Mel Gibson es, sin duda, una de las figuras que más polarizan opiniones. Entre las quejas de diversos grupos de derechos homosexuales que tildaron a Braveheart como una cinta homofóbica, Gibson se llevó dos Óscares a casa. Entre un alud de críticas que sostenían que The Passion of the Christ era una película antisemita, Gibson destrozó la taquilla e infló su nada deleznable cuenta de banco con millones de dólares. Una y otra vez, la cintas que Gibson protagoniza y dirige han cargado el estigma de hacer de la violencia un fetiche, de tergiversar los hechos en aras de una narrativa emocionante (Apocalypto) y de esconder, en general, un carácter mesiánico y religioso a ultranza (ver: la muerte de William Wallace, la muerte de Cristo, la llegada de los españoles a mesoamérica).
Ahora, Mel Gibson regresa delante de cámaras en un papel que parece estar hecho a su medida. En Edge of Darkness, el histrión y director australiano, de nuevo interpreta a un hombre sediento de venganza tras presenciar el asesinato de su única hija. No es una temática nueva para Gibson: lo mismo le ha ocurrido en The Patriot, Braveheart y Ransom.
Para obtener una opinión general de esta nueva película en la filmografía de Gibson, vale la pena leer el artículo del siempre brillante Tom Carson, encargado de medios visuales de la revista GQ, edición norteamericana. Y para leer una crítica –positiva con reservas- de Edge of Darkness, está Anthony Lane, de The New Yorker.
-La redacción