para redondear la narrativa y amalgama instantes para incluir la mayor cantidad posible de diรกlogos y personajes tolkienianos. El mejor ejemplo es la subtrama en la que Elrond le entrega la espada de Elendil a Aragorn. En el libro, la escena culminante se lleva a cabo a la mitad de The Fellowship of the Ring. Es decir, Aragorn acepta su destino de inmediato. La pelรญcula, sin embargo, necesitaba a un personaje ambivalente con la naturaleza de sus obligaciones y su linaje. Cuando Elrond le lleva la espada a Aragorn, pasada la mitad de la tercera cinta, el espectador entiende que Strider se ha convertido en rey; es ese el momento en el que acepta su destino. Si la secuencia se llevara a cabo en The Fellowship of the Ring, si la narrativa hubiese sido completamente fiel al libro de Tolkien, el arco dramรกtico del personaje de Aragorn se habrรญa cumplido a la hora y media de pelรญcula.
The Lord of the Ringsembrida y a la vez encauza las viejas pasiones de Jackson. Su amor por el gore y lo grotesco, por ejemplo, queda patente en varias secuencias. La mejor de ellas es, quizรกs, el nacimiento del uruk-hai, una suerte de golem escupido por la tierra dentro de una placenta lodosa. Tambiรฉn son memorables las cabezas de soldados que el ejรฉrcito de Sauron catapulta durante la batalla climรกtica de The Return of the King y, claro, el diseรฑo de muchos de los orcos, desde aquel que parece una “gigantesca patata” (como lo describiรณ The New Yorker) hasta esa cruza de la mosca de Cronenberg con los goblins de The Neverending Story que intenta robarle el anillo a Frodo dentro de Cirith Ungol.
Todos esos instantes comprueban que hay algo del director de Bad Taste dentro de la trilogรญa: aunque Jackson cuenta con un presupuesto enorme y colabora con un estudio hollywoodense, The Lord of the Rings sigue siendo un producto hecho en casa. Para Bad Taste, Jackson usรณ el horno de su madre para preparar los prostรฉticos que utilizarรญa en su cinta. En The Lord of the Rings simplemente usa un horno mucho mรกs grande (y, esta vez, propio): Weta Digital. Pero nada se manda a hacer fuera; nada, mรกs que el talento actoral, se importa. Jackson expande el lienzo, pero mantiene la esencia. Aquรญ –y en King Kong– sigue siendo un artista anclado en su patria, produciendo cine que sutilmente refleja la naturaleza de Nueva Zelandia: el cineasta local mรกs grande del mundo.